Ira

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Una mujer de gran belleza le sonrió al pequeño bebé que cargaba entre sus brazos. El infante la miró con sus ojos oscuros mientras alzaba sus manitas. Acababa de nacer, era tan pequeño e indefenso.

El bebé cerró sus ojos mientras la madre entonaba una canción de cuna. Cuando el niño se hubo dormido, la puerta se abrió de manera brusca. La figura de un hombre irrumpió en la habitación casi vacía.

—Raziel, es muy pequeño, no puedo dejarlo solo.

La figura de un ángel con aspecto de hombre, pero con enormes alas blancas la miraron con compasión.

—Si te quedas con él lo matarán —respondió el ángel—. Encontré a una familia, la mujer no puede tener hijos y ambos son muy devotos, creo que el niño estará bien con ellos.

Ella asintió resignada, dejar a su pequeño que acababa de nacer no era nada fácil para una madre. Abrazó a su bebé que había despertado a causa del ruido.

—Ariel, tú debes regresar. Sabes que tu bebé no es un ángel completo, no puede subir arriba, y no puedes quedarte con Asmodeo, los demonios como él no pueden amar —la mujer asintió, una lágrima bajó por su rostro tocando la frente de su hijo.

—Prométeme que cuidarás de él, si llega a estar en peligro debes hacer todo lo posible por ayudarlo. Protégelo de los ángeles y también de los demonios, cuídalo, Raziel.

—Te lo prometo, ahora dame al niño. —Ariel le extendió a su bebé, el ángel lo tomó entre sus brazos y le sonrió—. Es un tanto extraño, ¿no te parece? Es mitad demonio, ángel y humano.

—Mi cuerpo humano le otorgó la mortalidad.

—Tal vez eso es lo mejor, podrá morir sin tener que esconderse por siempre. Si este pequeñín crece en el anonimato, podrá tener una vida tranquila sin hacer uso de su poder hasta que llegue el momento. Para todos los demás, tú tuviste una niña.

—¿Puedo darle un beso de despedida? —el hombre acercó al bebé a su madre y ella besó su frente—. Te extrañaré mucho, hijo mío.

—Ya es hora. —Raziel le entregó una daga de plata con adornos de diamantes y rubíes. Ella la colocó en su pecho mientras rezaba para sí misma.

Las imágenes fueron pasando velozmente por la mente de Ryeowook hasta que llegó en una en específico.

—Señor monstruo, por favor no me haga nada.

—¿Monstruo? Soy un íncubo.

Los niños se hicieron amigos, jugaron durante horas y finalmente una persona los interrumpió, ese era el padre de Kyuhyun, furioso y sin piedad borró la memoria de Sungmin, o más bien lo hizo olvidar lo pasado, pero todos eso recuerdos seguían muy escondidos en su mente y Ryeowook los había encontrado.

That boy is a Monster (KyuMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora