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-Ya llegué...- anuncié en voz baja, cerrando la puerta trasera de vidrio corrediza de mi casa. La verdad es que no quería que alguien me viera, sabía en dónde terminaría eso. Siempre que llegaba tarde me castigaban. Pero el tiempo se me pasó volando con Rubius.

-¿Miguel?- escuché otro susurro, el de mi madre. Al instante la vi, solo a su silueta por la oscuridad extraña que había en la casa. Solo una lámpara de luz iluminaba cálidamente el ambiente del salón. Luego de pararse del sillón, ella se acercó a mi casi corriendo y se lanzó a mis brazos, apretándome y dándome un abrazo tembloroso que correspondí asustado.

-¿Mamá?- pregunté con miedo.

-¿Dónde estabas hijo? Sabes que odio que llegues tarde, odio no saber en dónde estás- su voz sonaba extraña, como tratando de retener algo en su garganta. Pero logré entender que no estaba enojada.  No entendí por qué protestaba. Ella era la que no me buscaba al colegio como las demás mamás y papás. Papá tampoco me buscaba, habían dejado de hacerlo hace tiempo y parecía que a mis maestros no les importaba.

Me separé un poco de su abrazo y la miré a los ojos, los cuales eran negros al igual que los míos. Pero de inmediato desvié mi mirada a su rostro, asustándome al instante.

-¿Qué te pasó en la cara mamá?- le pregunté viendo horrorizado los moretones violetas que rodeaban su ojo izquierdo y su labio partido. Uno de sus pómulos estaba algo grisáceo y su nariz parecía estar cubierta de sangre seca.

-No pasó nada mi amor- dijo sonriendo mientras sus ojos comenzaban a cristalizarse.

-No te creo- le dije convencido de que algo había ocurrido- ¿Y papá?

-Es mejor que vayas a la cama antes de que él te vea, sabes que se enojará si descubre a la hora que llegaste. Eres solo un niño Miguel.

-No me gusta "Miguel"... dime "Mangel", por favor- me quejé cruzando mis brazos y haciendo un puchero. Ella sonrió y volvió a abrazarme más fuerte que la vez anterior, y yo se lo devolví. Ya sospechaba lo que había pasado, pero no quería creerlo.

-Él prometió que no lo volvería a hacer...- le susurré al oído logrando que se escuchara un pequeño sollozo de su parte.

Fruncí el ceño y cerré mis ojos fuertemente, acariciando su espalda y sintiendo cómo mi hombro, en donde ella estaba apoyada, comenzaba a humedecerse por las lágrimas que soltaba.

-Mamá...- lloriqueé angustiado al ver que no dejaba de llorar. Sentía una desagradable punzada en el pecho al ver sus hombros temblar. Esto estaba mal... algo debía poder hacerse...

-Lo siento- musitó después de unos minutos limpiando sus lágrimas rápidamente, aunque yo ya las había visto.

-¿Papá es malo?- le pregunté sin entender la situación. Recordaba cómo jugaba con él a los autitos de carreras y él siempre me hacía cosquillas enojado porque yo le ganaba. Él me llevaba sobre sus hombros cuando íbamos al parque, y siempre jugábamos a la pelota. Recordaba las veces que me había lastimado la rodilla y cuando él me curaba con palabras amables y alentadoras.

¿Por qué mi papá dañaba a mi mamá? ¿Acaso ella era mala?

No... eso no era posible. Mi mamá siempre me daba el beso de la buenas noches, ella siempre me leía libros, me ayudaba a construir casas improvisadas con las sábanas y las almohadas. A ella le gustaba que le ayude a cocinar los cupcakes y siempre me dejaba comer las sobras de la masa...

¿Por qué le pegaba entonces?

-Mi pequeño angelito- susurró ella peinando mi cabello azabache- eres muy pequeño para entenderlo aún... pero recuerda esto cariño- tomó aire y me miró a los ojos, haciendo que notara cómo los suyos permanecían vidriosos- No existe la gente mala... tampoco la gente buena. Todos tenemos bondad y maldad en nuestros corazones, depende de nosotros elegir el camino que queramos seguir. Tu papá está perdido... él necesita que alguien lo guíe por el camino correcto, y para eso estoy yo. Es difícil, pero yo quiero mucho a tu papá Mangel. No voy a abandonarlo- terminó de decir para luego besarme en la frente.

Pero aún así...

-¿Dejarás que te siga pegando?- susurré con la mirada en el suelo. Ya no quería ver a mi mamá lastimada, ya no más.

-No hijo, descuida- me dijo parándose y sosteniendo mi mano- vamos... a dormir.

◇◇◇

-Mamá... ¿Me prestas el diccionario?- le pregunté mientras me arropaba con las sábanas.

-¿El diccionario? ¿Para qué lo quieres a esta hora, hijo?- interrogó arqueando una ceja y quitando suavemente mis gafas negras.

-Es que hice un amigo y quiero enseñárselo mañana porque nunca vio uno- contesté sonriendo orgulloso.

-¿Un amigo? ¡Eso es genial!- se alegró besando mis mejillas mientas reía. Y yo sonreí al verla tan contenta- ¿Cómo se llama?

-Rubius. Tiene siete- le dije marcando con mis dedos el número pronunciado. Mamá sonrió aún más y se paró de la cama para luego caminar fuera de la habitación. Luego de unos minutos volvió a entrar. Vi que en sus manos tenía un gran libro rojo.

-Este es el diccionario.- dijo colocando el pesado libro a mi lado en la cama. Era bastante grande.- Puedes prestárselo si quieres... pero ahora duerme.

-Vale.- le sonreí cerrando mis ojos rápidamente.

-Buenas noches... mi pequeño angelito.- susurró acariciando mi cabello brevemente. Luego se puso de pie y se alejó, apagando todas las luces.

Al escuchar cómo cerraba la puerta de mi habitación, abrí un ojo y prendí al instante la lámpara que estaba a mi lado en la pequeña mesita. Busqué mis gafas, y una vez que me las coloqué, agarré el diccionario y lo abrí, hojeando de manera interesada y mirando todas las palabras que había en él.

Nunca me había detenido a verlo, pero ahora me interesaba mucho más... de alguna manera Rubius había despertado una nueva curiosidad en mí. Me pregunto cómo estará...

"Tu papá está perdido"

Recordé esa frase que dijo mi mamá y comencé a buscar qué significaba "Perdido" en el diccionario.

*Perdido: Se aplica al que es un libertino o carece de moral.*

Arqué una ceja extrañado, ya que realmente no entendía a qué se refería con "libertino" y "moral", pero preferí no buscarlo, tal vez Rubius lo sabría, le preguntaría a él.

Seguí buscando hasta hallar otra palabra que mi amigo y yo desconocíamos.

*Raro: Se aplica a las personas de trato difícil y a los actos o carácteres extravagantes*

-¿Extravagantes? ¿Trato difícil?- me pregunté extrañado. ¿Eso era malo?
Pasé las páginas hacia atrás buscando la letra "N" y cuando la encontré, comencé a buscar la siguiente palabra.

*Normal: Que sirve de norma o regla, o que se atiene a ellas. Que es o sucede como siempre, sin nada extraño o raro.*

-¿Y eso es bueno?- volví a preguntarme más confundido que antes.

Suspiré, cerrando el libro entre mis manos.

Sería mejor hablarlo con Rubius mañana.

Mi Amigo Imaginario (Rubelangel)Where stories live. Discover now