CAPÍTULO 25

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Día 5

Me despierto después de habernos quedado dormidos viendo una película, pero lo hago sola.

Me acostumbro a la oscuridad aunque no haga falta; a unos pasos de donde me encuentro, se extiende un camino de velas y rosas. Miro más allá para ver que continúa fuera de la casa, hacia la playa. Me incorporo y lo recorro despacio.

Cruzo el salón, el pequeño descanso que hay antes de la playa, y por último ésta. Un amplio mantel se rodea de más velas y pétalos, y la luna hace de anfitriona con ayuda de las estrellas.

Pero no veo a Jamie. Busco alrededor abrazándome por la brisa que deja la playa. Estoy a punto de volver a casa cuando lo veo salir de ella.

-Ya te has despertado.

-¿Qué es todo esto?

-Pensé que te apetecería cenar fuera. No es un restaurante de 5 estrellas, pero si que tiene unas cuantas. - llega a mí y me rodea en un abrazo -. ¿Tienes frío?

-Un poco, pero estoy bien.

Comienza a quitarse la camisa del color de sus ojos y me ayuda a ponérmela, quedándose en una simple camiseta negra de manga corta.

-¿Cuál es el menú?

-Postres.

-¿Quieres engordarme?

-No - ríe -, pero sé lo mucho que te gustan. No creo que te crezca el culo por una noche.

-¿Por qué? - le miro pícara - ¿Te gusta mi culo así como está?

-Bueno, he visto mejores, pero no está mal. - le resta importancia con un gesto de hombros. Yo le golpeo en forma de protesta a la vez que reímos -. Estoy bien con tu culo, Liss.

-Me alegro.


***

-¿Lo has probado? - le digo probando el último postre -. Está realmente bien.

Hago la acción de dárselo, pero lo aparto antes de que pueda morderlo y lo termino yo.

-¿Qué? - me mira incrédulo pero gracioso.

-Es que he pensado que estaba demasiado bueno como para dártelo - esconde los labios en una fina línea para no reírse -, y además me gusta tu culo tal como es, no quiero que lo engordes.

Se tapa la boca con la mano disimuladamente, yo lo miro como si fuera un ángel y sin tiempo a reaccionar, me tumba sobre el mantel.

-Sabes lo que pasa cuando me provocas - al principio pienso en el mal sentido, pero no es posible ya que aún no ha ocurrido nada -. Sabes que lo pasas mal, ya lo probaste una vez.

Y entonces, caigo: -No. - suplico con los ojos bien abiertos -. No no no, por favor cosquillas no.

Me pellizca en los laterales, primero despacio, lo que hace que emita pequeños gritos y sobresaltos, para después aumentar el ritmo y estallar en carcajadas.

Al cabo de unos minutos que se me hacen eternos, detiene las cosquillas y me besa.

-Tenías chocolate. - me miente entre besos.

-Ya, y las servilletas estaban un poco lejos.

Me giro quedando él debajo de mí, sin dejar de besarnos; introduce las manos por debajo de su camisa y busca el final de la mía para llegar a mi piel, la cual se eriza ante su contacto, como siempre.

-¿Tienes frío? - niego con la cabeza apartándole el cabello de la cara -. Estás erizada.

-Lo provocas tú. Cada vez que me tocas. - sonríe y cierra los ojos un momento disfrutando de mis caricias.

-Eres tan perfecta... Y mía.

Cuando vuelvo a ver sus ojos, han adquirido unos tonos más oscuros y brillantes. Me encanta ver cómo cambian de color en cada situación; más celestes cuando está feliz, apagados cuando se encuentra cansado, oscuros cuando algo le gusta, justo ahora mismo.

-Tuya.

Su mirada fotografía cada rasgo de mi cara, como nadie lo había hecho, como si fuera lo más precioso que tuviera. Recorre un mechón de cabello que cae suelto, mi mejilla, el puente de la nariz, y los labios.

-No del todo. Tengo miedo de que un día cambies de idea y te vayas.

-Jamie, no tengo a dónde irme, lo tengo todo aquí. Me alegro de que te sentaras frente a mí aquel día.

-Lo volvería a hacer infinitas veces, aunque no hubiéramos llegado a nada. Volvería a vivirlo todo.

Siento que un nudo se instala en mi garganta por momentos, así que, antes de que se rompa, lo beso.

Lo beso haciendo que la luna sienta envidia de no poder tenerlo.

A los 18Where stories live. Discover now