Capítulo 25

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"Otra vez no. Por favor, no vengas aquí." Pensó mientras se acurrucaba en su cama y se tapaba con la manta.
Escuchó más gritos y golpes y una música de fondo de casa de los vecinos. De repente, los golpes pararon y solo se escuchó el llanto de su madre mientras que unos fuertes pasos se escuchaban por la escalera.
Se acurrucó aún más y agarró con fuerza la manta mientras el miedo empezaba a recorrer su pequeño cuerpo.
Cuando los pasos se pararon frente a la puerta de su habitación, no pudo evitar contener el aliento, deseando estar soñando.
De repente la puerta se abrió y él cerró con fuerzas los ojos cuando la luz de la habitación atravesó la manta.
-¿Qué haces despierto aún, mocoso del demonio?-escuchó la voz de su padre mientras le arrancaba la manta y lo descubría.
Damon miró con terror a su enfadado padre mientras permanecía en silencio. Sabía que cuánto más hablara, más tiempo su padre permanecería con él descargando su ira.
-Tu madre me ha dicho que has sacado malas notas-le reprendió mientras empezaba a desabrocharse el cinturón de cuero-. Nunca haces las cosas bien. ¿Quieres ser un inútil como tú madre?
Damon negó con la cabeza mientras tragaba saliva con resignación preparándose para el dolor que veía venir.
Mientras su padre levantaba el brazo, cinturón en mano, cerró los ojos y deseó que acabara pronto o que alguien acabara con él.
- ¿Deseó que acabaran con su padre o con usted?
Damon abrió los ojos y miró al hombre que le hablaba, intentando separar el pasado de su presente.
-Conmigo. En ese momento me parecía que era la única salida. Por otro lado, pensé que alguno de los dos me mataría en cualquier momento-respondió Damon un poco ausente.
-¿No cree que fueran capaz de cambiar? Quizá si estuvieran vivos, ya ancianos, se arrepintieran de todo lo que le ocasionaron.
Damon miró pensativo al doctor intentando adivinar lo que pensaba.
-Quizá.
- ¿No cree que las personas puedan redimirse? -preguntó el doctor acomodándose las gafas.
Damon soltó una risa sarcástica.
-Si digo que no, no habría oportunidad para mí, ¿no es así?
El doctor asintió con una sonrisa por su rápida deducción.
-Usted, ¿cree que pueda cambiar?
Damon se quedó mirando fijamente las manos.
-Quiero poder cambiar.
El doctor asintió mientras tomaba notas.
-Eso que ha dicho es muy importante para su recuperación.
Damon soltó una risa amarga.
-¿El qué? ¿El que tenga algo que cambiar?
-No. El que salga de usted el cambio, que esté abierto a él y lo más importante que sea consciente del problema que le obliga a él.
Damon lo miró fijamente a los ojos.
-¿Cuántos han cambiado después de verlo a usted?
-Si no tuviera cierto porcentaje de asertividad usted no habría contactado conmigo, señor Thalasinos-respondió el doctor con una sonrisa.
Damon ofreció una sonrisa taimada al doctor.
- ¿Usted cree que un hombre como yo puede redimirse?
El doctor lo miró a través de sus gruesas gafas.
-Durante todos estos años he visto de todo y créame cuando le digo que el ser humano puede cambiar de tal manera que después puede llegar a ser irreconocible.
Damon frunció el ceño y se miró las manos que le temblaban.
-¿Sabe? Todo esto lo hago porque quiero otra oportunidad con la mujer que amo. Quiero cambiar. Quiero ser... la persona que la proteja, la ame y la haga feliz.
-Todo eso se volverá realidad solo poniendo de su parte.
Damon asintió y de repente lo miró con determinación.
-Entonces, ayúdeme a conseguirlo.
El doctor asintió con una sonrisa.

Elizabeth observaba el cielo azul mientras bebía un café en su cafetería favorita. Habían pasado nueve largos meses desde la última vez que vio a Damon.
Soltó un suspiro de tristeza e intentó aguantarse las ganas de llorar. Ya había llorado mucho, tanto como para llenar una piscina.
Se había enterado por Anthea que Damon había estado yendo a un psicólogo durante los seis primeros meses después de verse por última vez. Y ya habían pasado tres desde que no sabía nada de él. Ella quería ser fuerte, sabía que había hecho lo correcto al alejarse, pero a veces se le hacía imposible contener las ganas de ir corriendo a buscarlo y ya no sabía que hacer o pensar.
Parecía que Damon había dejado todo atrás, incluyéndola a ella. No se había puesto en contacto con ella para nada, no le había escrito ni siquiera llamado para saber de ella. Y cada vez que recordaba su último encuentro se arrepentía de no haber insistido un poco más para que reaccionara. Se arrepentía de muchas cosas y una de ellas era haber dejado que los celos y su miedo a abrirse a él le impidieran estar con él. En declararle todo su amor.
A veces, quería volver atrás, e intentar ser un poco más fuerte, un poco más...
Suspiró y sacudió la cabeza intentando no seguir pensando en lo mismo.
No podía cambiar el pasado y lo único que podía haber hecho después de todo lo que pasó, lo hizo. Ya estaba en manos de Damon si su historia continuaba o no.
-Por favor, que continúe-susurró Elizabeth mirando el fondo de su taza.
Porque como Damon no la buscase, sería ella la que lo buscara y le dijese todo lo que tenía en su corazón porque algo que había aprendido de todo eso, era a no rendirse por su amor.
Y lo seguía amando, tanto que dolía.
-Maldita sea, Damon-susurró Elizabeth mientras se limpiaba una lágrima traicionera.
-Parece ser que sigo en tu lista negra.
Elizabeth se paralizó y sus ojos subieron rápidamente al par de ojos que había extrañado tanto, ese par de ojos que la miraban con sorna mientras la recorrían de arriba abajo.
-¿Qué...?-Elizabeth sacudió la cabeza para aclararse las ideas y susurró-. ¿Qué haces aquí?

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🌸Ania Glez 🌸

Un Amor Imprevisto(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora