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Antes creía que hacer un amigo sería imposible para mi, pero por suerte estaba equivocado.

Había encontrado a un amigo, un chico un poco más alto que yo, de 7 años, delgado, cabello corto y castaño, ojos extraños que a veces eran verdes y otras marrones. Su piel era algo pálida pero él me aseguró que no estaba enfermo.

Ya hacía una semana entera que eramos mejores amigos y siempre estaba vestido con la misma ropa; una bufanda roja, saco negro con botones grandes, pantalón azúl oscuro al igual que sus zapatillas y unos guantes naranjas que abrigaban sus finas manos. Me parecía extraño que siempre usara el mismo atuendo, pero nunca me atrevía a preguntarle el por qué. Tal vez me daba miedo la respuesta... no lo se.

Otra cosa que me parecía extraña era que siempre que venía a nuestro lugar secreto, él estaba acostado en el mismo lugar, jugando con su peculiar collar y mirando perdidamente el cielo celeste que a veces se tornaba de colores grisaseos por el mal clima.
Obviamente, cuando llovía, no nos reuníamos. Pero siempre que el clima nos permitiera vernos, yo estaba dispuesto a correr desde la escuela, luego de clases, hasta el bosque para encontrármelo. Aunque no tenía idea de qué era lo que hacía él cuando yo no iba al bosque.

Era muy interesante y divertido hablar con él, nos la pasábamos leyendo mi diccionario y aprendiendo nuevas y curiosas palabras. Terminábamos hablando de una palabra por media hora y cuando creíamos tener una idea clara de ella pasába la página y buscaba otra que llamara nuestra atención.

Así eran los días con Rubius; divertidos, interesantes e impredecibles. Por primera vez en mi vida, no me sentía solo.

◇◇◇◇

-Acaltetepon- pronuncié leyendo con dificultad la palabra en el diccionario.

-mmm... ¿Es un tipo de árbol?- preguntó Rubius haciendo sonar la campanita de su collar mientras no dejaba de mirar hacia el cielo. Ambos permanecíamos acostados sobre las hojas de otoño.

-Nop- respondí sin dejar de sonreír.

-¿Un país?

-Nop.

-¿Un hongo?

-Nop

Rubius suspiró y frunció sus labios. Giré mi cabeza y observé divertido lo frustrado que se veía al no poder adivinar el significado de la palabra.

-¿Un... animal?- preguntó luego de un rato.

-¡Si!- respondí entusiasmado. Una linda sonrisa se pintó en sus finos labios.

-¡Un pez!- exclamó de manera segura.

-Nop.

Su ceño volvió a fruncirse al mismo tiempo que su sonrisa de victoria desaparecía, y yo no pude evitar reír.

-¿Te rindes?- interrogé.

Él suspiró- vale- dijo desanimado.

*Acaltetepon: Especie de lagarto de mordedura dolorosa pero no mortal*

-Pues no me gustaría toparme con un acaltetepon- concluyó Rubius girando su cabeza para verme.

Sonrió.

Su sonrisa era muy contagiosa, por lo que yo no pude evitar sonreír también.

El cielo estaba algo nublado, pero el resplandor que formaba el sol y las nubes nos iluminaba de manera potente. La fría brisa movía nuestros cabellos suavemente y a lo lejos, podía escucharse el sonido del río que se formaba cada tanto por las fuertes lluvias.

-Mi turno- estableció él quitándome el diccionario de las manos. Mientras pasaba las páginas yo solo me quedaba mirándolo bobamente.

Rubius era alguien muy peculiar. Su voz era suave y baja a pesar de su edad, aunque no me disgustaba. Al contrario, me parecía la voz más agradable de escuchar. No era como el tono chillón de los chicos que me molestaban en el colegio, ni tampoco como las vocecillas de las niñas que corrían y gritaban en los recreos. La voz de Rubius era única y especial.

-Cafuné- dijo luego de un rato sacándome de mi ensoñación.

-¿Es una fruta?- pregunté mirando sus grandes ojos que ahora se tornaban verdes y brillosos, reflejando el sol que se asomaba un momento entre las nubes.

-No- contestó tratando de contener su sonrisa, pero yo sabía que quería sonreír por cómo la comisura de sus labios se curvaban un poco hacia arriba.

-¿Un planeta?

Negó con la cabeza.

-¿Un insecto?

-No...

-¿Pintura?

-No, no, no.

-¿Comida?

-No.

Rasqué mi cabello negro tratando de pensar en algo, pero simplemente nada se me ocurría.

-¿Podrías darme una pista?

Él hizo una mueca de pensamiento y luego sonrió.

Acercó su mano a mi lentamente y luego de un momento sentí sus dedos jugar con mi cabello, sujetándolo de manera suave y enredándolo sin producirme dolor. Abrí mis ojos impresionado y llevé mi mano a mi pecho, sin comprender por qué de repente mi corazón había comenzado a latir tan rápido. Mis ojos no se quitaban de los suyos y él, al igual que yo, me miraba curioso y sonriente. ¿Podría estar su corazón latiendo tan rápido como el mío? La mano que permanecía en mi pecho se dirigió rápidamente hacia el suyo y se poso un poco hacia la izquierda por encima de su saco negro. Allí estaban, los latidos de su corazón igualmente acelerados. Sonreí ante el descubrimiento y sentí mis mejillas un poco calientes.

-Me siento raro- confesé aún sintiendo los suaves masajes que Rubius me daba en mi cabello.

*Cafuné: (en portugués) El acto de pasar los dedos tiernamente por el cabello del ser amado.*

-¿Ser amado?- pregunté sin entender.

-Creo... que se refiere a una persona que quieres mucho- explicó él quitando su mano de mi cabello al mismo tiempo que yo quitaba la mía de su pecho.

-Ah...- dije reflexionando un poco, pero la verdad es que seguía sin entender- ¿Tu me quieres?- interrogué logrando que el ardor en mis mejillas aumentara. Me pareció ver un ligero tono carmesí en su rostro.

-Si... eres muy divertido y me gustan tus lentes oscuros- respondió con esa sonrisa que me mostraba muy a menudo. Mi corazón volvió a acelerarse al escuchar su respuesta... haciéndome creer que probablemente estaba enfermo o algo por el estilo. Pensar en aquello me preocupó, pero luego recordé cuando sentí los fuertes latidos cardíacos de Rubius bajo mi mano.

¿Será que ambos estábamos enfermos?

Mi Amigo Imaginario (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora