–No puedo creerlo –dijo una de las chicas llamada Margaret mientras todas veían el vestido espectacular de corte fantástico, con aquellas prendas y zapatos magníficos, todas abrían sus bocas de par en par ante aquello y la mirada envidiosa de Mercedes parecía arder. Ella lanzó el vestido sobre mi cama. Ni siquiera yo podía creer que aquello había sido enviado para mí. No pude dejar de preguntarme quien había enviado todo eso.

Examiné el vestido con mis manos y luego me detuve a abrir la cajita adornada con un lazo de color fucsia, dentro de esta había algunas prendas, zarcillos, anillos y una gargantilla plateada que hacían juego con los zapatos y el vestido y además había un poco de maquillaje. Yo estaba tan sorprendida como las demás.

–¿Quién te lo envió? –preguntó atenta Margaret–. ¿Tus padres?

–Yo no tengo padres –dije mientras acariciaba sorprendida mi vestido de ensueño,
era corto por encima de las rodillas de un modelo strapless en un tono color crema.

–¿Eres una huérfana?–dijo otra chica cuyo nombre no recuerdo.

–Es obvio que se lo dio uno de los chicos con los que se acostó, chicas –dijo Mercedes tan
irritante como siempre. 

Algo dentro de mí ardió, me enfurecí y fulminé a Mercedes con la mirada.

–Mercedes, será mejor que cierres tu gran bocota estúpida, yo no me acuesto con nadie –dije.

–Sí, como no –balbuceó con sarcasmo.

Pude haberla revolcado contra el suelo nuevamente pero estaba demasiado feliz por mi regalo, yo quería imaginar que fue Jorge quien me lo dio.

–Lo envió alguien que quiere que vayas al baile de sociedad, por supuesto –dijo Margaret, que era la más pequeña del grupo, debía de tener unos doce años o algo así. No dije nada a nadie, pero desde ese momento decidí asistir al baile, luego de que todas ya se habían vestido y maquillado para irse al gran salón donde se llevaría a cabo este baile yo me quedé sola en el dormitorio y empecé a arreglarme, mientras me desvestía escuché ruidos de pasos tras de mí en aquel dormitorio pero cuando me volví a ver no había nadie. 

Me terminé de colocar el vestido que me entró perfectamente como anillo al dedo, pinté mis labios frente al espejo del tocador en un rojo fuerte como la sangre y me coloqué los accesorios. 

Continué escuchando ruidos como si alguien más estuviera en el dormitorio pero simplemente estaba vacío, solo yo estaba allí. Cuando entré despistada al salón donde estaban los estudiantes sentados en las mesas adornadas conversando alegremente todas las miradas se posaron en mí. Todos me miraban con la boca abierta como si hubiese entrado desnuda aquel lugar, me sentí un poco avergonzada y cohibida con todas esas penetrantes miradas puestas sobre mí. No tuve que buscar un lugar donde sentarme porque de inmediato un muchacho buen mozo se levantó y se abrió camino hacia a mí, me ofreció su brazo para que yo caminara junto con él. Debía de estar muy guapa para que un chico me haya tomado en cuenta.

El chico sonreía cuando yo caminaba tomada de su brazo, él me llevó hasta su mesa y agregó una silla más para que yo me sentara.

–Estás hermosa y sexy, Martina –dijo otro chico que estaba sentado en la mesa que yo jamás imaginé que podría saber siquiera mi nombre. Me ruboricé notablemente y bajé mi mirada hacia mis manos.

–Apuesto que Martina será la dama del baile –dijo el chico que me había llevado hasta su mesa y dos chicas que estaban sentadas en la misma mesa me fulminaban con la mirada. 

–¿La dama del baile? –pregunté. 

–Para eso son los bailes de sociedad –dijo una de las dos chicas sentadas frente a mí–. Para
elegir a la dama más hermosa, culta y elegante de la sociedad, pero esta chica no tiene nada de elegante ni culta. ¿No ven que a duras penas sabe hablar?

Me sentí tan ofendida que de inmediato me levanté de la mesa con actitud de enojo.

–Espera, linda –dijo el muchacho que me había escoltado hasta la mesa mientras se levantaba para seguirme.

–Está bien. Déjame sola –me volví para hablarle a este chico que me seguía. Él me obedeció y
dejó que yo me fuera. Caminé con furia hacia el jardín que ahora me daba mucho miedo, luego de lo de Cody McGraw ese jardín me causaba escalofríos.

Me lancé al césped y me quité las sandalias de tacón que ya me estaban haciendo daño en los pies y se enterraban en la tierra y no me dejaban caminar. Lancé los zapatos por algún lugar y quedé descalza sentada en el húmedo y frio césped como lo que soy, una salvaje, eso nadie me lo podía quitar, nunca podría ser ninguna dama de ningún baile ni nada por el estilo, yo no era más que una incivilizada claro como todos decían. 

Estaba enojada y llena de impotencia, el baile para mí había acabado en tan solo unos minutos, con actitud refunfuñona, el ceño fruncido, y mis labios formando una línea recta por el enojo tomé una flor que estaba tirada en el jardín y le saqué todos los pétalos uno a uno lanzándolos con furia sobre el suelo.

–Hey, estás dañando mi jardín –escuché una exagerada voz ranchera de alguna parte.  




Enamorada de un Demonio (a d a p t a d a)「 J o r t i n i 」Место, где живут истории. Откройте их для себя