1. De camino a Estigia

Začať od začiatku
                                    

El tipo rio entre dientes mientras su gordo compañero se guardaba su pistola entre el pantalón, satisfecho por lo que hizo. La sangre manchaba mi chaqueta, goteaba cálida en el suelo y entre mis manos, tiñéndome de carmesí. Alcé la vista hacía los dos ladrones, no evité el carcajearme, percibí esa energía que crecía en mí, cada vez que olía la muerte.

Los dos me miraron con gesto fruncido tratando de comprender por qué me burlaba si según ellos ya cavé mi tumba. Con las manos manchadas y al tipo aún encajándome el cuchillo en el vientre, lo agarré del brazo. La sangre se tornó negra deslizándose hasta cubrir la mano del sujeto. Noté el terror en su mirar, el miedo de su corazón.

—¡Hey, tú! —le hablé para captar su atención. Él, aterrado, con el rostro pálido, me observó.

Le tomé el brazo con más fuerza, al punto de querer quebrárselo, pero me dio pena por el desgraciado. El líquido oscuro subió por su cuello hasta escabullirse por su boca. El maleante gritó, luchaba pero el pavo lo volvía inútil. Mi sangre entró por su nariz, se retorcía por el dolor, su piel quedó totalmente blanca y sus ojos perdieron ese brillo de lucidez para tornarse opacos de enfermedad.

Eché un vistazo tras él para saber si su gordo compañero estaba pero huyó como cobarde.

Hecho mi cometido, solté al tipo con asco de haber sido benévolo con él, dejándolo tirado en el suelo, con el rostro inexpresivo pero el cuerpo retorciéndose de dolor. No me importaba su estado, igual estaba condenado como toda su raza.

—Buen espectáculo, Eddy. —El recelo me revolvió las entrañas. Sabía quién era, quería patearle la cara.

—Tengo un nombre y ese es Hades —musité, inconforme. Me volví a ver tras de mí.

Un hombre vestido de traje blanco me observaba, a unos cuantos metros de donde estaba, oculto por un poste de luz. El sombrero de ala ancha blanco que llevaba, ensombrecía su rostro, siendo lo único notorio sus ojos dorados que brillaban de forma tenue. Salió de su escondite, con porte erguido caminó hacia mí. Era más alto que yo y más delgado pero eso era por el gusto con el que moldeó su cuerpo mortal.

—Te digo Eddy porque ese es tu nombre mortal, te queda bien con esa apariencia de, ¿cómo se dice? Chico malo.

Sonrió burlón, dejando a la vista su perfecta dentadura blanca y rojiza barba, dejándome las terribles ganas de destrozarle la cara.

—Y tú, Ernest, cuéntame por qué tengo el privilegio de tenerte aquí. —Igual que yo, Hermes, el patético mensajero de los dioses me advirtió de forma despectiva; también odiaba su nombre mortal.

—Mi padre quiere verte, donde siempre se reúnen —enunció, dirigiendo la mirada a otra parte.

—Y se puede saber ¡para qué demonios me quiere! —exclamé, con evidente molestia.

Recordé la última vez que estuve ante Zeus, me exigió que volviera al inframundo, a lo cual me rehusé, me había acostumbrado al plano terrenal. Él nunca le pareció esa especie de afecto que le tomé al mundo de los vivos así que, para que hiciera caso me amenazó con arrebatarme mi cargo, pero heme aquí, haciendo la voluntad a la que él se negaba.

—Dijo que es importante, que de ser necesario vendría por ti —informó, siendo indiferente, sacando del bolsillo una cajetilla y un encendedor.

Caminé hacia él de brazos cruzados, viendo cómo lidiaba para prender un cigarrillo; era algo que se me daba fácil, el dañar las cosas. Reí malicioso hasta que estuve frente a él.

—Dile a mi hermano —murmuré por lo bajo, Hermes me miró de reojo—: que si se atreve a venir sabe lo que pasará. Son mis dominios y si pone un solo pie aquí, se las verá conmigo.

El Descenso De Hades ©Where stories live. Discover now