Capítulo 3 ─ Inquietud

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La cena transcurre con normalidad. Por normalidad me refiero a que es un caos lograr pedir dos pizzas familiares poniéndoos de acuerdo tres hermanos. Álvaro no quiere piña, pero a David le encanta la hawaiana y a mí la cuatro quesos me sienta fatal, mientras que mi hermano pequeño adora que lleve queso de cabra. Acabamos haciéndole tantas divisiones a las pizzas que sé que el pedido llegará hecho un desastre y se desatará la Tercera Guerra Mundial cuando, junto a esto, tengamos que decidir qué ver en la tele.

Las horas pasan igualmente y cuando decidimos que es hora de que el enano de la casa se vaya a dormir, Álvaro sale a hablar por teléfono al porche. Son las once y media y hay algo que me preocupa. Decido subir al cuarto a fumar, pero al pasar por delante de la puerta de Adri, no puedo evitar entrar.

'Solo vengo a por una sudadera para dormir', me miento a mí misma, convencida de que es el primer paso para poder mentir a los demás si me pillan.

Todo está perfectamente ordenado y eso es lo que hace saltar las alarmas. Si algo he aprendido después de vivir quince años al lado de Adrián, es que no es un chico organizado. Abro el primer cajón de su armario. El corazón me late a toda velocidad. Sé que estoy haciendo algo horrible. Es mi hermano y su privacidad. Cierro de golpe.

'Esto está fatal.'

No he llegado a mirar nada y aún así la culpa me come por dentro. Decido ponerme su sudadera y acostarme en su cama. Al final, me fumo ahí el cigarro y miro por un segundo el mechero. Ese que un imbécil casi me roba. Me habría enfadado muchísimo. Fue un regalo de Adri. Suspiro, cubriéndome los ojos con el brazo que no sujeta el cigarro y trato de respirar y quitarme la sensación de angustia. No puedo evitar preocuparme, a la vez que me pregunto si no estaré exagerando la situación. Ya he dicho que tiendo a pensar lo peor de todo el mundo. Soy una mente catastrofista con tendencia a sobreproteger aquello que le importa.

En algún punto de mis pensamientos, caigo dormida ahí mismo. No me importa que mi hermano me vea dentro de su cuarto, el problema era si encuentra que he estado fisgoneando (cosa que al final no he hecho). Por eso, cuando escucho la puerta abrirse de nuevo, no acabo de despertarme. Ni cuando se echa a mi lado con cuidado y me da un beso en el nacimiento del pelo. Sonrío en mi duermevela.

No se me ocurre abrir los ojos. Cómo voy a imaginar en mi calma que, de haberme fijado, habría encontrado manchas de sangre y heridas decorando su piel, dándome la razón a mis inquietudes de antes.

Después de todo, solo tengo quince años y estoy actuando de la misma manera que cuando tenía seis y había visto una película de miedo. Dormía con Adri y esperaba que él me protegiese. Había una cosa que siempre tuve clara: él me cuidaría porque a él nunca le ocurriría nada. 

Yo, simplemente, jamás imaginé un mundo donde no tuviera a Adrián.




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⏰ Última actualización: Dec 27, 2015 ⏰

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