El secreto

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-Sino quieres contármelo no pasa nada-
-Si realmente pensases eso, no me hubieras preguntado, así que te lo contaré-
Hice una pausa, y después comencé a narrar.

Hace meses que todo esto empezó, unos cuatro o cinco, pero a las cuatro semanas de que este desastre comenzara, yo me reencontré con una persona. Yo confiaba en él, así que deje que viniera con nosotras. Ese chico no era sólo un antiguo compañero o amigo. Era mi novio. Por supuesto decidimos que viniera con nosotras. Todo era normal, caminábamos todo el día para buscar provisiones y un lugar en el que poder pasar la noche. Pero una noche, él decidió hacer la primera guardia, a lo cual yo accedí feliz, puesto que no había dormido en un par de días.
Las niñas y yo nos durmimos enseguida, pero en mitad de la noche me desperté. Y fue cuando lo vi.
Él estaba encima de Daniel, la cual estaba amordazada y atada de pies y manos. En esa misma situación estaba Atenea.
Vi como le metía la mano debajo de la camiseta a Daniel, mientras le daba forzosos besos por el cuello. Inmediatamente me levanté y me abalancé sobre él. Se quitó de encima de ella, y me dio un puñetazo en el estómago. No podía respirar, veía borroso. Me desplomé sobre el suelo. Entonces él aprovechó para volver a por Daniel. No podía tolerarlo. No podía permitir que un patán les hiciera daño. Me volví a abalanzar sobre él, pero esta vez devolviéndole el puñetazo. Le hice un corte en el labio, lo cual le enfureció.
-¡Pero qué has hecho pedazo de perra!- me quede sin habla. Seguía sin poder creer lo que estaba haciendo y lo que me había dicho. Me dolía ver quien era de verdad. Pero lo que más me dolía, era que yo hubiera tolerado eso.
-¡Aléjate de mis sobrinas!- en un rápido movimiento, cogí una pistola y le disparé en el hombro. Cayó al suelo, y fui rápidamente a desatar a Atenea. Después hice lo mismo con Daniel.
Vi como se desangraba, como la sangre salía a borbotones de su herida. Me acerque a él con rabia y asco. Le puse la rodilla derecha en el pecho, y con una mano urgué en su herida. Soltó un chillido de dolor, era lo mínimo que se merecía por lo que había hecho.
-Te voy a dejar que te desangres como un cerdo, porque eso es lo que eres, y después cuando te quede un suspiro de vida, pienso desmembrarte poco a poco. Finalmente, te dejaré en el bosque, para que las víctimas se alimenten de ti- puso una cara de terror indescriptible, pero hubo algo que me asustó. No sentí nada al decir eso. Pero eso no me detuvo. Le oía rogar por su miserable vida. Pero mi cara se mantenía impasible, sin emoción ni remordimiento. Me levanté de la posición en la que estaba, pisé su hombro, y acto seguido, le disloqué el brazo. Me gire y vi como las niñas ponían cara de horror.
-Scar...- Atenea dejó escapar un susurro.
Daniel estaba más pálida de lo que ya era. Me volví a girar hacia él. Se había puesto completamente pálido por la pérdida de sangre. No paraba de soltar chillidos y quejidos de dolor. Estaba a  punto de desmallarse.
Mi subconsciente me decía que parase, pero mi cuerpo se movía sólo. Le puse un pie en el cuello, e hinque la otra rodilla en su pecho. Necesitaba estar más cerca de su cara.
-Todavía no he acabado- susurré -Se me había ocurrido algo realmente bueno, pero ahora se me ha ocurrido algo mejor. No te voy a matar yo. Voy a dejarte fuera, para que otros se ocupen de ti. Creo que ese será un gran castigo para ti- pisé con más fuerza su cuello. Después lo cogí por el pelo, y lo arrastre afuera.
-Daniel, cuida de tu hermana- le exigí, sin siquiera girarme.
-Pero espera, Scarlet, ¿qué vas a hacer? Te estas pasando- le solté, y me gire bruscamente.
-He dicho que cuides a tu hermana- cerró la boca de inmediato y asintió. Atenea dejaba que las lágrimas resbalasen por sus mejillas. Era por mi culpa, lo sabía, pero él tenía que pagar por lo que les había hecho.
Encendí una de las linternas, volví a cogerle del  pelo, y me aleje de allí de forma rápida y tosca.
-Scar, Scar, por favor, no. Perdona, perdóname por favor. Hazme lo que quieras pero no esto-
-Lloras como una niña. Quizá sea porque no eres ni la mitad de hombre de lo que deberías. No sé que pude ver en alguien como tú-
-Scarlet, por Dios, perdóname, no sé que me ha pasado, simplemente me salió sólo, por favor, perdóname- lo solté y añadí.
-¡Cállate ya! Yo confiaba en ti... No te veía de esta manera... Ellas son todo lo que tengo... Tuve que matar a su padre, y vi morir a su madre... Pero cuando te volví a ver, creía que podría tener un apoyo, pero no. Ahora veo que sólo eres un cerdo. Por tu culpa, las niñas han visto que tengo un gran problema de autocontrol con mis emociones, me verán a mi como un monstruo en vez de a ti. ¡Te odio y ojalá nunca me hubiera enamorado de ti!- las lágrimas se peleaban entre si para ver quien era la más rápida para deslizarse por mis mejillas.
Le até los pies y las manos con una cuerda, y le deje tirado. Volví corriendo donde las niñas. Estaban abrazadas, llorando la una sobre la otra. Esa noche ninguna durmió. Al día siguiente fui al sitio donde deje a Alex, pero no estaba, sólo había un charco de sangre. Después desmontamos el campamento y nos fuimos.

Vi como Aiden ponía cara de asombro. Doble las rodillas, y las abracé.
-Perdiste el control de la situación, y por ello te comportaste de esa manera- me sorprendía que me hubiera dicho eso.
-Pero aún así. Eso no justifica el como me sentí al hacer todo eso. Desde ese momento, he rezado para que nada se pusiera en nuestro camino-
-Tu misma has dicho que tienes un problema para controlarte, no debes presionarte. Sólo necesitas un poco de apoyo-
-No puedo apoyarme sobre ellas. Esto ya es lo suficientemente duro como para que yo vaya y me apoye sobre ellas. Puedo hacerlo sola-
-No sólo las tienes a ellas. Estoy aquí. Sola no podrás, lo único que conseguirás, es que vaya a peor. Déjate mimar un poco por los demás. Seguro que tampoco te dejabas querer cuando ese tal Alex y tu estabais juntos- dio en el clavo. Nunca he sido cariñosa, ni con mis padres, ni con mi hermano, y tampoco con Alex.
Aiden extendió su mano para que yo la chocara.
-Sé que aún no me conoces y no te fias, pero, ¿me dejarás ayudarte?- le cogí la mano y añadí.
-Te daré una oportunidad- me sonrió, y yo le devolví el gesto.

El pueblo duermeWhere stories live. Discover now