29. Tienes mucho que explicar | [3/3] | EDITADO

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Nos separamos por el timbre del teléfono de ella. Aunque la llamada no duró mucho pude notar como la expresión de su rostro, pasó de tener una sonrisa en los labios a estar más seria que nunca.

—Será mejor que me vaya ahora mismo —me dijo ella luego de colgar-—. Creo que es algo con Charlie —esta vez parecía triste.

—¿Charlie? 

—Creo que tú lo conoces como Chuck, ¿no es así?

—Todavía hay muchas cosas que me tienes que explicar

—Tal vez mañana, lo siento —respondió—. Hablamos luego, ¿está bien?

Estaba a punto de darle una respuesta cuando se acercó a mí y poniéndose de puntillas me dio un rápido beso. Fue tan letal para mí que lo único que pude hacer fue balbucear. Aunque al menos la hice sonreír una vez antes de que saliera corriendo y subiera a su auto.

Me senté en uno de los asientos de boulevard. No dejaba de pensar en lo que había ocurrido tan solo unos minutos atrás. Había sido capaz de hacerlo que había querido desde hacía mucho.

Ese es el poder de Frederick Thompson.

Como sea...

Reaccioné cuando noté que estaba temblando de frío. No es buena idea andar con una sola chaqueta cuando hace menos de cero grados en la ciudad. Aunque haber hecho todo lo que hice valió la pena. Estaba dispuesto a hacerlo una y otra vez así tuviera que congelarme. Tomé un taxi con el poco dinero que me quedaba en los bolsillos. Tuve que tocar la ventana de Summer y pedirle que me abriera la puerta antes de que mis tíos despertaran, su hora de dormir se había adelantado por el ajetreo de todos los días anteriores. Claro que la niña se impuso primero, ella quería que convenciera a sus padres para que saliera a divertirse un rato. Y no le veo lo raro al saber que las horas que ella pasaba fuera de su casa-transporte eran casi veinticuatro.

—¿Qué fue lo que hiciste hoy? —me preguntó Summer una vez tuve tumbado sobre la cama.

—Nada —le di la espalda y cerré los ojos.

—¿No me vas a contar nada? —empezó su berrinche—. Mira que te ayudé a entrar sin problemas y te corté el cabello. ¿Qué es lo que estabas haciendo?

—¿Si te digo lo que pasó me dejarás en paz?

—¡Lo prometo! —dijo Summer levantando su mano derecha como si estuviese haciendo un juramento.

—Ni en tus sueños, niña —seguí y tapé todo mi cuerpo con la frazada.

—¡Oye! —exclamó Summer meciéndome para que le hiciera caso—. Sé que no te has quedado dormido— continuó ella—. ¡Dyl! —trató de molestarme—. ¡Dyl! —repitió—. ¡Mamá! —gritó y logró que le volteara a verla. No debía despertar a mis tíos, no por cosas como esa.

—¿Siempre ganas?

—La mayoría de las veces —admitió y se sentó sobre mi cama impaciente por lo que le había a contar.

Fue raro contarle todo. Digo, nunca había visto a una chica de catorce emocionarse de la misma manera que lo hacía ella.

Mierda, parecías una niña.

Lo sé, ni me lo recuerdes.

Aunque no me encantaba la idea de contarle todo a Summer, pues no suelo contar todo con lujo de detalles como lo harían las chicas, fue divertido pasar tiempo con mi prima. Sus consejos me habían servido de algo y debía contarle que había sido gracias a ella que había podido hacerlo. Sentía como si tuviera una hermana pequeña con la cual hablar y fastidiar, y creo que ella también lo veía de esa manera.

Como si fuera Cenicienta Where stories live. Discover now