Año 1.610 de nuestra era.
La Coruña (Galicia)
En algún lugar cercano a la aldea de Leboreiro,
en la ruta del Camino de Santiago.
En una huerta fértil y abundante en torno a una casita de piedra en mitad de los campos, el sacerdote Apolinario es crucificado sobre una hoguera, condenado por la Santa Inquisición por apostatar de su fe y hacer tratos con el Diablo.
-Sacerdote Apolinario –recita el inquisidor general leyendo la sentencia del procesado-: por el pecado de haber dado muerte a decenas de infantes, a vírgenes y a peregrinos del santo Camino que lleva a Santiago, a los que ofrecíais en sacrificio al Maligno para la obtención de favores en forma de tierras fértiles y frutos en abundancia. Por causar con tus embrujos y con tus tratos perversos el malogro de las cosechas de tus vecinos. Por estos pecados y muchos otros que podáis haber cometido y de los que sólo el ojo de Dios tenga constancia, este tribunal os condena, por inspiración divina, a morir crucificado y quemado para que cese así vuestra vileza y regrese la paz a Leboreiro y al santo Camino.
-Amén –pronuncia el resto del tribunal inquisitorial.
-Sacerdote Apolinario: manifestad que os arrepentís para que vuestra alma se salve del fuego eterno antes de que seáis incinerado vivo. ¡Manifestadlo!
-¡Matadlo de una vez! –clama la turba de vecinos reunida en torno a la hoguera.
-¡No, no me arrepiento de nada! –confirma el condenado para admiración de los presentes.
-Sacerdote Apolinario –prosigue el juez inquisidor-, ¿os arrepentís de vuestros pecados? ¿Sí o no?
-¡No, no, no! ¡No me arrepiento os digo! ¡Soy un adorador de Satán! ¿Me oís? ¡Satán es mi pastor! ¡Con él nada me falta!
-Prended la pira –ordena el inquisidor con frialdad.
-¡Regresaré! Oídme bien. El primer año Xacobeo del siguiente milenio, en el momento en que las estrellas de Orión brillen y el lucero del alba resplandezca en una noche sin luz, regresaré a la vida cuando la sangre de mi sangre invoque mi nombre y clame mi ayuda –pronuncia el condenado a modo de profecía.
Sin hacer caso de sus palabras, el verdugo prende fuego a la hoguera.
El cuerpo del sacerdote hereje no tarda en envolverse entre las llamas y perecer entre convulsiones y gritos de dolor.
-¡Regresaré a la vida! ¡Os juro que regresaré para loar al Diablo y dar muerte a las huestes de Jesús! ¡Regresaré! ¡Os lo juro! ¡Regresaré!
Según abandona la vida el cuerpo del sacerdote, la huerta rica y abundante se reseca en cuestión de segundos, y su excelente cosecha se echa a perder ante la atónita mirada de los presentes.
-¡Es obra de Dios! –claman unos ante la vista del prodigio.
-O del Diablo –opinan otros.
La turbamulta abandona el lugar y marcha asustada hacia sus casas.
Año 2004. En el mismo lugar:
Sobre la misma estaca en la que fuera crucificado el brujo Apolinario, se erige ahora un solitario espantapájaros recubierto con andrajos y briznas de paja, a un extremo de la misma huerta. La fecundidad del terreno parece no haber prosperado con el paso de los siglos, y olivos, cepas y demás plantaciones continúan igual de resecas y sus frutos arruinados.
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Delirios de Terror (relatos breves de misterio y horror)
Horror¡Delirios de terror! Relatos breves de terror sobrenatural. Situaciones angustiantes que se tornan reales en la piel de los protagonistas, y que provocan en el lector un intenso desasosiego tras serle abierta la puerta a una realidad distinta a la...