—Magdalena, cuídate mucho. Ya sabes que viajo a Inglaterra. —dijo María Alejandra abrazando apretadamente a su amiga. —Siento que las cosas hubieran terminado así.

—Amiga, aunque estemos lejos, nuestra amistad es indestructible. —dijo mirándola con cariño. —Envíame tu dirección cuando te establezcas, para escribirte.

Callum temía que ella por lealtad decidiera no irse con él. Una decisión así, los destrozaría a los dos. Intentó permanecer tranquilo, aunque no lo estaba.

—Amiga, se dichosa, tienes a tu lado al amor de tu vida, eres su esposa, no sacrifiques tu destino por amistad y lealtad. Yo estaré bien.

—Te escribiré apenas me instale, me llevan a Edimburgo, Escocia. Cuídate mucho, por favor —, la abrazó apretadamente entre lágrimas.

Y caminó del brazo de su esposo hacia el avión que les esperaba para hacer escala primero en Atlanta para luego seguir ruta hacia Londres. Magdalena suspiró. No era buena para despedirse, había llorado mucho al despedirse de tantas amigas que compartieron dudas y angustias.

—Ya nos toca abordar el avión, vamos. —Maryland se levantó de su asiento en la sala de espera, mientras se acercaba al counter de la aduana que le daba el tiquete con el número que tenían las maletas de ella y de Magdalena.

—Me siento extraña por dejar así mi patria. Sea como sea, aquí nací. Dejo una familia que si bien sé que no me quiere, igual es mi familia.

—Ellos tomaron la decisión de alejarte de ellos. No te sientas mal, intentaste ayudarlos y lo que hicieron fue rechazarte. Ahora, aunque quieran retractarse, no podrán hacerlo.

Al subir al avión, Magdalena se volvió a mirar por última vez ese Panamá que tanto amaba, donde dejaba tantos recuerdos, buenos y malos. Una patria a la que siempre amaría, no importando lo lejos que tuviera que ir.

—Tengo que dejarte, patria amada. Dejo parte de mi vida, recuerdos y alma. No sé cuando vuelva, si es que puedo regresar sin peligro de daños a mi vida y a seres que amo. Que el sacrificio que hemos hecho entre todas no sea en vano.

Y entro en el avión, eran las ultimas en abordar. Harían una escala en Nueva York para dejar a las que se quedaban allí, el resto iría a Massachusetts, donde las esperaban nuevos retos. Los primeros cinco aviones, despegaban de suelo panameño.

*****

En Nueva York, un hombre con anteojos oscuros, abrigo largo de lana y bufanda, se dirigía a una barbería. Era rubio, llevaba el cabello un poco más largo de lo habitual, barba crecida y bigote. Iba por un cambio total. Nadie creería que era el multimillonario Miodrag Steinberg, cuya muerte se había anunciado hacia tres semanas.

Entró, el lugar por ser exclusivo para hombres de negocios, agentes del FBI, del Tesoro, funcionarios de los diversos estamentos gubernamentales asistían al lugar a mejorar un poco su apariencia y consentirse. Un templo al buen gusto y al sibaritismo varonil.

Uno de los barberos, se acercó para atenderlo. Él le indico como debía cortarle el cabello. Después le indicaría como afeitarlo de tal modo que no le quitara ni los bigotes ni tampoco parte de la barba.

El barbero se dedicó a realizar el corte que el cliente le solicitaba. No hubiera creído nunca que le estaba cortando el cabello a un muerto. Y menos a un fantasma.

El rubio cabello iba cayendo conforme el barbero cortaba. El hombre cerró los ojos, una parte de su vida se iba en cada mechón de cabello. Era necesario, para sus fines debía cambiar de apariencia. No solo se lo debía a sí mismo, si no a ella.

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⏰ Last updated: May 15, 2017 ⏰

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LA EMPERATRIZ DE NUEVA YORKWhere stories live. Discover now