-Por     favor... Deja que me quede. Ahí fuera están los que me acosaban en el otro     instituto.

-Oh,     así pues... Quédate. Pero no mires.

-Vale.     –dijo sonrojado y se giró.

No pudo evitar ver el reflejo de Irene en el     enorme espejo. Era inevitable no mirarla, le gustaba lo que estaba viendo. Ella lo pilló de pleno y le tiró el bolso encima:

-Andrei,     por Dios, te estoy viendo.

-Perdón.

-¿Te     gusta cómo queda?-preguntó Irene y Andrei se volteó a mirarla.

-Me     encanta. Es perfecto para ti.

-Pues     así, me lo quedo. Vuelve a girarte. –Andrei volvió a girarse y esperó a     que Irene terminara de vestirse. –Ya he terminado. ¿Qué hacemos? No     podemos quedarnos aquí toda la tarde.

-¿Podrías     ir a ver si se han ido? Por favor.

-Vale,     dime cómo son.

Andrei le hizo una descripción física de los individuos y la     chica salió, dio una vuelta por la tienda y no vio nadie. Volvió a los     vestidores, avisó a Andrei y salieron. Después de pagar y visitar algunas tiendas más, se les hizo tarde y decidieron ir a cenar. Por suerte, Nando's estaba vacío aquella noche. Pidieron y se sentaron en una de las mesas.

-Gracias,     Andrei, ha sido uno de los mejores días de mi vida.

-Gracias     a ti, me encanta quedar contigo. Tenemos que repetirlo más veces. Pero sin     ir a comprar ropa.

-De     acuerdo.-rieron.-Nada de ropa. Oye, ¿no crees que entre Cris y Carlos hay     algo raro?

-¿Qué     quieres decir con raro?

-Se     aman, y mucho, pero no avanzan. Me ponen de los nervios.

-¿Y     qué podemos hacer nosotros? Es su vida.

-Pero...     Son tal para cual. Deberíamos intervenir sin que se enteren.

-¿Qué?

-Vamos     a hacer de Cupido. Será estupendo... Bueno, si quieres.

-Por     supuesto que sí.

-¿A     qué hora debes estar en casa?-preguntó ella mientras comía.

-A las     diez, ¿y tú?

-También.

-Bueno,     aún son las nueve. Hay tiempo de sobras.

Cuando terminaron, pagaron y decidieron ir a dar una vueltecita. Era el momento. Andrei aprovechó para cogerle la mano a Irene. Ella no le soltó en ningún momento. Estuvieron hablando de las clases, de lo obseso que es Carlos con los estudios, de Jenn y su desparpajo, de Tal y Marcel, de lo despistada que andaba Emily desde que estaba con Luis...

-Ya es     hora. No quiero ir a casa.-se quejó Andrei cuando faltaban quince minutos     para las diez.

-Ni     yo. Y además sola a esas horas...

-Te acompaño.

-Pero...

-Nada     de peros. Vamos.-aún cogidos de la mano, disfrutaron del camino hasta la     casa de Irene.

-Gracias     por acompañarme, Andrei. No quiero entrar, quiero quedarme contigo.

-Sabes     que yo también quiero, pero me van a matar.

-Bueno...     Pero ahora no te veré hasta el lunes...

-Lo     sé. Me esforzaré para no echarte de menos.

-Y yo,     aunque me va a costar mucho. –se abrazaron por enésima vez en todo el día.

No querían soltarse, pero lo hicieron lentamente. Se miraron fijamente y volvieron a acercarse. Sus labios se unieron por fin. Fue un beso apasionado, dulce, romántico, perfecto. Su primer beso. Una experiencia nueva pero impresionante. Se separaron para respirar.

Fue un momento inolvidable para ella. El mejor día de su vida. Miró al chico, quien la miraba sonriendo. Sí, le gustaba. Por suerte o por desgracia, ese ruso le gustaba. ¿Y ahora qué?

-Seguro     que vas a recordar este San Valentín.

-Es el     mejor San Valentín de mi vida, Andrei.-volvieron a acercarse, pero el     móvil del chico sonó.

-Vaya...     Mi madre. Va a matarme. ¿Mamá?

-¡Hijo!     ¡Son las diez y aún no has llegado! ¿Se puede saber dónde te has metido?

-He     acompañado a Irene en su casa, no me grites más, mamá. Estoy aquí en menos     de diez minutos.

-¡Más     te vale Andrei! ¡O te castigaré sin salir!-la mujer colgó rabiosa. Irene lo     pudo oír todo.

-Irene...     Tengo que irme. Hasta el lunes.

-Hasta     el lunes.- Andrei se fue corriendo.-¡Espera, Andrei! –demasiado tarde. Él     se había esfumado.

Irene se quedó allí, en la puerta de su casa, asombrada. Su primer beso. Con Andrei. No podía creérselo, aún seguía en estado de shock. No podía ser posible, seguramente sería un sueño, ella jamás iba a ser correspondida por nadie, jamás iba a tener pretendientes. Eso era algo irreal. Se quedó en la entrada de su casa, mirando la nada, un tanto dolida por la repentina marcha del chico, ya que se quedó sin poder decirle lo que sentía:

-Me gustas, Andrei Orlov. –susurró para sí misma y entró en su casa.

El Alumno NuevoWhere stories live. Discover now