Capítulo 16

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-¿Qué fue todo eso?-preguntó Scott mientras iba camino a casa de Elizabeth. Ésta hizo una mueca y observó por la ventana del coche.

-Créeme, no quieres saberlo.

-La verdad, es que sí quiero saberlo-dijo Scott abruptamente-. Perdona que lo diga pero nuestro jefe se tome muchas libertades contigo.

-Querrás decir tu jefe. Olvidas que he renunciado.

-Precisamente por eso pregunto. Tú has renunciado y él te llama con un apodo ridículo.

Elizabeth tensó todo el cuerpo y entre dientes dijo:

-No es ridículo.

-Eso es lo de menos. La cuestión aquí es que cada vez que te mira parece estar esperando a verte desnuda-dijo con el ceño fruncido y sin percatarse del sonrojo de Elizabeth-. No creas que no me he dado cuenta. Fue muy evidente el día del evento cuando te desapareciste y ahora que lo pienso... él también desapareció-esto último lo susurró y dedicó un segundo para mirarla rápidamente antes de volver la vista a la carretera-. Por favor, dime que no eres amante de mi jefe.

Elizabeth perdió el poco color que tenía y con una risa nerviosa jugó con sus dedos.

-¡Por supuesto que no! ¡Eso sí que es ridículo!

Scott apretó con fuerza el volante.

-Entonces, es que quiere algo contigo. No le basta con las mujeres que tiene que también intenta seducirte a ti. No tiene conciencia ni moral.

"Si supieras que ya me sedujo y caí en su red para siempre", pensó Elizabeth con una mueca.

-Por favor, Scott, no quiero saber lo que el señor Thalassinos piensa o quiere. Además, no importa si quiere seducirme o no porque ya no trabajo para él.

-Si ese hombre te acosaba en tu horario de trabajo, Elizabeth, puedes denunciarlo. No tenías por qué renunciar, la culpa es de él por ser tan arrogante y creer que puede tener a todas las mujeres habidas y por haber.

-¿Qué? ¡No! Scott, Damon nunca me acosó en horario de trabajo. Es más, siempre fue frío y cruel conmigo. Yo renuncié porque realmente quiero un cambio y nada tiene que ver con él-dijo intentando parecer convencida-. No es necesario ninguna denuncia. Ya se le pasará la curiosidad.

Scott frunció el ceño pensativo. "¿Damon?"

-¿De verdad lo crees? Porque esta noche no parecía como si fuera a pasarle la curiosidad.

-Créeme. En estos momentos él cree que soy algo inalcanzable, soy solo un reto pero perderá interés cuando se dé cuenta que no soy como sus otras mujeres que lamen sus zapatos italianos-dijo con amargura mientras miraba la oscuridad tras su ventana-. Ahora está cegado quizá por la lujuria o la locura, la verdad no lo sé ni me importa, pero se le pasará. Es cuestión de tiempo.

-No estoy seguro, Elizabeth-murmuró Scott con el ceño fruncido mientras recordaba la mirada de su jefe a su cita. La verdad es su mirar no era el de un loco si no, el de un hombre enamorado.

-Por favor, deja de pensar en ese tema. Es su problema no nuestro.

Scott asintió sin dejar de darle vueltas a la cabeza. Al cabo de unos pocos minutos estaban en la puerta de la casa de Elizabeth.

-Gracias por esta noche. Me lo he pasado bien-dijo Elizabeth con amabilidad mientras jugaba con las llaves de la puerta.

Scott carraspeó y se metió las manos en los bolsillos.

-Me gustas mucho, Elizabeth.

Elizabeth se quedó atónita y comenzó a tartamudear.

-Yo... Scott, verás...

Un Amor Imprevisto(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora