Prólogo

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Hacer las maletas nunca había sido lo que más le apasionaba a Sherlock. Se quedaba sentado en la cama mirando la maleta y el armario repetidas veces, pensando en cuál sería la mejor manera para escabullirse de hacerla. Una vez más, la táctica le falló.

-Tienes que terminar de hacerla antes de que se haga de noche.- le dijo Mycroft entrando en el cuarto y quedándose en la puerta. Juntó sus manos en la espalda y se puso recto.- Ya sabes que a mamá no le gusta que dejemos las cosas para el último momento.

Sherlock no contestó. Mycroft era su hermano mayor. Un tipo alto, más alto que el menor. Tenía los ojos oscuros, a juego con su pelo, castaño y liso; cosa que contrastaba un poco con el pequeño de los Holmes, ya que éste estaba dotado de grandes ojos azules y pelo azabache, rizado.

-Baja a cenar cuando termines.- suspiró el mayor harto de los desaires de su hermano.- Si es que no necesitas ayuda.- Esto último lo dijo como una oferta. El menor le miró desde su posición, espiándole tras su flequillo rizado y se levantó de forma brusca.

-Ya he acabado.- metió las manos en sus bolsillos y Mycroft cerró los ojos con exasperación.

-Tienes la maleta sin hacer, Sherlock.- cruzó los brazos.

-¿Resulta que ahora te importo?- el menor dijo estas palabras como si fueran veneno.- No recuerdo que te hayas molestado mucho por mi hasta ahora.

Pasando por el lado de su hermano mayor, se hizo cargo de que sus hombros se chocaran. No se giró mientras salía del cuarto y andaba por el pasillo. Mycroft no contestó, no podía hacerlo, sabía que su hermano tenía razón. No había estado ahí cuando más le había necesitado.

La sangre del rizado hervía en sus venas. Tendría que haber bajado a cenar, pero subió las escaleras para ir a su lugar favorito de la casa. Las escaleras crujían cuando pisaba sobre ellas, escalón a escalón. Abrió la puerta al final de la escalera y la cerró una vez estuvo dentro. Era una habitación pequeña, con una ventana que daba al jardín delantero de la casa, por donde solía mirar la calle y observaba a la gente que pasaba. Lo único que había en aquella habitación era un atril y una mesa de madera oscura. Sobre la mesa se encontraba un estuche en el cual descansaba el violín de Sherlock. La sala estaba insonorizada, o al menos la gente no se quejaba de los sonidos que procedían de ella.

Sherlock se acercó a la mesa. Abrió un cajón y sacó unas partituras. Miró las hojas hasta encontrar un pentagrama y lo colocó sobre el atril. Normalmente habría abierto la cortina de la ventana, pero al ser de noche, no le vio el sentido. Volvió a la mesa y sacó el instrumento de su estuche, y acercándose al atril comenzó a componer. Tristes notas sonaban en la sala, provenientes de los sentimientos del chico, los cuales hacían ver lo solo que se sentía en realidad. La música, atravesando las paredes, llegó hasta Mycroft y se dio cuenta de que había vuelto a fallar en ser un buen hermano mayor.

Al otro lado de Londres, otro chico cerraba su maleta, esta vez hecha. Sonrió con amplitud y puso un candado para que no pudiera ser abierta si no era por una llave.

-Al fin terminas, enano.- entró su hermana Harriet en el cuarto. Ella prefería que le llamasen Harry, ya que su verdadero nombre le resultaba muy repipi. Era una chica alta, más alta que John- aunque no era difícil- y lucía el cabello castaño claro, suelto sobre su espalda. Sus ojos eran verdes y claros, al contrario de los de su hermano, el cual los tenía pardos y tirando a oscuros.

-¿Cómo que enano?- preguntó John de broma mientras se incorporaba.

-Vamos a cenar, anda.- dijo Harry abrazando a su hermano pequeño.- Te voy a echar tanto de menos.

-Y yo a ti.- John le abrazó con más fuerza. Empezar el curso nunca era fácil para nadie.

Let It All Go. (Johnlock AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora