capitulo 16

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Jadeante en el frío de las rocas su pecho subía y venía con velocidad, sabía que sus actos traían consecuencias.

¿Por qué nadie la dejaba en paz?

Nadie se tomaba la suficiente importancia para explicarse. Unos la querían asesinar, otros entregar o usar pero nadie le explicaba las razones.

El cielo comenzaba a ponerse violeta y naranja, el sol se abría paso en el horizonte pero otra sorpresa atrajo a sus oídos.

Un aleteo constante cerca suyo le hizo alertarse, fue entonces cuando su mirada se clavo en una figura humanoide brillante y con alas que descendía de entre los árboles llegando a ella, abarcando su vista entre sus alas y la belleza.

— Mira como te han dejado. — Un ser andrógino blanco aperlado, la luz hacia brillar su piel que era cubierto en prendas blanquecinas y doradas.

Sus cabellos eran rubios casi blancos y de unos penetrantes ojos turquesa, igual que ella. Sus alas, múltiples de ellas dispersadas y algunas cubriendo su hermoso rostro, dejando a total exposición su boca.

— No te atrevas a tocarla cosa asquerosa. — Estaba tan embelesada que al oír la voz de Aaron se disgusto. Tanto el ser místico como ella voltearon a verle.

Yo con incredulidad y él con asco.

— Yo soy Hazael, enviado divino. — Incluso su voz te engatusaba.

Me tendió su mano la cual estaba dudosa de aceptar porque incluso tocarlo parecía un pecado.

Aaron, por otro lado, estaba que se moría por dentro. Cuando trataba de mirarlo bien Hazael me tapaba la vista haciendo que solo me fijara en él.

— Oye niño bonito, ella ya tiene alguien quien le sirve fielmente. — Aaron se acercaba con pisadas pesadas que quemaban las hojas.

— ¿Y dónde estuviste cuando la mallugaron? — Su voz parecía acuchillar el alma de mi compañero de infancia. Un regaño obvio ante su completo descuido.

— Ven, aquí yo te sanaré. — finalmente se inclino y me cargó en sus brazos, envolviendo mi cuerpo en su luminoso ser. Sentía un confort indescriptible. — Todos ciernen sus visiones sobre ti y nadie se toma el tiempo por velar por tu alma y corazón. —

— Maldita gallina horrenda. ¿A dónde crees que te la llevas? —

— No me dirijas la palabra, mundano. — De Hazael, de entre sus costillas saco una inmensa lanza, tan brillante que te deshacía las pupilas.

— Has ido por turbios caminos, mi dulce criatura. Pero nuestra señora siempre vela por quienes más perdidos se encuentran. —  Aaron sabía que no tenía oportunidades contra el angelical.

No le quedaba de otra más que alejarse y ceder.


Me había quedado totalmente dormida y para cuando desperté estaba tendida en una plancha de puro mármol. Mis heridas eran cubiertas por un brebaje dorado que se tapaba con telas blancas, el olor era afrutado, sumamente refrescante.

Y extrañamente las visiones y los ecos no me molestaban ni un poco estando ahí.

Eso sí, estaba tan bien iluminado que cegaba pero finalmente vi a la entidad. Tenía un mortero de cuarzo donde trituraba distintas piedras preciosas y líquidos en ella.

Sus alas se arrastraban por el suelo y sus músculos estaban más relajados que en un inicio cuando lo encontré.

— Finalmente despiertas. — Me dijo dando me las espaldas. ¿Cómo era posible si ni siquiera me había movido o dicho nada?

— ¿Cómo es que tú-? — Me interrumpió.

— Fui bendecido con la gracia de la claridad. Puedo saber y ver cosas sin mirarlas directamente. — Su cuerpo cambiaba, era impresionante pero ahora pasó de ser un ser totalmente andrógino a un cuerpo altamente fornido. Tonificado pero sin llegar a ser exagerado.

Su espalda estaba al descubierto y al triturar lo que sea que estuviera haciendo el movimiento de sus músculos en su espalda se veía increíble. Desde los omoplatos hasta la ciática.

— Pero tampoco recuerdas quién soy. — Paso su menjurje a un lindo frasquito. Ahora sí, teniendo la vista de frente.

— Bueno, parece que hace mucho me hacía de muchos amigos... Peculiares. — Soltó una simple risa y se acercó a mi poniendo un poco del líquido morado en su pulgar y finalmente presionandolo en mi frente.

Parecía que viajaba entre vivencias y vidas pasadas propias y de muchos tantos. Podía verlos, estaba físicamente ahí pero nadie, ni siquiera yo misma podía verme.

Era omnipresente.

Había un pequeño batallón, similar al manto romano, con sus armaduras doradas y plumas rojas, cascos finamente tallados. Detalles que les cubrían desde el pecho hasta los pies y sus alas que del tronco colgaban hilos rojos, según a mi entendimiento, benditos por la divina esperanza.

Una lejana voz le gritaba.

— ¡Capturarla es la prioridad! No podemos seguir perdiendo la ventaja. —

— Los recién llegados perecerán. Dime madre cuál es nuestro destino. —

Nuevamente transportada con rapidez ahora veía una cuenco inmenso donde se diluia imágenes de un ser inmenso. Un demonio de altura descomunal, con apariencia esquelética del cual se desprendían cenizas.

Poseía bocas y ojos desperdigados por su cuerpo y su cráneo era adornado de grandes cuernos por las brasas inextinguibles que se extendían desde sus hombros y caían a sus pies  en una capa carmesí.

Pero si te fijabas con atención podías ver qué de todo eso entre sus brazos yacía si propio cuerpo. Semi inconciente.

— ¡Zalgo, estás rompiendo los acuerdos! No puedes hacer esto y lo sabes. —

— Que dios se encargue de darte el castigo que te mereces. — decían los ángeles.

— ¿Dios? Su dios los ha abandonado, a mí me fue prometido el día del juicio final. —

Consumando el mal en una danza diabólica con el mismo abismo una inmensa lanza con destellos cargadores atravesaba finalmente su corazón.

Ese era su final. Estaba destinada a un ciclo inquebrantable para mantener la balanza entre el bien y el mal.

La vida del hombre y lo paranormal.

Una vida para salvar a billones más.

Su vida.

Recupero la conciencia, de sus ojos caía sangre espesa. Estaba temblando, ningún mortal soportaría tal revelación.

Pues la mente y el cuerpo humano no estaban hechos para soportar esa información.

— ¿Q-Que fue eso? — Busque el rostro del ángel totalmente desconcertada, a ciegas.

— Solo te devolví un poco de los recuerdos que te fueron arrebatados— Retrocedió tomando una toalla húmeda y volviendo para limpiar mi rostro de la sangre. — No te esfuerces tanto, la visión tarda en volver. —

Después de eso le pedí tomar una ducha y fue lo bastante empático para decirme dónde y como. Él incluso traía ropa para cambiarme.

Extraño...

𝑳𝒐𝒔𝒕 𝒎𝒆𝒎𝒐𝒓𝒊𝒆𝒔Where stories live. Discover now