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-Hola Miguel- saludó Matt dejando su valija sobre su cama.- ¿Todo... bien?

Despegué la mirada de mi libro y le observé a los ojos sin expresión alguna.

-Bien...

Y volví a leer.

Escuché cómo suspiraba y comenzaba a desempacar sus cosas lentamente, buscando su ropa de dormir.

-Yo me la pasé bien, gracias por preguntar, por cierto- dijo sarcásticamente mientras se sacaba su camiseta.- Iré a darme una ducha caliente, afuera hace un frío de cojones y siento mis dedos como si fueran de hielo.

-Vale... pero por favor, no te desnudes en frente de mi.

-Somos hombres joder. ¿Eres gay o algo por el estilo?- rió comenzado a bajarse los pantalones.

-No, pero me molesta ver cuerpos ajenos...

-Pues no veas gilipollas.

-No lo hago..

-¡Que bien! Joder... eres insoportable...- se quejó caminando en boxer hasta el baño. Cerró la puerta con un fuerte golpe y escuché el agua de la ducha comenzando a caer desde el otro lado.

Estaba acostumbrado a pelear con Matt, casi nunca hablábamos como personas civilizadas, y tampoco nos esforzábamos en hacerlo. Supongo que como ambos nos repudiábamos, simplemente nos parecía conveniente no intentar fingir el uno con el otro.

Pero ahora no me importaba Matt ni sus berrinches, ahora tenía la cabeza en otro lado, y había leído tres páginas del libro sin prestarle la menor atención. 

Mi problema se llamaba: Rubén.

Mi nuevo "amigo" se había ido luego de aquel extraño diálogo que tuvimos en el comedor, y me había dejado completamente sólo. Había esperado en mi habitación a que regresara en algún momento y que me explicara que demonios había pasado. Pero al parecer, el chico castaño tenía cosas más importantes que hacer que juntarse con su nuevo amigo, osea: yo. No entendía por qué me molestaba tanto. Supongo que era su hipocresía porque... es decir... se había emocionado como si le hubiera pedido matrimonio cuando le propuse ser su amigo. Prácticamente me había dejado sordo con su griterío de emoción... ¿Y ahora desaparecía? Eso no era muy sincero que digamos.

Y ahora el domingo había llegado, y en medio de la noche, todos los estudiantes del instituto volvían a sus habitaciones luego de un divertido fin de semana con sus familias felices. Matt había llegado de buen humor, pero solo hicieron falta un par de palabras entre nosotros para que volviera a ser el engreído de siempre. ¿Por qué Rubén no se había comportado así conmigo? ¿Por qué él me había tratado con amabilidad? ¿Acaso yo había sido el que cambió de actitud? No,.. yo le había tratado exactamente igual a como trataba a todos los demás. ¿Entonces por qué?

Si había algo de lo que estaba completamente seguro... era que Rubén y yo nos conocíamos. Sí. Yo conocía a Rubén de alguna parte, pero él no quería decírmelo y yo no lo recordaba. Pero... y si fuera de otra manera... ¿cómo sabría él que me gustaba que me llamaran Mangel en el pasado? No había otra hipótesis posible en mi cabeza. Yo conocía al chico castaño... o, en todo caso, él me conocía a mi.

¿Pero, dónde... cuándo... por qué... cómo?

Estaba terriblemente confundido. 

Y... había algo más.. algo que no dejaba de darme vueltas en la cabeza. 

Con Rubén, me sentía tranquilo.

No estaba seguro de en qué sentido o manera, pero cuando su presencia estaba conmigo, sentía que algo en mi se serenaba, percibía mi cuerpo más liviano y en paz. Su voz hablándome casi siempre a gritos no me incomodaba para nada. Era como si mi ser entendiera por instinto que Rubén no me haría daño, que él me acompañaría y que no me abandonaría tal y como todos mis conocidos habían hecho en el pasado. Rubén era diferente, no sabía de qué manera, pero era diferente.

Una diferencia conocida.

Aún así, aunque el chico castaño hubiera logrado calmarme cuando me entró un ataque de pánico en el baño, ahora no estaba a mi lado. Se había ido... y probablemente yo estaría siendo paranoico y demás... pero sentía que Rubén me mentía. Sentía que él sabía algo de mi que yo no, y eso me aterraba de alguna forma. Cuando él se ponía nervioso, yo lo estaba por diez veces más. Rubén se había ido, y yo tuve que pasar todo el domingo en soledad, y me molestaba que aquello no fuera de mi agrado porque ¡dios! a mi me encantaba estar sólo. ¿Entonces por qué me había sentido tan vació cuando Rubén no volvió a verme? ¿Por qué le había extrañado tanto? ¿Por qué tenía tanto miedo a que jamás volviera conmigo?

Patético, era patético.

Dejé enojado el libro sobre la mesita de luz y me acomodé entre las sábanas, dispuesto a dormir y esperar la llegada del lunes. Otra vez a estudiar, a hacer tareas, a soportar a los profesores, a mis compañeros, a el mundo social del cual yo quería escapar. Solo quería irme a algún lugar, sólo, en donde pudiera hacer mi solitaria vida en paz, sin recordar épocas pasadas. No necesitaba nada de eso.

Aunque tal vez... me gustaría llevar a Rubén conmigo...

-¡Ey!- escuché la voz de Matt quejándose a mi lado luego de salir del baño- ¿¡Dónde está mi almohada!?

Sería una larga semana...

Mi Amigo Imaginario (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora