Capítulo 25

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¿De qué quieres hablar? —su voz se torna sería.

Me tomo un momento para pensar lo que le voy a decir. Organizo los beneficios y las consecuencias de esta llamada. ¿Qué pasara si ella no sabe y le cuenta a Dylan que la llame para eso?

—¿Tú sabes lo que paso entre Dylan y Amanda?

Un silencio eterno se deja venir en la llamada. Creo que Leticia no sabe que paso entre ellos, quizás no quiere hablar del tema conmigo o está esperando a que Dylan me lo cuente. La verdad no sé.

Está bien —responde rompiendo el silencio—. Esto es lo que sé. Amanda y Dylan fuero novios por un tiempo... —hace una pausa—. Dylan era un chico muy gentil y amable. Cuando comenzó su relación con Amanda (hace dos años), él estaba tan emocionado como un niño... —escucho un suspiro al otro lado de la línea—. El punto es que Amanda jugó con él, pero no sé muy bien como.

Ahora entiendo algo. Amanda jugó con los sentimientos de Dylan, de una manera dolorosa, tal vez.

—Gracias, Leticia —agradezco.

Espero te haya ayudado. Hablamos luego.

Y la llamada se corta. Ahora tengo que procesar la información en lo que queda del día. Tomo la botella de agua y le soy un sorbo, necesito refrescarme. Debería pedir ayuda para pasar esto, así que lo hago. Tomo nuevamente mi móvil. Contactos. Lana Lewinsky. Y le escribo un mensaje rápido:

«Lana, necesito que vengas ahora»

Enviado a las 03:11 p.m.

Dejo el aparato en la mesita y me tumbo nuevamente a la cama para poder pensar. Me relajó un poco y los párpados comienzan a cerrarse, pero contengo las ganas de quedarme dormido. Tengo que hablar con Lana o alguien, sino no sé que pasara.


Los minutos transcurren. Lana aún no ha llegado, quizás no ha visto el mensaje. Por lo menos ahora puedo llegar a una conclusión por mí mismo. Tengo una gran curiosidad por saber la versión de los hechos de Amanda y la razón por la cual lo hizo. Al igual que quiero escuchar como se sintió Dylan. Por lo tanto, me conformo con mi versión inventada por mi mente, que no considero que sea la real, pero mi cabeza la formulo una vez que Leticia me lo contó.

Alguien llama a la puerta. Con pocas ganas voy a abrirla, hasta que veo a Lana parada en frente con su móvil en la mano. La dejo pasar a la recámara. Jonás está atrás de ella como perro faldero así que también lo dejo entrar. Sí dos cabezas piensan mejor que una, entonces tres cabezas superan los límite de dos.

Lana se recuesta en la cama, como si se tratara de la de ella. Jonás se limita a observar y no decir ni una palabra, aunque nuestras habitaciones son prácticamente iguales, aún el chico muestra signos de sorpresa.

Lana se levanta de la cama en forma que queda sentada, cruzada de piernas y con sus dos manos puestas en la manta. Yo me dedico a formular la pregunta que le voy a hacer a la chica lectora, lo cual igual Jonás me puede responder. Recuerdo que el chico lector estuvo los tres años con Dylan, él puede saber algo sobre la relación de Amanda con el chico castaño.

—¿Para qué me contactaste, pequeño Juan Pablo? —pregunta Lana—. Si es por sexo, contactaste a la persona equivocada. La correcta es Majo.

—¿Qué? N-no —me sonrojo al sólo pensar en la palabra sexo—. Es sobre otra cosa.

Jonás se acerca cautelosamente a Lana y me queda observando, para oír lo que le vaya a decir.

—¿Saben algo sobre lo que paso entre Amanda y Dylan?

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