—Suena genial...

Sin embargo, una pregunta me ronda la mente. ¿Dónde encajo yo en todo esto? Ya sé que apenas hemos empezado algo, que somos unos críos y mañana todo puede irse al garete, pero me gustaría pensar que podemos tener un futuro juntos y ver que para él está todo tan decidido, no ayuda.

—¿Y tú?

Vaya, la gran pregunta. Me encojo de hombros.

—No tengo nada pensado.

—Pero algo te gustará especialmente...

Me doy cuenta de que apenas he analizado mi futuro y que el próximo curso tendré que elegir carrera. Me retuerzo las manos, nerviosa.

—¿Leer? No creo que de eso se viva. En fin, me tendré que poner a ello cuanto antes, visto que "otros" lo tienen tan claro.

Ángel me coge de la cintura y me acerca a él dando por zanjada la conversación. Hunde la cabeza en mi cuello y su voz suena más grave cuando me pregunta:

—Y bien, ¿cómo quieres que te pague el haber acertado?

Echo un vistazo a mi imagen en el espejo de la entrada antes de salir. Mis padres ya me están esperando y aunque preferiría ir sola hasta la playa, no le veo mucho sentido a esperar cinco minutos en casa solo para que me saquen ventaja. Da igual, no tardaré en deshacerme de ellos.

—¿Has cogido chaqueta?

El título de "Mejor madre del mundo" se consigue cumpliendo varios requisitos. Uno de ellos es hacer preguntas de ese tipo. Las madres nunca piensan en que no se trata de llevar chaqueta o no. Se trata de si luego te la pones.

—Sí, ama —agito la chaqueta de punto para que se quede tranquila antes de llegar a su lado.

—Hacía años que no íbamos a una fiesta de San Juan en la playa.

Mi padre está entusiasmado con la idea y no seré yo la que le quite la ilusión.

—Mientras no te emborraches, te dé por saltar una hoguera y te prendas fuego...

Él frunce el ceño pero sé que no está enfadado.

—Oye... ¿Quién es aquí el padre? Eso te lo debería decir yo a ti.

—Yo sé cuidarme...

Según nos acercamos al paseo de la playa, más gente se nos une y algo me dice que esto es como las bodas. Va todo el pueblo. Hasta el abuelo que no sale de casa en todo el año, hoy estará viendo las fogatas.

La playa está preciosa, iluminada por hogueras de distintos tamaños. Hay un enorme puesto de comida típica: pulpo, cachelos, pimientos, churrasco y filloas de postre. En otro puesto cercano, están preparando una olla gigantesca de queimada y al fondo hay un pequeño escenario donde una animada orquesta toca bailables.

—¡Pues sí que cunde la recaudación del santo! —exclamo sin ningún pudor.

Mi madre me arrea un codazo y me señala con la cabeza dos señoras de edad avanzada que se santiguan mientras cuchichean.

Se me olvida que no todo el mundo es tan poco creyente como yo. Esas mujeres ya me habrán tachado de bruja o algo peor.

Me despido de mis padres y me dirijo a una zona bastante apartada donde me dijo Paula que podría encontrarles. Al llegar entiendo por qué han elegido un lugar tan alejado del resto del bullicio y en el que apenas hay luz. Para que no se vea el montón de litros que han llevado. Han encendido una fogata pero es tan pequeña que apenas ilumina la cara de los que están sentados a su alrededor.

La vida de UxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora