"Killing me soflty"

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Cogió el último cigarrillo de su cajetilla de Malboro y se lo metió entre sus carnosos labios color carmín. Lo encendió en un segundo, como si fuese una acción tan cotidiana que no tenía que pensar para hacerlo. Miraba hacia una ancha calle, donde se veían los escaparates de todas las grandes marcas, desde el balcón de su pequeño piso. La consumía la rabia y el odio, el ver a todas esas mujeres adineradas comprando sin ton ni son vestimentas que quizás nunca utilizarían. Las insultaba hacía sus adentros.

Caló por segunda vez el cigarrillo y unos segundos más tardes salió el humo gris de sus adentros. Si hubiesen tenido la misma suerte que ella, una alcohólica prostituta sola, sin amigos, sabrían lo que era sufrir. En su tiempo, ella había sido una de ellas pero la vida se lo quitó todo. Su estúpido padre, como ella lo definía, había perdido todo jugando en los grandes casinos de la ciudad.
Menudo necio era, decía hacia sus adentros.

Yo observaba la escena con atención.
El cigarrillo se estaba consumiendo y si no conseguía más en poco tiempo, perdería los nervios, todas las voces de su cabeza volverían a atacarla, ella sabía que si regresaban haría algo malvado que la atormentaría el resto de su vida. Por eso, fumaba para calmar a las bestias de sus adentros.

La última calada marcó el final del cigarillo, el cual, aplastó contra la barandilla del balcón y cayó hacia la calle. Ella suspiró y entró en el salón. 

Se tumbó en el sofá cogió una botella de whisky barato e ingirió todo su contenido. Las voces llegaban, no podía pensar, tenía que hacer algo, sino el terror la atormentaría y no había vuelta atrás. Se vistió con unos vestido negro corto y salió a la calle a trabajar.

Todas las miradas se giraban hacia ella, la prostituta, y podía escuchar todos sus groseros y mezquinos comentarios. Cada vez oía más voces, las mandaba callar pero estas seguían, gritaba a su paso por la calle, necesitaba más, más tabaco. Soltó un llanto debido a su sufrimiento. La gente empezó a difamarla. Se agobiaba, más y más críticas, voces, las bestias despertaban, todo en su cabeza. 

"Es una puta drogadicta" "Todo es culpa de su padre" " No sirve para nada" "Estaba mejor muerta" "Fea" "Gorda" "Estúpida"... Las voces no paraban.

Un mechón negro de sus bellos cabellos se le colocó delante de sus ojos marrones, se adhirió al rímmel corrido, lo apartó. Aún teniendo heridas en las piernas tras haberse tirado, se levantó firmemente. Anduvo un poco para alejarse de las multitudes, cogió el arma que tenía en el bolso, una preciosa pistola negra, su Petit Amour Noir, se la colocó por encima de su oreja derecha y pulsó el gatillo, en segundos la bala había atravesado su cerebro, una muerte instantánea. Le arranqué la vida, pero su alma no voló, quedó vagando por las calles, tenía aún una misión en la Tierra. 

Los comentarios sobre ella no cesaron tras su partida, ahora esas mujeres que la habían criticado, las bestias de su cabeza, la recordaban como una heroína, hipócritas malnacidas hubiera dicho ella. 

Abandoné como tantas veces aquel lugar hasta mi próxima llamada.

Pero como se dijo una vez,

Nadie te quiere hasta que te mueres.



Memorias de la MuerteWhere stories live. Discover now