PRÓLOGO

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El Cairo, Egipto.
Un año después de la misión en la Estatua de la Libertad.

Ella llegó a casa después de pasar cerca de cuatro horas en la biblioteca de la ciudad, vestía una falda larga color púrpura y una blusa de tirantes color negro. Entre la oscuridad del departamento, resaltó un brazalete en su brazo por su intensa luz celeste; su cabello largo y castaño solía enredarse con ese dispositivo por lo que no era precisamente su favorito. Era más bien necesario, y mucho.

Dejó su bolsa, con los seis libros que pidió prestados, en la mesa y se dirigió a la pequeña cocina para encender la cafetera que dentro de poco comenzó a emitir el ruido del agua al hervir. Esperó a que se llenara la taza con humeante café recién hecho para llevársela con ella a su habitación junto con uno de los libros. Leer llenaba la mente de cosas nuevas y eso parecía ser suficiente para mantenerla en paz.

Cuando se sentó en la cama y comenzó a ojear el libro, algo la distrajo llamando su atención al frente. Una pequeña y parpadeante luz roja se hacía presente en el estante donde tenía aún más libros; suspiró pesadamente pensando que seis meses respetando su aislamiento voluntario habían sido demasiado buenos. Dejó la taza de café en la mesita al lado de la cama y se levantó para tomar entre sus manos un dispositivo con pantalla transparente al que pertenecía esa luz roja. Movió uno de sus dedos en la pantalla y la luz se volvió azul.

-¿Qué pasa, Jarvis? - preguntó mirando la pared sin emoción alguna.

-Hola, señorita Stark. Por favor, espere, le comunico con el señor Stark - la voz de Jarvis le sobresaltó por tanto tiempo sin escucharla, sintió una presión en el pecho al saber que escucharía a su hermano.

-¿Becky? - se escuchó la voz seria de Tony por el altavoz del dispositivo.

-Dijiste que no me llamarías a menos que... - comenzó ella con voz suave pero con una leve molestia.

-Esto es importante... - volvió a decir Tony, a ella le extrañó su tono de voz cauteloso y sin rastro de sarcasmo.

-¿Qué cosa? - se sentó en la cama sin saber qué esperar a escuchar.

-S.H.I.E.L.D. desapareció... - fueron las únicas palabras de su hermano, como si intentara no decir mucho.

-¿Cómo que desapareció? No te entiendo...

-La agencia fue infiltrada y prácticamente dividida por Hydra - el tono de voz de Tony comenzaba a desesperarla.

-¿Cómo que Hydra, Tony? - sabía poco de Hydra pero una de esas cosas era que ya no existía.

-No hay tiempo para darte explicaciones, te necesito aquí en Nueva York - la frase le cayó como témpano de hielo a Becky.

-No quiero ir a Nueva York - fue su única respuesta, su tono reflejó súplica.

-Si la información que S.H.I.E.L.D. tenía sobre ti cae en las manos equivocadas... - Tony levantó un poco la voz, exasperado por la necedad.

-Pero tú sabes por qué no quiero estar en Nueva York - respondió ella mientras con sus delgados dedos hacía figuras aleatorias sobre la sábana.

-Él no está aquí, Becky. Está en un hospital en Washington... - comenzó a decir Tony.

-...espera... ¿qué dijiste? - el cuerpo de Becky se paralizó en un miedo que la envolvió hasta la última fibra de su ser.

-Le dispararon...tres veces, pero los doctores dicen que en unas semanas estará bien - Tony sabía que esa era una de las peores noticias que podían darle a su hermana - ¿Becky?

-Dijiste semanas... - ella resbaló lentamente desde la cama hasta el suelo pensando en lo que le acababan de informar sobre él, sobre Steve.

-Jarvis te dará las instrucciones para que tengas un viaje seguro a D.C., ¿está bien? - dijo Tony, su tono de voz seguía preocupándola más.

-¡Pero dijiste que me querías en Nueva York! - levantó la voz sin entender el por qué de tantos cambios y misterios.

