Día 57: "Diario mental de Rivaille"

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Alejé unos centímetros mi rostro del suyo y, con la mano agarrando su barbilla, pasé la lengua por sus labios enrojecidos.

– Eres un mentiroso –Eren me dirigió una mirada terrible–. Me dijiste que pararías si te lo pedía por favor...

Encima de él, hice una mueca de satisfacción y sus ojos brillaron.

– Jamás dije tal cosa. Afirmé que sería "compasivo" si me lo pedías "por favor". Y lo he sido, ¿verdad?

Entonces, aún con mi mano derecha apresando las suyas por encima de su cabeza, me acerqué más a su rostro y le introduje la lengua en los labios entreabiertos. El pequeño se resistió al movimiento y, alzando su cuerpo, intentaba separarse de mí sin mucho esfuerzo. Pero no cedí y continué con el beso. Al final, Eren no pudo resistirse y lo correspondió. Se dejó llevar, soltando el aire contenido.

– Por...favor –susurró como pudo con los ojos entrecerrados.

Sin embargo, abruptamente y por desgracia, paré el beso.

¿Por desgracia?

Enfurruñado, se incorporó y me dirigió la mirada con esos ojos tan grandes y brillantes como esmeraldas. Hay que ser un poco tonto para no darse cuenta de que ese cuadro no es otra cosa que deseable: mejillas coloradas, labios hinchados más de lo normal y piel flexible bajo la camisa por encima del ombligo. Todo mío. A mi disposición por completo cuando quiera.

Desde que pasó aquello hace poco más de un mes, esta situación se ha repetido todos los días después de clases. Pasó demasiado rápido. Solo le pregunté si sería capaz de convencerme con las técnicas tan infantiles que poseía. Aceptó. Y lo que más me preocupa de todo esto es la razón por la que cree que hacemos estas cosas diariamente. No podía dar por hecho que este mocoso ya se había dado cuenta que esto no es por aprobar la asignatura.

Pensé que no se volvería a repetir lo sucedido y que todo volvería a la "normalidad". Hubo un momento en el que planteé renunciar a este trabajo e irme lejos, pero no podía.

No quería.

Siento que necesito una excusa, por muy patética que sea, para poder hacer esto sin sentirme más culpable aún. Me aborrezco, pero no puedo parar, no ahora.

Me levanto de la mesa para sentarme en la silla. Doy palmaditas en mis rodillas indicándole que se sitúe encima. Me hace caso, por supuesto. Se pone en pie dejando tras de sí su chaqueta del uniforme y se acomoda a horcajadas sobre mí, avergonzado.

Deslizo mis manos sobre su camisa y la desabrocho. Comienzo a besar y lamer su piel bronceada, desde el cuello bajando por su clavícula, mordiéndola con suavidad y saboreando su firme vientre mientras él se echa hacia atrás arqueando la espalda.

Lo atraigo hacia mí y lo coloco mejor encima de mis caderas, haciendo que nuestras partes se rozaran. Me acerco a su pecho y lamo con mi lengua un pezón de Eren y éste gimió al instante.

–Déjame escuchar más... –digo mientras le acaricio la espalda con la mano bajando despacio hasta sus nalgas, sorprendiéndome de lo ronca que tenía la voz en esos momentos.

Su pantalón ya está desabrochado, dejando ver todo lo que quería y más. Acaricio con lentitud aquel lugar donde la espalda pierde su nombre, sintiendo aquel respingón y suave trasero bajo mis manos, recorriendo cada centímetro, deleitándome por completo. Dirigí mi mano hacia su verdadero destino.

– ¡Rivai-! –Eren no pudo terminar de pronunciar palabra. Un grito se había escapado de sus labios al notar mi dedo entrar en su interior. Se pegó más a mí y las manos me abrazaron enganchándose a mi cuello.

Diario mentalWhere stories live. Discover now