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-Mangel... ¿por qué lloras?

Levanté mi rostro anteriormente escondido por mis manos temblorosas y observé a Rubius, el cual me miraba preocupado desde arriba. Yo estaba sentado junto a un árbol, pisando nerviosamente las hojas secas de otoño que habían caído gracias a la fría brisa que despeinaba mis cabellos oscuros. Sorbí por mi nariz sin poder ver mucho tiempo más sus ojos verdes y volví a esconder mi rostro entre mis manos.

-Lo siento...- sollocé bajito.

-¿Qué es lo que sientes? Yo siento todo el tiempo.- respondió él, alegre.

-No... n-no entiendes...- seguí llorando. Sentí un sutíl y agradable peso en mi cabeza y luego cómo aquel peso se movía de lado a lado amablemente, dejando suaves caricias sobre mi pelo.

-¿Puedo sentarme a tu lado?- preguntó en voz baja.

Asentí repetidas veces y luego escuché las hojas secas quebrándose a mi lado. Se había sentado.

-Rubius...- pronuncié tímido quitando mi cara de entre mis manos.- Te enojarías conmigo si...

-No me enojaría contigo.- me interrumpió quitando su mano de mi cabeza. Sentí sus dedos deslizándose por mi mejilla de manera lenta, y me estremecí a la par de que una ráfaga de viento corría mis lágrimas hacia los costados de mi rostro.

-P-Pero...

-Somos amigos.- dijo buscando mi mirada. Dejé que la encontrara y sentí mi corazón acelerarse al ver sus ojos verdes abrazándome con su resplandor tan reconfortante- Los amigos están para apoyarse... creo...- pareció dudar un segundo, pero luego sonrió de oreja a oreja volviendo a clavar sus ojos en los míos. Sentí mi piel arder.- ¡Busquemos "Amigo" en el diccionario!

Arrugué mi nariz y entrecerré mis ojos, los cuales se habían llenado nuevamente de lágrimas.

-¡No podemos!- grité rompiendo en llanto.- ¡Olvidé el diccionario en mi casa!- y luego de soltar la confesión más dura de mi vida, comencé a sollozar como lo hacía el bebé de la vecina cada noche a las dos de la mañana. Cómo odiaba a ese bebé... jamás me dejaba dormir y pensaba que era muy estúpido por llorar de esa manera tan escandalosa. Pero ahora que yo también derramaba lágrimas sin poder contenerme, comenzaba a comprender a aquel bebé.

Sin embargo, estaba seguro de que Rubius no entendería mis razones y de seguro ahora mismo estaba enojado conmigo. ¡Tonto, tonto, tonto! ¿¡Cómo pude olvidar el diccionario! Estaba tan emocionado por contarle a mi único amigo que me habían puesto por primera vez una estrellita dorada en mi cuaderno por ser el más obediente de mi clase, que olvidé por completo el tonto diccionario. Ahora no podríamos jugar y Rubius me odiaría como yo odiaba ese bebé llorón.

-¿Y?- escuché que preguntaba.

El llanto se me cortó de golpe al igual que las lágrimas, y cuando levanté mi rostro mojado y rojo hacia él, quedé boquiabierto por su ceja arqueada y por su sonrisa extrañana. Tenía la cabeza levemente ladeada, como cuando los perritos de mi barrio escuchaban un sonido desconocido para ellos. Me pareció... tierno. Y mi piel volvió a comportarse de forma extraña.

-¿N-No estás... enojado?- pregunté limpiándome las lágrimas de mi mejilla.

-No...- se quedó pensativo, rascando su barbilla con la mirada puesta en el cielo, como si intentara decifrar algún secreto- No, definitivamente no estoy enojado- concluyó, y rió volviendo a observarme.

-Pero no podremos jugar al "adivina palabra" por mi culpa...- expliqué cabizbajo con la cabeza gacha, arrancando con mis manos el césped verde que crecía en el suelo nerviosamente. Le habíamos llamado a nuestro juego "adivina palabra", simplemente porque no se nos había ocurrido otro nombre. No éramos muy originales...

Mi Amigo Imaginario (Rubelangel)Where stories live. Discover now