Visitas inesperadas

Start from the beginning
                                    

–Debes tener un jodido tapón de cerrilla en los oídos... –espero a que él sacará su vista de la suya– James.

–¡Ahí está de vuelta! –la señaló con el dedo, entusiasmado, mientras Amelie reía.

–Estás loco. Escuchas cualquier cosa.

Cuando Amelie llegó a su habitación, Hua estaba sentada en su litera guardando sus libros. Tenía unas grandes ojeras bajo sus ojos, lo que le daba una gran idea a Amelie de porque anoche no había dormido en su lugar.

Y no es que quisiera preguntar.

Gran parte de sus prendas ya estaban en la maleta y sólo le quedaba revisar si no olvidaba algo. Espió en todos los cajones, en el baño, entre las sábanas...

Bajo la litera había una camiseta roja, demasiado grande para Amelie, aunque ella sabía muy bien de quien era.

Aspiro el olor a chicle de sandía y sonrió.

–¿Eso es de Potter? –curioseo Hua, con las cejas elevadas, mientras Amelie asentía.

Entonces, la rubia abrió los ojos como platos.

–¡No, no! –chillo Amelie rápidamente–. Me la prestó en vacaciones cuando fui a su casa y he olvidado devolvérsela.

Aunque tampoco sabría si se la devolvería. Tal vez el olor a chicle de sandía la ayudará a disminuir su añoranza.

Con sus ojos rasgados y azules, Hua busco por la pieza el resto de sus prendas, las cuales estaban todas desperdigadas por el piso. Esa chica era un desastre.

Por fuera, el frío era agotador, por lo que Amelie se enfundó la mayor cantidad de ropa que le entró. Se había colocado un gorro de lana rojo y la bufanda de Gryffindor enroscada hasta tapar su boca y mentón, de tal forma que sólo quedarán al descubierto sus ojos verdes y su nariz respingada. El resto de los alumnos la veía como una loca rara, más que nada por el hecho de que ni siquiera podía cargar su maleta. Pero bueno, ella no tenía la culpa de sufrir tanto los drásticos cambios del clima.

–¿Quieres que te ayude? –se ofreció James en cuanto se cruzó con ella bajando las escaleras hacia el Hall.

–Un muñeco de nieve pelirrojo –intervino Fred, mientras tocaba con su frío dedo índice la punta de la nariz de Amelie, burlándose.

Y entonces, mientras los primos se posicionaban a su lado, pudo ver pasar a Dylan rápidamente por su derecha, tratando de parecer inadvertido. Ni siquiera la miro, ya llevaba todo el tiempo del mundo ocupado en ignorarla, algo que, en realidad, alegraba a Amelie.

Cuando al cruzar la gran puerta hacia los jardines la pelirroja se tropezó y rodó por el piso hasta chocar con una columna, James decidió firmemente cargar su maleta, aunque ella se opusiera.

–¿Estás seguro que no quieres que yo siga? Sé que soy torpe, pero pareces muerto, Potter –estaba tan rojo como Amelie cuando algo le daba vergüenza y eso sí que era algo difícil de pensar al ver su bronceado.

–No –jadeo–, yo... yo puedo.

Amelie bufo y rodó los ojos. Odiaba cuando los hombres se ponían en plan caballeroso... ¡Y más que nada cuando James lo hacía! ¡Él era cualquier cosa menos un caballero!

Se topó con los ojos azules de Louis a un par de metros. El muchacho estaba junto a Annabeth Ellen, una rubia de lindos ojos verdes, algo que los hombres no notaban en verdad, ya que sus inmensos pechos llamaban la atención de cualquiera que cargara un aparato reproductor masculino.

Emily estaba a su lado, con una expresión de disgusto y aburrimiento, haciendo creer que en cualquier momento se mataría si tenía que seguir escuchando a su mejor amigo coquetear con un cuerpo sin cerebro. Ella era tan obvia... capaz que aun más obvia que Amelie. No entendía como Louis no se daba cuenta y como es que la rubia aún no se lo decía, ¡Tenía que declararse antes de perderlo!

Amelie Moore y la maldición de los PotterWhere stories live. Discover now