-Enviaré a alguien ahí para que te recoja, confía en mí y haz lo que te digo, por favor - Tony esperaba que el cielo se apiadara de él y lo obedeciera.

-Estás ocultándome cosas, Tony... - le dijo ella perdiendo el control de su tono de voz que ya sonaba tembloroso.

-No uses esas cosas conmigo, Becky - le respondió el en tono de advertencia, ella se levantó molesta de la cama.

-Yo no uso nada con nadie, Tony...

-Escucha a Jarvis, te dirá qué hacer - le reiteró Tony a su hermana.

-Está bien - dijo ella comenzando a sacar ropa y el resto de sus cosas de los cajones.

-Te veré en unos días, ten cuidado - después de eso, Tony cortó la comunicación dejando el control del dispositivo a Jarvis.

Becky se recostó en la cama mirando fijamente al techo mientras escuchaba las instrucciones de Jarvis, quien no dejaba de repetirle las cosas ya que ella no dejaba de pensar en lo que su hermano le acababa de decir: Steve estaba en un hospital en Washington. El asistente de su hermano le había reservado un vuelo al día siguiente por la mañana, por lo que terminó de empacar las pocas cosas importantes que había ahí y se fue a dormir. Sin embargo, su sueño estuvo acompañado de un soldado, balas y sangre.

Cuando Becky llegó al aeropuerto egipcio y le entregaron el detalle de su vuelo casi se atreve a llamarle a su hermano por teléfono. Jarvis le había programado en el vuelo que tardaría dieciocho horas en llegar a Washington pues hacía dos escalas, una en Roma y otra más en Bruselas; le desesperó saber que no habían elegido el vuelo más rápido para ella cuando se suponía era una urgencia que estuviera en Nueva York. Para su desgracia, no podía establecer contacto ni con Jarvis ni con Tony hasta que llegara a Washington.

Sus dieciocho horas se convirtieron en veintidós cuando hubo mal tiempo en Bruselas y se vio obligada a esperar. Se recordó que al llegar golpearía a Tony con el casco de su propia armadura mientras en el baño del aeropuerto rellenaba su brazalete con un líquido brillante color celeste, por un momento sus ojos se volvieron azules pero segundos después volvieron a ser color hazel. Se miró largo rato con gran molestia hasta que escuchó por los altavoces que su vuelo estaba listo para partir.

Aterrizó en el aeropuerto Ronald Reagan de Washington, D.C. después de lo que le pareció una completa eternidad, recogió su maleta y recordó que la última indicación de Jarvis era tomar un taxi que la llevara al Instituto Smithsonian. Salió para pararse en la larga fila de personas esperando un auto que los llevara a su destino, una espera que se encargaría de revolcar todos sus sentimientos en un torbellino de miedo, desesperación, duda y dolor. El señor que se encontraba detrás de ella en la fila tuvo que palmar su hombro para indicarle que su taxi esperaba.

-Lo siento - dijo ella caminando rápido hacia la puerta abierta, dándose cuenta por primera vez del aire frío. Cuando estuvo dentro del auto, su respiración era agitada.

-¿Hacia dónde, señorita? - preguntó el conductor que la miró por el espejo retrovisor con amabilidad. Becky no contestó, se le quedó mirando un tiempo también por el espejo considerando si obedecer la indicación de Jarvis o...

-Eh... - tragó saliva ahogando sus palabras, tenía que hacerlo. Tenía que verlo.

-¿Señorita? - preguntó de nuevo el conductor.

-Al Hospital Central de Washington, por favor - el auto arrancó y ella se pasó la temblorosa mano por la frente, tratando de calmar a su corazón que le dolía al saber que al llegar ahí el dolor sería aún más grande.

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¡Hola a todas!

Pues hoy es fin de semana y hoy comienza esta secuela que si a mí ya me está causando problemas, no sé qué les causará a ustedes.

Espero esta nueva historia les guste y me encantaría saber su opinión con sus comentarios, sé que esto va empezando pero prometo avanzará pronto.

Muchas gracias por darle una oportunidad a esta secuela.

Besos



El comienzo de la Evolución © #PStaxPV Donde viven las historias. Descúbrelo ahora