Capítulo 1: Fran

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- ¿Estás lista? -preguntó Theo cuando me lo crucé por las escaleras. Lo abracé por los hombros y con la otra mano lo despeiné-. ¡Oye! ¡Es difícil peinarlo!

- Dímelo a mí que lo tengo largo... -Lo solté y terminé de bajar las escaleras con una sonrisa- Culpa a papá.

- Es el gen dominante -dijo con sabiduría.

- Deja de hablar así, me haces sentir una tonta por no usar las mismas palabras que tú.

- Vas a ser profesora, deberías ampliar tu vocabulario.

- Hablo como quiera. -Le saqué la lengua y él se rio fuertemente- Maldito enano sabiondo...

- Deja de llamar así a tu hermano -me regañó papá en broma cuando llegamos a la cocina-. No es su culpa ser más inteligente que tú.

- Me ofendes, padre -dramaticé.

- ¿Ya tienen todo listo? -preguntó Sonia, entrando a la cocina con una caja en las manos. La dejó en el suelo y se sentó en uno de los taburetes.

- Mis cosas están listas desde ayer... -dijimos Theodore y yo al mismo tiempo. Nos miramos, nos sacamos las lenguas y nos reímos como idiotas.

- Par de raros... -murmuró mi padre-. Salimos en media hora -anunció, poniendo un plato con pastel de chocolate frente a cada uno, una taza de café después y un vaso de jugo de naranja. Cuando iba a poner el vaso con jugo frente a Sonia, se le cayó-. Mierda.

- Sam... -regañó ella a papá y miró a Theo, que engullía el pastel con suma concentración.

- Él sabe más malas palabras que yo -se justificó él. Y era cierto.

- Eso es cierto -habló mi hermano y levantó la vista.

- Pensé que no estabas oyéndonos -dijo papá. Sonia lo miró como diciendo "¿Lo ves?" y limpió con un trapo el líquido que había caído. Mi padre recogió los vidrios y los tiró al basurero.

Al terminar de desayunar, cada uno fue a buscar las cosas que llevaría. El velero que papá se compró con el dinero de las primeras cosas que descubrió estaba esperándonos en el muelle. Lo tenía desde poco después que yo naciera, pero se mantenía en un muy buen estado. Era grande, y tenía tres camarotes. Uno en donde estaban papá y Sonia, otro en donde dormía Theo, y otro para mí. Bueno, ésa era la repartición actual. Antes no era así.

Me fui a mi camarote y dejé mis cosas sobre la cama. Papá ya debía estar preparándose para zarpar. Abrí las ventanas para que el espacio se aireara, y del otro lado vi a Joe Simmons, un chico de dos años mayor que yo, que se había mudado hacía ya un año. Había hablado muy pocas veces con él, ya que me ponía nerviosa cuando se acercaba. Era rubio de ojos marrón, atlético y lindo. Theo decía que era carente de inteligencia y que yo podía aspirar a algo mejor. Ese enano de diez años me daba lecciones a mí, cuando se suponía que yo era la hermana mayor. Joe dejó de hablar con sus amigos (ya que estaban en la lancha de Irina Farrell) y me pilló observándolo. Me saludó con la mano y yo me paralicé.

- Levanta la mano y saluda, asocial. -Theo hizo aparición de la absoluta nada y me sobresaltó. Saludé torpemente y me alejé con velocidad de la ventana. Escuché las risas de todos en el exterior, cosa que me hizo enrojecer a tal punto de confundir mi cabello con mi piel.

- Soy tan mala en esto...

- Está bien que yo no quiera que estés con ese mono nada intelectual, pero eso no quiere decir que quiera que te conviertas en el hazmerreír del pueblo.

- Deja de hacerme sentir tonta, enano malagradecido.

- ¡Es que no entiendo qué le ves!

EscamasWhere stories live. Discover now