-Me llamo Ubaldo y no te burles de mi nombre. -El chico extendió la mano y lo miró como retándolo a hacerlo.

Hansel jamás había entendido por qué a la gente le gustaba burlarse de los nombres. Él había sido blanco de muchas burlas durante sus años escolares. -Hansel -dijo, estrechándole la mano.

-Oh. -Fue lo único que salió de la boca de Ubaldo, que lo miró con los ojos muy abiertos, antes de darle unas palmaditas en el brazo a modo de ¿consuelo?

-¿Sabes qué significa tu nombre? Los nombres solían tener significados importantes. No como ahora que la gente carga a sus hijos con cada combinación horrible de letras o palabras. -Ubaldo se estremeció de solo pensarlo-. Mi nombre significa inteligencia y audacia. -Miró a Hansel con una gran sonrisa-. Me gusta leer sobre temas poco comunes -dijo a modo de explicación.

Hansel lo miró sin saber si Ubaldo esperaba algún tipo de reacción o comentario de su parte. -Mi madre dijo que mi nombre significa regalo de Dios. -Se encogió de hombros.

-Oh, ¿eres... um... cristiano, católico, o lo que sea? -preguntó Ubaldo un poco incómodo. Él era agnóstico.

Hansel negó. Su mamá jamás había pisado una iglesia, aunque encendía velas. Hansel suponía que a los santos.

-Bien. -Ubaldo recuperó su viveza-. ¿Qué traes en el compactador?

-Mi ropa... mis cosas. -Hansel miró las manos vacías, con uñas pintadas de verde, de Ubaldo.

-¡Yo también traje mis cosas! -anunció, riéndose y mostrándole su equipaje recostado de la pared a su lado: una antigüísima mochila de lona antigua con imágenes de extraterrestres-. ¿Crees que nos acepten? Porque llevo dos horas aquí y solo han aceptado a uno desde que llegué.

Hansel se encogió de hombros.

-No eres de mucho hablar, ¿verdad? Mi exnovio, el hijodeputainfiel, decía que yo hablaba por diez. -Ubaldo revisó su proyector tridimensional satelital, con una cubierta de alienígenas que imitaba la de los celulares clásicos.

Hansel se rascó el cuello. Se le hacía un poco difícil seguir la línea de pensamiento del chico.

-¿Por qué número van? -preguntó un hombre detrás de Hansel, haciendo que los jóvenes se sobresaltaran.

Ubaldo y él se voltearon a mirar al hombre. Su traje gris electrónico y su iCommunicatorWatch gritaban Ejecutivo.

Hansel dejó que Ubaldo contestara, porque él prácticamente acababa de llegar también.

-No nos dieron número. Según me han explicado, solo dijeron que hiciéramos una línea. Ya llevo dos horas aquí. -Ubaldo miró al hombre de pies a cabeza. Era guapo, aunque jodidamente serio-. ¿Estás aquí por el intercambio o vienes acompañan...?

-¡Maldición! Tendré que llamar a mi oficina y decir que no podré volver en lo que resta de la tarde -refunfuñó el hombre, pulsando los números que aparecieron en la manga de su chaqueta, mientras daba unos pocos pasos para hacer su llamada.

-¿Por qué siempre me atraerán los idiotas? -refunfuñó Ubaldo en voz baja-. ¿Qué edad crees que tenga? -preguntó, pegándose a Hansel para cotillear, pero sin dejar de mirar al serio ejecutivo.

-¿Treinta? -dijo Hansel, encogiéndose de hombros, mirando hacia la línea-. Tenemos que movernos.

-¿Qué? -Ubaldo miró por encima de su hombro-. ¡Carajo!, ¿en qué momento se movieron tanto? -Agarró su mochila y se movió deprisa.

Hansel miró al ejecutivo y luego a Ubaldo que lo llamaba con la mano. -Disculpe, tenemos que movernos. -El hombre no le hizo caso. Él se encogió de hombros y caminó a paso lento, reuniéndose con Ubaldo.

El IntercambioWhere stories live. Discover now