El viejo sauce fue testigo de muchas escenas y recibió muchas
confidencias aquel verano. Los niños hicieron del árbol su retiro
predilecto, y pasaron en él horas deliciosas. Un sábado, el sauce fue muy
visitado. Varios pajaritos contaron lo que allí pasó.
Primero llegaron Nan y Daisy con baldes y pedacitos de jabón,
dispuestasa lavarla ropa de las muñecas. Asia no consentía que lavasen
en la cocina, y el lavado en el cuarto de baño estaba prohibido desde que,
una vez, Nan dejara el grifo abierto, e inundara la casa.
Daisy emprendió la tarea, lavando primero la ropa blanca y luego la
de color, poniéndola a secar en una cuerda tendida entre dos árboles, y
sujetando las prendas con pinzas chiquitas de madera, que Ned le
fabricó.
Nan dejó todos los trapitos en remojo dentro del balde y se olvidó de
ellos para cortar flores de cardo con las cuales pensaba llenar una
almohada destinada a una muñeca llamada nada menos que Semíramis, reina de Babilonia.
En esta tarea invirtió el rato; y, cuando en funciones de "señora de
Giddygaddy" fue a dar vuelta la ropa, se encontró con todas las prendas
llenas de manchas verdes, porque había dejado entre ellas una cofia de
seda verde que manchó las batas azules y las camisitas y enaguas
blancas.
-¡Válgame Dios! i Qué desgracia! -exclamó.
-Déjalas sobre la hierba para que blanqueen -le aconsejó sabiamente
su compañera.
-Bueno, y, mientras, nos subiremos al nido, para cuidar de que no se
las lleve el viento.
Quedó extendido sobre la hierba el guardarropa de la reina de
Babilonia; los baldes fueron colocados boca abajo para que escurriesen,
y las dos lavanderas treparon al nido, y entablaron conversación, igual a
las mujeres en los descansos de las faenas domésticas.
-Voy a tener un lecho de plumas con mi nueva almohada -dijo Nan,
actuando de señora de Giddygaddy, pasando las flores de cardo del
bolsillo, al pañuelo, y perdiendo más de la mitad en la operación.
-Yo no. Tía Jo dice que los lechos de plumas no son higiénicos. No
consiento que mis niños duerman sino sobre jergones-afirmó
resueltamente Daisy, en funciones de la señora Shakespeare Smith.
-Me río de la higiene. Mis niños son tan fuertes que duermen en el
suelo y no se quejan ni les pasa nada. Además, no puedo comprar nueve
jergones; pero como me gusta hacer camas, voy a tener camas.
-¿Tommy facilitará plumas de sus gallinas?...
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Hombrecitos
Classics¿Es éste mi nuevo niño? Me alegro mucho de verte aquí y deseo y espero que te encuentres satisfecho -dijo la señora, acariciando al muchachito, que se sintió conmovido. La señora no era bella; pero en el semblante, en las miradas, en el gesto, en lo...