3: El reencuentro

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Comienzo a alterarme. Peeta no está conmigo y no estoy haciendo nada para remediarlo.

Se lo había prometido.

Flashback.

Voy caminando mirando a la lejanía, a los bosques.

No puedo reprimir un sollozo al observar la arena de los próximos juegos.

Peeta lo nota y me toma la mano.
Amo cuando hace eso. Su mano es cálida y me hace sentir segura.

Llevo mi mano a mi sinsajo y lo sostengo mientras piendo en mi patito.

Gané mis primeros juegos por ella, pero ¿había tenido suerte, o podría repetirlo?

En eso me doy cuenta de que ya no caminamos.

Peeta se sienta así que lo imito. Y agarro mis rodillas como una niña pequeña. Una niña. Es lo que deseo ser en este momento. Una niña que no teme. Y que no sabe acerca de los Juegos. Cuyo nombre no está en la urna y cuyas posibilidades de morir en esa artimaña de Snow son nulas. Una niña.

Nuevamente Peeta toma mi mano. Cuanto deseo que permanezca conmigo.

La única manera de sacarme la duda de si lo hará es preguntarle asi que lo hago.

-¿Te quedaras conmigo Peeta?

-Siempre.

Su respuesta me tranquiliza. Su modo de hablar, sin vacilar, me encanta.

Apoyo mi cabeza sobre su hombro y susurro un gracias que creo que no escucha.

Me limito a cerrar los ojos y pensar. Pensar en Peeta y en mí. En mí y en él.

Ya no se que siento y eso me abruma. Pero al menos se prometió que se quedaría conmigo y aunque no lo diga, yo también lo prometo. Por Prim.

Fin del flashback.

Intento levantarme de la cama pero aun estoy muy débil por el ataque de las balas. Hago un esfuerzo por pararme y caminar un poco pero mi cuerpo está inyectado a un instrumento metálico en cuya parte superior había una serie de bolsas con líquidos extraños.

¿Por qué el capitolio me está curando?, ¿Por qué no me mataron y ya? La única respuesta que encuentro a mis cavilaciones es que Snow trama algo. Algo en lo que estoy involucrada y para eso me necesita viva.
Planea algo, y estoy segura que no será bueno. Pero al menos me mantendrá con vida.

...

No puedo permitir que me manipule. No dejaré que altere mi mente.

Intento repetirme eso para creérmelo pero sé que no aceptará un no por respuesta. Y por supuesto, yo no seré la excepción.

No haré nada que el me ordene, a menos que...

Flashback.

Lo veo a Peeta sollozar en un rincón del área de practica. Me acerco lentamente hacia él para intentar hacer lo mismo que él intentó pero no pudo el otro día.

Le di un buen susto y lo hice reírse un poco, eso me hizo bien pero luego la tristeza volvió a inundar su cara.

-¿Qué sucede?-le pregunto.

-Nada, es solo que Snow...

Se detiene.

-Snow qué, Peeta. Puedes confiar en mí.
-Fue a mi casa. Y me amenazó con matar a mis seres más queridos y cercanos.

Peeta no se contiene y comienza a llorar. Tampoco le importa que yo esté delante de él. No es orgulloso.

-Y qué Peeta. Olvídate de eso. Yo estoy aquí contigo y no permitiré que toque a tu familia.

-No Katniss, no entiendes.
-Y entonces por qué no me explicas.
-Recalcó que, -hace una pausa, pero no lo apresuro esta vez- que tu serías la primera.

Fin del Flashback.

A menos que Peeta este involucrado también.

Solo lo haría por él. Si de eso dependiera su vida y la de su familia estaoy dispuesta a soportar hasta la pena más dolorosa con tal de que Snow no ponga un dedo sobre él.

En el momento que decido recostarme nuevamente, entra Snow con un traje blanco. Lleva todo del color de la nieve como su nombre; su piel está pálida, y llevaba una rosa en la chaqueta del traje. Una rosa blanca. Como la que yace muerta -igual que todo lo que toca- en mi almohada, blanca ¿cómo no?

Con un tono sarcástico dijo: -Veo que has despertado.

Le lanzo una mirada furtiva.

-Vete. Me apetece estar sola. O con cualquier otra persona que no seas tú.

De nuevo con su tono irónico e ignorando mi comentario por completo me dice: -Veo que has encontrado mi presente.
Probablemente notó que la rosa blanca estaba ahora sobre la cama.

Agarro la rosa y la observo. Luego la dejo caer de mis manos para demostrarle lo harta que estoy de sus trucos.

Sin decir nada más se retira.

Pero tanto él como yo sabemos que va a volver.

Me siento en el borde de la cama y comienzo a pensar en Peeta. Como estará mi chico del pan.

¿Habría notado mi ausencia?

Miles de preguntas rondan en mi cabeza, incluso aquella de la que temo la respuesta.
Apoyo mi cabeza en la almohada inundada por dudas y confusiones y me quedo dormida adentrada en pensamientos positivos. Aunque no me dura mucho.

...

Al despertar unos hombres me ofrecen comida la cual rechazo.

Al quedar sola por completo voy al baño cuya puerta conecta con mi cuarto y me doy una ducha.

Dejo que el agua caliente corra por mi cuerpo y lave toda la suciedad, incluso la que no puede verse.

Al terminar me pongo una remera y un pantalón grises del capitolio y salgo a tomar algo de aire. Es lo que necesito.

Abro lentamente la puerta para verificar si estoy sola. Y así es.

Camino por un pasillo largo y semi estrecho como para que dos personas bien juntas puedan cruzarlo a la par. Llego a una sala de grandes dimensiones en la que solo hay un sillón de espaldas a mi y sentado en él una persona.

Nuevamente me encuentro con la del distrito 7.

Es alta y atlética, demasiado delgada, pelo oscuro y largo, ojos negros y pequeños con largas pestañas. Piel de un bonito color tostado. Su cara está decorada con pecas en las cuales me pierdo por un momento.

Su cuerpo está cubierto de cicatrices pero el Capitolio las borró por completo, sus heridas no se ven, está todo en su cabeza.

Al oír mis pasos se dio la vuelta y con voz temblorosa, avergonzada por mi decisión en la arena dije: -Hola.

¿Hasta el final? [Everlark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora