Capitulo 17. Un trabajo sucio.

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Se encerró en su despacho y marcó un número. Estaba desesperada. Del otro lado una voz gruesa de mujer con un fuerte acento germánico se dejo escuchar.

-Oigo.

- ¿Edel? -preguntó. -Soy Viena, necesito hablar contigo personalmente.

-Sabes que no atiendo a nadie si no es por cita. - respondió tajante. - ¿A ver, qué quieres?

-No puedo decírtelo por teléfono, debo tener el mismo intervenido. Necesito hablar contigo personalmente, es algo de vida o muerte y que nos puede echar todo el negocio al agua si no actuamos.

-Ven a las siete de la noche a mi casa. Hablaremos de lo que te tiene tan misteriosa y asustada. Presiento que es una sandez más de las tuyas.

-Te aseguro que no lo es. -replicó Viena, ante los demás se mostraba prepotente y cruel pero ante ésta, se volvía servil y pusilánime.

-Mas te vale que así sea, no concedo entrevistas sin cita, a menos que sea muy importante la información que me tienes.

Colgó, sintiéndose un poco más tranquila, la alemana era fuerte y sabía manejarse en momentos críticos. Su única preocupación era la inglesa Maryland Ainsworth, que era su polo opuesto y su némesis.

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Marìa del Rosario le tomó el pulso luego de inyectarla, esta cayó sin sentido en los brazos del nórdico, luego de haber gritado de la forma tan salvaje que lo hizo.

-Sigo sin entender porque ella se estaba sobre entrenando. -comentó preocupado. -¿Usted sabe el por qué de esto?

-Si, se trata de que ella le desea. Y no sabe como manifestar ese deseo que siente por usted.

-Mi princesa quiere acaso que yo la seduzca y hagamos el amor. -Dijo -¿es eso acaso?

-Si, solo que no sabe cómo expresarlo. Le metieron muchos tabúes en la cabeza y eso no se borra de la noche a la mañana.

-Lo sé, tengo que hacer algo para evitar que ella piense que es mala o pecadora, solo por desearme.

-Usted es un hombre de mundo, tiene recursos para lograr que ella cambie de manera de pensar. Ha ido a Hong Kong, Japón, Singapur, etc. Oriente tiene secretos para borrar marasmos como los de Magdalena.

-Ya lo tengo pensado, lady Rhiannon. Voy a hacer algo para borrarle a Magdalena esos tabùes. Y de paso que sienta algo de cariño.

-No estará pensando hacerle el amor. -replicò Marìa del Rosario. -Sabe que las reglas de la casa son estrictas-

-No voy a comprometer su virtud, si es lo que teme, doctora. -repuso volviéndose hacia el galeno. -Seria una magnífica idea, de poder hacerlo, pero no voy a buscarme un dolor de cabeza por una cosa que bien puedo hacer con más tranquilidad.

Magdalena salió del sopor en que cayó cuando la inyectaron en el gimnasio, intentó moverse y su cuerpo protestó adolorido, le dolía desde el primer cabello de su cabeza hasta la última uña del pie. Mareada intentó incorporarse, su espalda protestó y sus brazos también.

-No te muevas, debes estar muy adolorida, princesa -escuchó una voz a su izquierda. Era Miodrag.

-¿Qué me pasó? -Inquirió -No recuerdo nada, solo que le estaba pegando al costal de boxeo.

-Hiciste exceso de ejercicio, tu cuerpo va a protestar por el castigo que le diste, liebchen. -se acercó. Tenía puesta una camisa negra y un pantalón gris oscuro. Unas prendas sencillas, pero seductoras en él. -Voltéate y quítate la blusa de pijama. Voy a darte un masaje y hacerte algunas preguntas íntimas.

LA EMPERATRIZ DE NUEVA YORKWhere stories live. Discover now