CAPITULO 25

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CAPITULO 25.

Habían pasado dos semanas desde que había llegado a Kairos y todavía seguía con el malestar. Cuando empezó a sentirse mal en el barco, supuso que era debido al movimiento, pero ahora, dos semanas después seguía igual. Quizás fuera a causa de su estado emocional. Se sentía triste, desolada y con ganas de llorar cada vez que pensaba en él. Estaba casi segura de que su malestar era a causa de su tristeza por estar separada de él. ¿Pensaría él en ella? Había dejado claro que no la amaba como ella a él. Ella si lo amaba lo suficiente para dejarlo todo y convertirse en su duquesa. Lo que ocurría es que no tenía a quién dejarle el trono, no le quedaba ningún familiar con vida.

Dianna estaba tumbada en el sillón de la biblioteca. Se sentía mareada y con el estómago revuelto. Por dios, esta tristeza que sentía estaba haciendo mella en su salud. Pero no podía evitarlo, le echaba mucho en falta. ¿Cómo podía seguir viviendo sin él? Y lo que más le dolía de todo, es que él no sentía lo mismo por ella. Durante toda esa semana que habían estado juntos, él le había demostrado que la deseaba pero no había dicho nada sobre el amor. No había conseguido que se enamorara de ella. Saber que él no la amaba la estaba consumiendo por dentro. Había ido explícitamente a Londres a verlo, a conseguir que él quisiera irse con ella y formar una vida juntos. Pero había sido una ingenua, él había vuelto a repetirle que su lugar estaba en Londres, no con ella. Dianna no pudo evitarlo y allí, tumbada en el sillón se puso a llorar por ese hombre que parecía que nunca iba a ser suyo.

-¿Dianna? – preguntó su nana asomándose por la puerta -. ¿Te encuentras bien pequeña?

Ellen entró en la biblioteca y se acercó al sillón donde estaba tumbada. Cuando la vio llorando se sentó a su lado y la abrazó con dulzura.

-¿Qué ocurre?

-No puedo nana – dijo Dianna mientras enterraba el rostro en su hombro -. No sé cómo vivir sin él.

-¡Ay pequeña! – dijo Ellen mientras la acariciaba el cabello con dulzura -. Debes ser fuerte, tú pueblo no puede verte así.

-Lo sé – Dianna se separó de ella y se volvió a tumbar -. Pero, ¿cómo voy a hacerlo cuando esta tristeza que llevo en el corazón hace que me sienta enferma?

-¡Ay niña! – Ellen se acercó a ella y le tocó la frente -. ¿Qué tienes? ¿Llamó al médico?

-No nana – dijo Dianna mientras se incorporaba un poco -. La única cura para esto es que Edward esté a mi lado y me diga que me ama.

Ellen no dijo nada y volvió a cogerla entre sus brazos. Decidieron que no iban a contárselo a Kiros, él era muy protector y estaban seguras de que haría algo radical y Dianna no iba a permitirlo. ¿Iría Kiros a Londres a buscar a Edward y traerlo a la fuerza hasta Kairos? Ella no iba a permitirlo, él tenía que venir por su cuenta, porque la amaba, no porque le obligaran.

-No te preocupes niña, no le diremos nada – dijo Ellen -. Pero tienes que levantarte y hacer como si no pasara nada.

-No sé si podre – dijo Dianna mientras se levantaba del sillón con ayuda de su nana -. Pero lo intentaré.

Juntas salieron de la biblioteca y se dirigieron al salón del trono donde Dianna tenía que atender los problemas de su pueblo.

Habían pasado casi tres meses desde su llegada y Dianna seguía encontrándose mal. ¿Qué le pasaba? ¿Todavía tenía esos síntomas a causa de su tristeza? Se preguntaba una y otra vez mientras andaba de un lado a otro de la salita. Quizás había llegado el momento de mandar a llamar al médico. ¿Y si estaba enferma? ¿Habría cogido alguna enfermedad?

-Niña – dijo Ellen mientras entraba en la salita -. He mandado a que preparen… ¿Qué te ocurre pequeña? – preguntó mientras llegaba hasta ella y la abrazaba.

La Reconquista De La PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora