1.Parejas Disparejas

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Douglas

La mudanza a Melville había sido eterna. Había tomado más de dos meses, ya que teníamos que transladar todos nuestros muebles y cosas de una punta de la ciudad a la otra. Pero papá y mamá estaban felices de mudarse a Melville, el famoso poblado al sur de Lakehill, mi antiguo hogar. Esta ciudad era famosa por sus calles en zigzag y su gran reloj hexagonal en el centro.

Yo seguía preguntándome cómo iba a hacer papá para manejar en calles en zigzag sin su permiso de conducir. Y también me cuestionaba cómo iba a hacer para soportar los gritos de mamá cuando mi padre conduzca por aquellas calles. 

Brett fue arriba mío todo el viaje, sacando su lengua por la ventanilla. Este husky siberiano había sido el regalo más esperado por mi cumpleaños número doce. Mi abuelo era un hombre reconocido por los campeonatos de trineo y Brett era uno de sus más valiosos huskys. Al morir, me lo obsequiaron a mí y nunca había estado más agradecido. Tenía la herencia de mi abuelo aplastándo mis piernas y ladrando cada vez que veía a alguien. 

—¿Cuánto falta? —preguntó Dave, mi hermano menor.

—Ya llegamos, amor. Ya falta menos.—contestó mi madre algo irritada.

Dave había preguntado unas trescientas veces cuanto faltaba para llegar, en un minuto. Y yo me moría por ir al baño.

—¿Podemos parar? —pregunté. —Tengo que ir al baño.

—¿Ahora? —preguntó papá. —¿No puedes esperar a que lleguemos?

—¿Quiéres que tu hijo muera por una explosión de vejiga? 

Dave asintió y lo miré entrecerrando los ojos. Mi madre bufó y blanqueó sus ojos. 

Una estación de servicio se hizo presente en mi campo de visión y la señalé.

—¡Allí! —grité. —Frena.

Papá detuvo el auto y mi madre se bajó del mismo para comprar algunas cosas en el market de la estación. Yo solo pensaba inodoros y papel higénico. 

Parece que Brett también tenía que ir al baño.

Al salir de los cubículos, un poster de la prestigiosa secundaria de Melville invadió mis ojos. Mañana empezaría mis clases allí y, lo mejor, era que no tenía que empezar de cero con la parte de hacer amigos. Alex Hamilton y Malia White, me esperaban. Ellos habían sido mis mejores durante toda la primaria. El único detalle es que, con ellos nunca perdí contacto como sucedió con Cailin Simon, mi antigua enemiga y ahora fantasma del presente. 

Terminé de lavar mis manos y Dave me esperaba afuera del baño.

—¿Tanto te demoras?—preguntó haciendo una mueca de asco con su cara.

Revolví su pelo y, acto seguido, se agachó y puso cara de querer vomitar.

—Dime que te lavaste las manos. —chilló.

—¿Desde cuando te interesa? —pregunté. —Por cierto, no, no lo hice.

Sacó su lengua y llamó a mamá. Otra vez me ganaba un reto por culpa de Dave. 

[°°°]

Admito que no era lo que esperaba. La casa era enorme y estaba rodeada de grandes pinos. Me llamaba la atención su color verde turquesa. Demasiado raro, pero me fascinaba. Nuestro nuevo hogar constaba de dos plantas. Y mi habitación era lo suficientemente grande para que entrase mi cama y la estantería en forma de ¨L¨que había hecho con mi padre hacía unas semanas.

—Te cambio de habitación. —insistió Dave apoyado en el marco de la puerta.

—No, no, no  y no Dave. Tu habitación era la más grande en la antigua casa. —dije recordando que apenas entraba mi computadora en aquella pieza.—Ahora déjame esta.

Douglas & CailinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora