¿Por qué?

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Anne

Pasan los días lentamente en el hospital. Según el médico voy mejorando bastante rápido y yo también lo creo. Hacía tiempo que no me sentía tan bien, es una sensación extraña en mí. Aunque a partir de ahora tendré que estar medicándome el resto de mis días vale la pena porque es como si hubiera vuelto a nacer y no pienso desaprovechar ninguna oportunidad. Si algo he aprendido de todo esto es que hay que vivir el día a día como si no hubiera un mañana porque nunca se sabe, cualquier día te puede cambiar la vida y nunca podrás dar marcha atrás para cambiarlo.

- Bueno Anne, el médico ha dicho que ya puedes irte a casa. .- me dice Zoe mientras recoge algunas cosas de la habitación.

- ¿De verdad?- pregunto sorprendida. La verdad, yYa tengo ganas de volver a casa.

- Si. - me dice sonriendo.- Ahora te traigo el informe. Vete vistiéndote si quieres.- y se va.

Mi madre abre el pequeño armario que está situado a la derecha de la cama y me saca la ropa para que me vista. Me ayuda a cambiarme porque todavía me hago un poco de daño al moverme.

- Bien, aquí estoy otra vez. -dice Zoe mientras entra en la habitación.-Toma, aquí tienes el informe y este papel lo entregáis a la salida en recepción para que os den cita para la semana que viene para una revisión. ¿De acuerdo?

- Muy bien gracias. - contesta mi madre y coge todos los papeles.

- Si necesitáis cualquier cosa me decís, ya sabéis que vivo al lado.- nos guiña un ojo y nos reímos.

Caminamos despacio porque yo no puedo ir más deprisa y nos metemos en el ascensor. Menos mal que está casi vacío, no me apetecía estar apretujada entre un montón de gente. Llegamos a la planta baja y yo me siento en una silla de la sala de espera mientras mi madre entrega los papeles en recepción.

-¿Anne? Eres Anne ¿verdad?

Levanto la cabeza para ver quién me está llamando. Un señor de unos 45 años vestido de traje y peinado con la raya hacia la izquierda muy bien hecha esta justo a mi lado y mirándome. Me quiere sonar su cara pero creo que no lo conozco, solo que se me parece a alguien.

-Perdone, pero... no sé quién es usted.- digo educadamente mientras intento mirar si vuelve mi madre. No me siento a gusto con ese señor que no conozco pero él a mi sí.

- Nunca olvidaría esa cara tan dulce y bonita que tienes. No has cambiado nada. Sigues teniendo la misma cara, los mismos ojos... - me dice.

- Perdone, pero me tengo que ir.- le digo mientras me levanto. No me gusta ese hombre. Empiezo a caminar pero me agarra del brazo. Yo lo miro y me sonríe. No consigo adivinar a quién se me parece. Esa sonrisa... la he visto en alguna parte.

- Anne, soy yo. Anthony, tu padre.

- ¿Mi padre?- no creo haber oído bien pero al pronunciar esas palabras el asiente con la cabeza mientras me sonríe. Ahora ya recuerdo esa sonrisa. La vi una vez en una foto que encontré en un baúl cuando tenía diez años pero cuando mi madre me la vio la rompió y la tiró a la basura. El señor, o mejor dicho mi padre sigue mirándome. Creo que espera a que le diga algo pero no sé qué decir, pensé que nunca lo iba a ver. Nos abandono a mi madre y a mí cuando yo era pequeña.

- Anthony...- dice una voz a nuestro lado. Giro la cabeza y veo a mi madre con cara de asombro o tal vez confusión.

- Marie... ¿Cuánto tiempo?

-¿Cuánto tiempo? Nos dejas abandonadas, casi en la ruina y te presentas aquí, sin más ni más y lo primero que dices es ¿Cuánto tiempo?

-Podemos hablarlo fuera. - dice indicándonos la salida. Mi madre me agarra del brazo y con voz firme dice:

- No creo que haya nada de qué hablar. - Nos damos la vuelta y salimos del hospital.

- Espera Marié- dice una vez que estamos fuera. Mi madre toma aire y se gira.

-¿A qué has venido?

-Bueno.... No pensaba encontraros aquí. He venido para ver a mí... a mi mujer. Hemos tenido un hijo.

Mi boca casi me llega al suelo al oír esas palabras. Mi padre, el que nos abandonó, se ha vuelto a casar y ha tenido un hijo. No me lo puedo creer. Miro a mi madre que también se ha quedado de piedra.

- ¿Un hijo?- repite mi madre.

- Si, verás Marié... lo siento. Siento mucho todo lo que os hice. Ahora... ahora he cambiado y... he rehecho mi vida.

Mi madre asiente lentamente. Creo que esta conteniendo las lágrimas. Yo estoy que todavía no me lo creo, no soy capaz de reaccionar.

- Me alegro por ti.- dice finalmente mi madre y se da media vuelta. Me vuelve a agarrar del brazo y nos dirigimos hasta nuestro coche. Una vez dentro, lo arranca y nos dirigimos a casa. No decimos nada ninguna de las dos. Yo tengo curiosidad por preguntarle algunas cosas pero sé que no es el momento.

Llegamos a la misma vez que Nathan. Cuando nos ve, viene corriendo a ayudarme a salir del coche. Es tan majo. Salgo del coche pero mi madre se queda dentro agarrada al volante y mirando hacia el infinito. Me asomo antes de cerrar la puerta para preguntarle por qué no sale pero antes de que lo haga me dice:

- Tengo que hacer unos recados. Enseguida vuelvo.

- Pero...- intento que me lo explique pero me lanza una mirada amenazadora así que me limito a cerrar la puerta del copiloto. Me aparto y veo como se marcha.

- ¿Qué le pasa a tu madre?- me pregunta Nathan que parece un poco confundido también.

- Hemos visto a mi padre.- le digo sin dejar de mirar en la dirección en la que se ha ido mi madre.

- ¿A tu padre? Pero no... ¿no se había ido?- está tan sorprendido como yo.

- Por lo visto no... Se ha casado otra vez y acabada de tener un hijo.- bajo la mirada y Nathan se acerca más a mí.

- Vaya...- dice.

- Dieciocho años sin saber nada de él y ahora...- no puedo continuar tengo ganas de llorar pero no quiero hacerlo. No quiero llorar por un padre que me abandono.

- ¿Os a dicho algo?- me pregunta bajando la voz.

- Dice que lo siente pero... que va a sentir. Si lo hubiera sentido hubiera vuelto a casa... pero nunca volvió. - ahora ya no las puedo contener más y acabo llorando a lágrima viva. Nathan me abraza y yo lloró sobre su pecho. Cuando pensaba que todo iba a ir bien por una vez, llega "mi padre" y lo estropea todo. El abdomen me empieza a doler debido a la respiración agitada y me llevo la mano hacia el abdomen.

- ¿Estás bien? ¿Te duele?- dice con preocupación. Me seco las lágrimas con las manos y asiento con la cabeza.

- Vamos te acompaño a casa.

Me pasa el brazo por encima de los hombros y entramos en mi casa. Me quito el abrigo y nos sentamos en el sofá. Le cuento lo que ha pasado desde el principio pero el cansancio me puede y me quedo dormida tumbada sobre el regazo de Nathan mientras me acaricia el pelo y me tranquiliza. A su lado todo me parece distinto, siento una paz y una tranquilidad que no encuentro en ningún otro sitio.



Más allá de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora