Epístola anónima.

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¿Qué escribirle a alguien que nunca te leerá?

Supongo que no importa.
Mis palabras nunca llegarán a ti, lo cual es irónico, pues tú siempre encuentras una forma de llegar a mí.

¿Qué decir? ¿cómo empezar?

Sólo escúchame. O léeme; Porque así no hayan certezas, quiero escribirte de todos modos.

Debería empezar describiendo el lugar donde nos vimos por primera vez.

Y eso es lo peor de todo.

Que ese lugar no existe, que es tan irreal como tú pareces serlo algunas veces.

Por eso mismo, esta no es una epístola de las memorias trágicas de un amor que ya fue.
Este escrito trata sobre las historias que podrían ser.

Hay tanto que quisiera hacer contigo.
Sólo contigo.

Subamos al edificio más alto de la ciudad, salgamos a la azotea y dejemos que el intenso frío nos haga perder un poco la cordura.

Pero sólo lo suficiente, para que nos sentemos con las piernas colgando al vacío y las palabras fluyan sin problema, pues nunca he sido muy buena hablando.

A no ser que me hagas mencionarte las constelaciones, que nombraré una por una, y cuando nos quedemos en silencio pensaré que todas ellas juntas no podrían igualar el brillo en tus ojos cuando hablas sobre algo que amas.

Invitame a bailar en medio de la sala de tu departamento.

Reiré y diré que no se bailar, pero tú insistirás de todos modos y yo tomaré tu mano.

Chocaremos con todos los muebles y mi torpeza te hará reír sin parar. Pero al final del día no importa, pues terminaremos tumbados en tu viejo sofá, ese de color rojo, mientras permanecemos en silencio mirándonos fijamente, casi sin respirar, sin prestar atención al incesante pitido de la tetera en la cocina.

Y yo sólo puedo pensar cuán perfecto es el contraste de tus ojos esmeralda con ese empolvado sofá escarlata.

Podríamos viajar largas distancias en tu auto.

Tú manejarías sin parar siempre y cuando tengas café sin crema y sin azúcar para beber.

Y como sé bien que odias las canciones que tocan en la radio, llevaría la copia de aquel disco que me regalaste.

Cantaremos o simplemente tararearemos las melodías a lo largo de la infinita carretera de árboles naranjas, mientras el sol se esconde y yo escucho tu voz.

Mantendrás la vista fija en el horizonte y me dirás que es la cosa más bella que has visto.

Yo sólo diré que tienes razón.

Pero te estaré mirando a ti.

Y si nada de esto llega a suceder, si el destino piensa que no soy suficiente, al igual que yo, entonces me conformaré con escribirte estas letras que ya carecerán de sentido.

Y tendré estos falsos recuerdos que vivirás con alguien más.

Pero te voy a querer igual, de día o de noche, en la azotea sin estrellas o en los caminos infinitos cuyos árboles ahora estarán desnudos, mientras escucho esa canción triste de los rolling stones y la lluvia cae incesantemente a mi alrededor.

Esto no es un libro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora