Épocas rojas.

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Desaparezco en las mañanas frías, como desaparece el sol.
Pero yo no soy el sol, soy sólo yo.

Me esfumo completamente dependiendo del día. Y me preguntan dónde estoy, pero ni yo misma puedo encontrarme.

Divago entre pensamientos y no hago si no buscarte por todas partes.
Te busco en las demás personas cuando voy al supermercado, te busco en los comerciales de televisión y en los vídeos musicales clichés que tanto reproduzco.
Pero tú no estás. Simplemente no estás en ninguna parte, eres lejano, como tus ojos verdes, tan perdidos, tan lejanos.

Me pregunto hacia donde me dirijo mientras tomo una taza de té a las seis de la mañana y espero que algún camino de tantos me lleve a ti.

Aún así, mi destino siempre ha sido desaparecer.
Nunca estoy en un lugar completamente. Imagino historias imposibles y recito frases melancólicas mentalmente.
Nada funciona de todos modos, no logro ser el personaje principal de mí propia historia y me conformo con leer historias ajenas.

Entonces leo los clásicos empolvados que dejé en el estante a punto de colapsar y te imagino aquí, conmigo, o allá, en la época de los vestidos coloridos y el labial rojo y me invitas a bailar con la música alegre de fondo, pero no sé lo que hago y tú solo ríes.

Y luego abro los ojos y el mundo sigue girando, el dólar subiendo, la comida quemándose y la realidad ardiendo.

Esto no es un libro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora