¿Qué podría pedirme que haga? Después del infierno irreal que acabo de vivir por dos meses.

Asentí de nuevo y el tipo delgado de sonrisa amable decidió tomar la palabra.

―Si necesitas algo, siempre estoy en la casa haciendo guardia, puedes decirme o le puedes decir a Marissa, la ama de llaves si hay algo que necesites dijo a media sonrisa.

La garganta me dolía como si hubiera salido de una intubación, no podría formular ni una sola palabra aunque lo quisiera, me limité a asentir un par de veces más cuando alguno de estos hombres decían o preguntaban algo; el camino fue largo y silencioso después de las primeras veces que cabecee, poco a poco me ganaba más el sueño, quería recostarme y recobrar las fuerzas que se me habían escapado en las ultimas veinticuatro horas.

Cuando por fin llegamos, ambos hombres salieron del auto, frente a mis ojos todo estaba pasando en una camara lenta y borrosa, tardé un par de segundos para tomar la mano del chico delgado, tastabillé los primeros dos pasos, aún estaba drogada, sus manos se aferraron con cuidado a mi espalda.

Frente a mis ojos se alzaba la fachada de una gran casona, se sostenía sobre varios pilares blancos y altos, gozaba de ventanales que eran cubiertos por las sombras de los arboles que desfilaban a lo largo del camino que te llevaba a la puerta; no se escuchaba nada al rededor mío, ni un solo motor, estábamos apartados de las calles que conocía.

Tenía que averiguar la forma de irme y qué tan lejos estaba de una autopista.

Vi la silueta del comprador frente a nosotros dirigiéndose al pórtico de la casona, lo seguí con ayuda de su guardaespaldas, los pasos de estos hombres eran firmes y fuertes, mis piernas apenas y soportaban el peso que les ponía al intentar mantenerles el paso, quería buscar donde dormir, quería un vaso de agua y una ducha caliente, quería ponerle el seguro a la puerta y descansar antes de tomar otro paso.

El interior de la casa no me sorprendió más que la fachada, había un candelabro que colgaba frente a mi e iluminaba el lugar en el que en encontraba junto con la ayuda de la chimenea encendida, pasé mi mirada a una abertura gigantesca en la pared que conectaba a otra habitación, me indicaron dirigirme hacia ella, esta sala poseía un par de sillones blancos perfectamente acomodados y alineados al espacio en el que me encontraba, había un gran cuadro que figuraba con varios colores en sí a mis espaldas, y estaba el gran ventanal que daba a la noche que se extendía frente a nosotros, era lo único de un tono oscuro en toda la sala hasta que el comprador se hizo presente, tomó asiento frente a mi y tras un largo suspiro fijo su mirada en mí; me sostuve en la esquina de uno de sus sillones.

―Hay un par de cosas que quisiera hablar contigo antes de irme a descansar, las haré sencillas porque sé que el nivel de drogas que tienes en el sistema no te ayudaran a comprenderlo tan facilmente― que voz tenía este sujeto― uno, tendrás una habitación para ti, por lo tanto, no quiero que te acerques a la mía; dos, harás todo lo que te diga, no me contradigas absolutamente nada, ni siquiera pienses en responderme; tres, no me toques, no quiero verte más cerca de mi que lo que estás ahorita mismo; cuatro, no salgas de la casa, no te hagas la valiente intentando escapar; y antes de que si quiera lo imagines, no me interesas y mucho menos tu escuálida anatomía, por lo que deberías dormir tranquila por un par de meses; no me interesa ser tu amigo.

Dicho esto se levantó sin dejar de fijar su mirada en mi, volteó hacia las escaleras y tras darme una oscura sonrisa, desapareció al final de éstas. 

Este tipo era guapo, y mis descripciones de antes no le hacían ninguna justicia a verlo de cerca, tenía unas largas pestañas, hermosas cejas, un robusto pero fornido cuerpo, sus piel era fría y poseía cierto brillo lúgubre en los verdes, o quizá mieleros, ojos que cargaba. Su voz había recorrido toda la habitación como la seda recorre la piel; me había quedado sujeta del sillón hasta que encontré las fuerzas para girarme y buscar a alguien, quien fuera.

―Así es con todo mundo, causa una gran impresión, ¿no?― una mujer pelirroja que parecía figurar en sus sesentas estaba sonriéndome en la entrada a la sala, llevaba un uniforme negro con blanco, era la ama de llaves.

― ¿Así de...― la voz me raspo las cuerdas vocales con una brutalidad a la que ya me estaba acostumbrando.

La mujer se acercó, tomó mi mano con delicadeza y la sacudió con una aperlada sonrisa.

―Soy Marissa, estoy aquí para servirte en lo que necesites ¿quieres ir a tu habitación? ¿O prefieres comer antes?

― ¿Podría comer algo antes? ― cada palabra que pronunciaba dolía más que la anterior.

― ¡Por supuesto! ¿Qué quieres de cenar?

―Lo que sea― las últimas sílabas salieron como un susurro, Marissa me tomó del brazo con delicadeza y me llevó a pasos que mis rodillas podían soportar hacia la blanca cocina para tomar algo de comida.

(...)

Después de los diez minutos más largos de mi vida hasta el día de hoy, frente a mí yacía un plato lleno de huevo con jamón y un vaso de jugo de manzana, al instante en que Marissa me pasó un tenedor, devoré la comida de par en par de bocados; debía admitir que me dolía la mandíbula y el cuello, pero cada bocado que tomaba era la mejor sensación del mundo, era lo único en lo que quería pensar en estos momentos.

―¿Quieres descansar ahora? Te he preparado la cama y un par de toallas para que tomes un baño, hay un par de shampoos y cosas que pensé podrías necesitar, te puedo ayudar si no tienes las fuerzas.

― ¿Me podrías llevar a la habitación?― Marissa asintió, guardó los platos que habían quedado frente a mi y en cuestión de minutos me estaba dirigiendo a mi nueva habitación.

Subimos las mismas escaleras que don reglas había tomado, un sin fin de puertas se extendieron frente a mis ojos, poco a poco comencé a pensar que era un pasillo sin final hasta que Marissa giró la perilla de la ante antepenúltima habitación y me indicó que entrara.

Quizá el cansancio o las drogas tomaron completo control de mi cuerpo, lo último que recuerdo fue el golpe seco que hizo mi cabeza contra el suelo de la habitación y las manos cálidas de Marissa sujetándome con cuidado para dejarme sobre las mullidas sábanas.

(...)

Llevaba un par de horas despierta, sentía el cuerpo moreteado y una resaca estúpidamente grave, las drogas habían abandonado mi cuerpo, pero los efectos drenantes apenas empezaban a hacerse presentes. Me giré, a duras penas, sobre un costado, pude apreciar cosas que ayer por la noche no pude trás perder conciencia de mi misma; la habitación en el que estaba era color hueso, tenía un par de mesitas de madera, una alfombra a los pies de la cama y cuadros vacíos sobre las paredes, lo único vivo en la habitación era una gran planta que posaba a lado de la puerta que dirigía al baño, me senté derecha y me giré hacia el inmenso ventanal de piso a techo que estaba cubierto por un par de cortinas claras, el jardín que figuraba fuera era inmenso, tanto así que no lograba ver una casa vecina. Estaba sola.

Me levanté después de un par de minutos y tomé una nota que yacía a unos pasos de mi puerta, la letra oscura sobre el blanco papel leía:

"Pide a Marissa un par de antiinflamatorios y sueros para la resaca, toma una ducha y recuerda las reglas.

―Blair."

ADAM - en edición.Место, где живут истории. Откройте их для себя