Capitulo 17

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XVIIThe story unfold

Richmond, 1910

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Beatriz me llamaba con insistencia, pero tras asomarme en el sucio cristal, le hice una seña de no molestar. No permitiría que nada me impidiera descubrir el secreto de mi madre. Su silencio de años, resguardado en aquellas cartas.

Abrí el diario y dentro de él leí, al inicio de las hojas solo frases cortas, como si fueran pensamientos que al escribirlos, le ayudaban a relajarse. Luego amarradas con una rama de césped, encontré las dichosas cartas del señor Robards y mi madre. Las miré todas con rapidez, hasta que preferí elegir solo tres al azar y quedarme con las demás, para leerlas tras mi regreso a Charleston.

"Querida Francesca, han pasado muchos meses desde aquella tarde que decidiste sacarme de tu vida. No voy a negarte que el vacío lo llevo dentro, pero no me duele porque tú eres quien habita en mí. Tu recuerdo aflora luciérnagas en la cueva del dolor y tu aroma a lilas, me calma la tristeza. Solo quería decirte que estoy terminando mi primer año universitario. Ojalá pudieras venir a mi recibimiento como médico. Tengo tan buenas calificaciones, y aprendo tan rápido, que me han dado la oportunidad para empezar a trabajar.

Tengo tantas noticias qué contarte de mi familia y hermanas, pero creo que eso bastará con una segunda correspondencia; ahora solo quería saludarte y expresarte mi amor inmortal.

Siempre pienso en ti... por favor si lees esta carta no la rompas. No la botes como lo hiciste conmigo. Y si deseas escribirme de vuelta, esperaré ansioso noticias tuyas..." Arthur Robards, 1866

"Estimado Arthur, me alegra mucho saber que comenzó su primer sueño. A diferencia de usted, yo no tengo noticias importantes por contar, salvo que la granja todavía está tal y como usted la dejó. He tratado de administrarla lo mejor que puedo, para no echar por la borda todo su amable esfuerzo.

Espero que pronto se reciba como médico, y encuentre nuevamente el amor" Francesca...

Me sorprendió el tono frío y distante de mi madre en aquella carta, y sobretodo que no usara ningún apellido, ni pusiera fecha a la carta. La miré por el reverso para ver si allí había signo alguno del año, pero no había nada que me remontara a su pasado. Seguí rebuscando en el manojo de cartas, y apareció otra más de mi madre.

"Arthur, mi querido Arthur... discúlpame por aquella carta enviada dos años más tarde, respondiendo a tus buenas noticias. No estaba de ánimos para responderte con calidez. Debes saber que tu ausencia en mi vida dejó un horrible vacío. Me despertaba cada mañana aun con el olor de tu piel estampada en las cobijas. Escuchaba tus ronquidos a mi lado por las noches, tus risas en las mañanas, y comencé a verte en cada área de la casa. Me estaba volviendo loca de tanto extrañarte, hasta que nació Madeleine vuestra hija. Perdóname que te escriba hasta ahora, dándote la buena nueva de que eres padre. Pero como te he dicho, no fue fácil para mi sobre llevar mi viudez, luego tu ausencia y finalmente... finalmente darme cuenta de que sería mamá a mis cuarenta y tantos años. Si me lo preguntas, no estaba preparada para ese cambio radical y sí, tampoco era lo que esperaba recibir a cambio de tu lejanía.

Cuando vuestra hija nació, pensé en dejarla en algún orfanato, yo no estaba en edad ni condiciones para criar un hijo. Pero hoy me encuentro ligeramente bien. Nuestra hija ya tiene quince años y es toda una mujer. Me preocupa su futuro, ya sabes que soy una mujer medianamente pobre, y ella está entrando a la edad del cortejo, los bailes y todo cuanto despierta el romance.

Sabes, tiene muy fuertes convicciones como su padre, y un corazón tan sensible como el tuyo.

Le he mentido al decirle quien era su padre. Perdóname, pero entiende que no podía decirle que me había enamorado de ti y embarazado un hombre veinte años menor que yo. Quizás cuando Madeleine tenga la madurez necesaria, y si tú decides reconocerla como hija dándole un apellido, podré entonces contarle la verdad. Pero solo si tú me lo permites... Te amo como siempre te amé, y no hay día en que deje de hacerlo. Solo tú Arthur, marcaste un inicio en mi vida y solo tu podrás marcar el final de la misma" Siempre tuya, Francis. 1883

Las manos comenzaron a agitárseme sin poder controlar los nervios. Mi madre me había negado como si yo fuera una maldición y una vergüenza. Pero ahora que yo era una mujer madura, fui capaz de comprenderla sin juzgarla. ¿Qué hubiera pensado yo años antes, de haber sabido aquella verdad?

Preferí dejar las cartas donde debían estar, todas en sus respectivos sobres y comenzar a leer el diario de mi madre, algo me decía que en él descubriría más de lo que aquellas correspondencias podrían responderme.

Comencé leyendo la primera hoja, donde mi madre relataba la muerte de Jonathan Pembroke, su primer y único esposo. Luego leí parte de su pasado, y me remonté en la historia del amor secreto entre mi madre y mi padre. Un amor que como había dicho mi madre en aquella carta, marcó el inicio y el final de sus vidas. Una historia que como todas, reflejaba la máxima del amor, "para el verdadero amor, no hay edad... para los placeres de la vida no hay tiempo. Y para ser madre, solo basta con tener un corazón capaz de cargar con un hijo por el resto de su vida"

Continuará...


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Preciado Secreto (Romance historico- época) completoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora