Diario de Robert Walton

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13 de agosto de 17 ...

La inclinación que siento hacia mi huésped aumenta día a día. Este hombre provoca en mí, a la vez, la admiración y la piedad en grado sor presente. ¿Cómo puedo ver a una persona tan noble agobiada por la infelicidad sin sentir la pena más profunda? Es noble e inteligente, tiene un espíritu cultivado y cuando habla, a pesar de emplear palabras seleccionada, lo hace con rapidez y elocuencia sin parangón.

Ha mejorado mucho ya que se pasa el día en el puente, tratando al parecer de descubrir al trineo fugitivo. Y aunque dominado por la pena, esta no es cosa que le impida interesarse profundamente por los proyectos de los demás. Conversa muchas veces conmigo de mis planes, que le he comunicado con gusto, y sigue con atención cuando le digo sobre las perspectivas de triunfo y hasta el menor detalle sobre las medidas que he tomado para asegurarlo. Su simpatía me arrastró fácilmente a hablar el lenguaje del corazón, a revelarle el ardor abrazador de mi alma y a decirle, con todo el fervor que me animaba, lo gustoso con que sacrificaría fortuna, existencia, hasta esperanzas, en aras de afán. La vida o la muerte de un hombre es en verdad poco precio por los conocimientos que perseguía, por el dominio sobre los enemigos elementales de nuestra raza. Mientras hablaba note que su rostro se nublaba con una oscura expresión de pesar. Al principio vi que trataba de dominar su emoción. Se puso las manos sobre los ojos y la voz me tembló al ver que entre sus dedos se filtraban lágrimas... Y, por último, de su pecho escapó un gemido. Callé, y después de unos instantes habló con voz conmovida :
-¡Desgraciado! ¿Sufre mi misma locura? ¿Ha bebido también la embriagadora bebida? Oiga mi historia y tal vez retire mis labios de la copa.

Como imaginarás, estas palabras excitaron mi curiosidad, pero la profundidad de la pena que se apoderó del extraño fue superior a sus debilitadas fuerzas y fueron necesarias muchas horas de reposo y de tranquila conversación para devolverle la serenidad.

Después de haberse sobrepuesto a la violencia de sus sentimientos, pareció despreciarse por ser esclavo de la emoción y, dominando su titánica desesperación, me arrastró de nuevo a conversar sobre mi. Quiso conocer la historia de mis primeros años, que no tardé mucho en contar, pero que dio motivo a que nuestra plática se desviara hacia otros temas. Hablé de mi deseo de encontrar a un amigo, de mi ansiedad de tener íntima simpatía con un alma amiga, y expresé mi convicción de que mal podría considerarse feliz quien no hubiese disfrutado de tal dicha.

-Soy de su mismo parecer -repuso el extraño- . Somos seres incompletos si no nos ayuda a perfección nuestra naturaleza débil e imperfecta alguien más inteligente, mejor que nosotros, tal como debe serlo un amigo. Tuve una vez uno, la más noble de las personas, y por ello tengo derecho a opinar sobre la amistad. Usted tiene por delante al mundo y a la esperanza, y no debe de esperar. Yo, en cambio..., lo he perdido todo y no puedo recomenzar mi vida.

Al pronunciar estas palabras, vi aparecer en su rostro una tristeza serena que me conmovió profundamente. No volvió a hablar y al poco rato se retiró de mi camarote.

Aunque quebrantado espiritualmente, nadie es capaz de sentir con más emoción que él las bellezas de la naturaleza. El cielo estrellado, el mar..., todos los hermosos cuadros que no ofrecen estas maravillosas, parecen tener todavía fuerza bastante para elevar su alma por encima de la tierra. Este hombre tiene una doble existencia. Aunque sufra pesares y esté abrumado por el desencanto, cuando se retrae en su mundo interior es como un espíritu celestial a quien rodea una aureola en la que no penetran las penas.

¿Te sonríes ante el entusiasmo con que habló de este extraordinario aventurero? No lo harías si lo conocieses. Has sido educada y refinada por las lecturas y por el retraimiento del mundo, u por eso eres algo exigente, pero ello te capacitaría aún más para apreciar los méritos extraordinarios de este hombre maravilloso. A veces he tratado de descubrir cuál es la cualidad que le permite elevarse tan inconmensurablemente por encima de cualquier otra persona que yo haya conocido. Creó que debe ser una apreciación intuitiva, una capacidad de juicio rápida pero infalible, un poder de penetración en la causa de las cosas, cuya claridad y una voz cuyos tonos variables son una música que subyuga las almas.

Ayer, el extraño me dijo:

-Habrá comprendido fácilmente, capitán Walton, que ha sufrido desgracias sin paralelo. En cierto momento me prometí llevar conmigo a la tumba el recuerdo de esas desgracias, pero usted ha conquistado mi simpatía hasta el punto de hacerme quebrantar la promesa. Va en busca de conocimientos y sabiduría, como lo hice yo antes, y desea ardientemente que el cumplimiento de sus esperanzas no sea una víbora que lo pique, como lo fue para mi. No sé si la relación de mis desgracias le será de utilidad. Sin embargo, cuando pienso que sigue el mismo camino que seguí yo y se expone a los mismos peligros que han hecho de mi lo que soy, imaginó que podrá extraer de mi experiencia algunas enseñanzas que le sirvan de guía si triunfa en su empresa y que lo consuelen si fracasa. Dispónganse a oír sucesos que pueden considerarse maravillosos. Si estuviésemos en una naturaleza más cultivada temería quizá su incredulidad y hasta que hallará ridículo mi relato, pero en estas agrestes y misteriosas regiones parecerán posibles muchas cosas que provocarían la risa de quienes no están familiarizados con las siempre cambiantes fuerzas de la naturaleza.
Tengo además la seguridad de que mi relato lleva en sí la prueba de la veracidad de los sucesos que lo escalonan.

Comprenderás que me agradó su promesa. Aunque no podía aceptar que renovarse su pena con un relato de sus desgracias, anhelaba oír la narración, en parte por curiosidad y en parte por un intenso deseo de mejorar su destino si en mis manos estaba. Expuse estos pensamientos en mi respuesta.

-Le agradezco su simpatía, pero es inútil -repuso-. Mi destino está ya casi cumplido. Sólo esperó una cosa, y después podré descanzar en paz. Comprendo sus pensamientos - añadió, al ver quería interrumpirle -, pero se equivoca, amigo mío, si me permite llamarlo así; nada puede alterar mi destino. Escuche mi historia y comprenderá cuán irrevocablemente está sellado.

Después me dijo que empezaría su relato al día siguiente, cuando yo no tuviese qué hacer, promesa que agradecí con entusiasmo. He decidido que todas las noches, cuando no me lo impidan mis obligaciones, anotaré, con sus propias palabras si puedo, cuanto me ha dicho durante el día. Si estuviese ocupado, haré por lo menos algunos breves apuntes. Este manuscrito te proporcionará sin duda ratos muy agradables, pero yo, que conozco a su protagonista, que oigo el relato de sus propios labios, esperó leerlo con interés y simpatía extraordinarios algún día
Ahora mismo, al empezar mi tarea, me parece escuchar su voz, tan llena; tener fijos en sus brillantes ojos, que me miran con toda su melancólica dulzura; ver su mano fina alzarse con animación mientras las líneas de su rostro se iluminan con los destellos de su alma. Su relato tiene que ser extraño y emocionante. Debe haber sido tremenda la tormenta que azotó en su ruta a tan bravo navío y lo destrozó de tal manera.

FrankensteinWhere stories live. Discover now