Capítulo XIII

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A la mañana siguiente, Frank irrumpió de repente en el cuarto de Samuel.
—¡Samuel despierta! ¡Despierta!
—¿Que ocurre? —dijo Samuel con voz gangosa.
—Hoy es el cumpleaños de Rubén, ayer vino a decírmelo. Estamos invitados, ¡y no he comprado su regalo!
—¿Qué?
—Todos estamos invitados.
La mañana para los dos fue de compras y regalos. Ninguno de los dos sabía que regalarle a Ruben. Era tan distinto.
Terminaron por comprarle una playera estilo «retro». Aunque no sé que tan retro. Pues estaban en los años 80.
En todo el trayecto, Samuel no dejaba de pensar en Guillermo, como era que lo había cambiado, que después de todo, ahora ya no iba a quedarse con él.
Mientras empacaban la playera de Ruben, Samuel los vio. Primero vio a Guillermo, viendo una playera —suponía que era para Ruben— en la tienda.
Lo vio ahí, con su perfecto cuerpo, con aquel cuerpo que antes había sido suyo tantas veces. Aquel rostro que, cada mañana al despertarse era lo primero que veía.
Estaba decidido, iba a ir a hablarle. Quizás hasta venía solo. Podía darle el aventón y llevarlo a la fiesta de Ruben. Incluso hasta podría reconquistarlo. Sí, iba a reconquistarlo....
Daniel Flagg llegó y tomó a Guillermo por la cintura. Samuel seguía sin apartar la vista de ellos. Vio como los dedos de Daniel tocaban ligeramente la cintura de Guillermo. Guillermo sonrió, se dio la vuelta y se topó frente a Daniel Flagg. Entonces Samuel vio cuando lo besó. Fue algo más que un beso. Guillermo nunca había besado con tanta pasión a Samuel. Y eso Samuel pudo notarlo.
—Tío, ¿nos vamos ya? —dijo Frank. Se quedó mirando a Samuel, pero Frank nunca vio lo que Samuel veía.
—Sí, vámonos.
Samuel no habló durante todo el camino.
La fiesta era a las 08:30, y ellos ya estaban listos. Samuel sólo estaba esperando a que Frank se dieran los últimos toques de su peinado y listo.
—¿Tienes todo? —le preguntó Samuel.
—Sí. El regalo ya está en el auto.
—Muy bien, iré encendiendo el auto.
—Por cierto, Samuel... —dijo Frank. Samuel se giró hacia él—. Rubén ha invitado a Guillermo.
—¿Y?
—Que Guillermo nunca va solo a una fiesta... siempre va....
—Escucha, Frank, no voy por Guillermo. Voy por Rubén. Y prometo estar todo el tiempo contigo.
Frank asintió. Y se fueron a la fiesta.
Cuando ellos llegaron solo había unos cuantos en la fiesta. Luzu y Lana ya habían llegado. Y los dos fueron a saludarlos.
—¡Miren quienes han llegado! —anunció Luzu.
Frank y Samuel caminaron hasta donde estaba Luzu y Lana. Mientras Frank abrazaba a Luzu, Samuel saludó a Lana.
—Hola, Lana —le dijo Samuel, y le sonrió.
—Hola, Samuel —dijo Lana. Y le dio un fuerte abrazo.
Samuel se separó un segundo de ella. La miró fijamente.
—Estás embaraza.
—¡Sí! —dijo Lana—. ¿Quién te lo ha dicho?
Luzu miró a Samuel. ¿Como es que Samuel lo sabía? Luzu no lo había comentado con nadie, y Lana tampoco. Era imposible que lo supiese.
—Estás embaraza... pero...
—Samuel, ven conmigo un segundo —le dijo Frank.
Lo tomó de la camisa y lo llevó hasta cocina de Rubén.
—Si tuviste una visión, por favor no vayas a abrir la boca.
—Pero ella...
—Ella nada. La cosa es simple: tienes una visión de alguien a quien tocas, bien, la recibes, la vez y te quedas callado.
—Pero...
—¡Basta, Samuel! Te puedes meter en problemas.
Samuel agachó la cabeza. Asintió penosamente, y siguió platicando con los demás.
La fiesta iba muy bien hasta ahora. La música que tenía Rubén que era más o menos agradable, y las bebidas y botanas que había. Todos felicitaron a Rubén y les dieron sus regalos.
—Felicidades, Rubén —dijo Samuel, pero esta vez no quiso tocarlo.
—Gracias, Samuel. Es muy lindo.
—De nada.
—¿Sigues con Frank en su casa? —preguntó Rubén.
—Sí. Ahí estoy.
—Pues, aquí tienes también mi casa cuando quieras —dijo Rubén.
—Eso es muy lindo de tu parte.
—Es una mierda que Guillermo te echara de lo que también era tu casa.
—Bueno, realmente no echó así como así a la calle... fui yo quien lo abandonó durante muchos años. Lo abandoné estando en un mismo sitio por cuatro años. No me quiero imaginar como es que el estaba ahí todos los días y yo solo...
—Oye no —dijo Rubén—. No sé con qué mierda te ha llenado la cabeza Frank, o Guillermo si es que ya hablaste con él. Pero Guillermo hizo de todo menos visitarte.
Samuel lo miró atónito. Pensaba que Guillermo había ido a verlo. Quizás durante un año, y luego con lo de Daniel se olvidó de él, un año sí, quizás dos, y luego el olvido.
—¿Qué quieres decir?
—Oh, ahí llegaron —le dijo Rubén.
Samuel miró a la ouerta y en efecto, ahí estaban ellos dos. Guillermo con su gran esposo Daniel Flagg. Empezaron a saludar todos. Le dieron su regalo a Frank y Daniel fue a la mesita de bebidas y botanas a servirse cualquier cosa que se imaginen.
Mientras Daniel estaba ahí, Guillermo aprovechó el tiempo para hablar con Samuel.
—Hola, Samuel —dijo Guille.
—Hola, ¿qué tal? —dijo Samuel, el rostro se le iluminó al verlo.
—Bien, me alegra muchísimo verte.
Fue entonces cuando Guillermo lo agarró de sorpresa. Se abalanzó a los brazos de Samuel en un gran y caluroso abrazo. Samuel no pensó en nada. El simple hecho de que Guillermo volviera a abrazarlo le fascinaba. Pudo oler su perfume, sintió su piel.
Luego, vino la visión.
La horrible visión.
Guillermo Díaz iba a suicidarse.

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:O que sucederá.... xd
Muxhas gracias por los votos y leías, espero que las historias le agraden

La zona muerta  «Wigetta»Where stories live. Discover now