El capítulo con el mundo al revés.

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No sé exactamente cómo una siesta de dos horas se convirtió en una de trece, pero había sucedido y solo desperté por los golpes en mi puerta, había algo en el aire que me decía que hoy no sería mi día.

Algunos despiertan con su alma gemela al lado, con energías y ganas de tener un día productivo; yo despierto con gente gritándome, sin saber dónde estoy y absolutamente nada planeado para el día, en vez de comedia romántica creo que vivo una tragicomedia. Una vez que te acostumbras a las desgracias, aprendes a hacer chistes con tus traumas.

Eran las cinco y media de la mañana y mi madre ya se encontraba eligiendo el camino de la violencia. Fui a tomar una ducha para despertarme y sentirme un poco mejor con respecto a lo injusta que era la vida conmigo, ya estaba cansada de la misma rutina todos los días.

Al salir de la ducha se me congelan hasta los pensamientos y maldigo al mismísimo satanás mientras me quedo de pie frente a mi armario, me visto con prendas cómodas porque desperté con un humor de perros y no estoy de ánimos para jugar a Barbie estilista.

Unos pantalones de jean holgados, una remera de mangas largas ceñida al cuerpo con un sweater blanco encima, y un par de botas que tendrán alrededor de cinco años, siguen vivas de puro milagro de la rosa de guadalupe.

Mi madre, como el ser de luz y empatía que es, ignora absolutamente todo lo que digo y me obliga a tragarme un desayuno digno de King Kong antes de salir de la casa; mientras camino rumbo al instituto siento como una fuerza invisible hace presión sobre mi garganta y estómago, deberían darme un maldito trofeo si no lo echo todo antes de llegar.

Entro al instituto con quince minutos de anticipación, y me pregunto una vez más si mi educación es realmente necesaria o si el sistema educativo está sobrevalorado.

—Luces fatal.—dice Annie mirándome con preocupación.

—Me siento fatal.—digo soltando mi mochila y sentándome en el suelo del pasillo.—caminé seis cuadras con el desayuno en la garganta y aún tengo ganas de llamar a Hugo.

Así le decíamos a "vomitar" delante de Annie, ya que ella es sensible con respecto a ciertos temas, nunca preguntamos sus razones pero respetamos sus límites.

Katniss me ofrece una pastilla contra la acidez y otra contra el mal de estómago, esta chica es un ángel y estoy segura de que el grupo entero seria un caos de no ser por ella.

—Tenemos que entrar a clases, ya vámonos.—Gale toma mi mochila y me estira de ambos brazos para que me levante del suelo, sus esfuerzos son nulos.

—Ya vámonos, Sofia.—chilla Finnick.—ya va-mo-nos.

Necesito que le saquen tiktok por al menos un mes.

—No, váyanse y déjenme morir aquí.—me quejo con un falso llanto lastimero, sinceramente no estaba siendo mi día, ni mi mes, ni mi año.

—Vamos Clove.—insiste Peeta.—no puedes morirte hoy, el viernes tenemos el viaje que planeó Glimmer.

Rayos, se me había olvidado por completo, aún no había pedido permiso a mis padres, creo que para esto tendré que arrastrar a Katniss y a Glimmer hasta mi casa; No importa que ya tenga dieciocho años, no me dejan ir a comprar pan sola, mucho menos me querrán dejar estar fuera de la casa un fin de semana completo.
¿A quién gritarán en mi ausencia?

Antes de que pueda seguir lamentándome, Finnick saca una botella de su mochila y me rocía con agua directo en el rostro, me levanto como para golpearlo pero al hacerlo me rocía de nuevo.

—Funciona con mi gato así que asumo que debe funcionar contigo también.

—¿y por qué piensas eso?

Jugando Con Fuego. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora