Capítulo 8: Reencuentros Lunares

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–"La Luna". Extraña sorpresa. Lo siento, pero no tengo tiempo. Acaba de ocurrir algo y...

El ladrón intentó pasarla de lado, pero ella aferró uno de sus brazos de manera decidida. Él volteó, extrañado de aquella desesperada acción. Pudo verlo en su rostro.

–Necesito tu ayuda –exclamó la hermosa mujer de cabellos dorados. –Mi aprendiz ha desaparecido.

Parecía una mera coincidencia. Bastó una mirada para saber lo afligida que ella estaba: sus ojos denotaban tristeza, preocupación e incertidumbre.

– ¿Cómo estás tan segura? "La Estrella" no es de las que sean fáciles de atrapar.

La mujer soltó su mano. No se dio cuenta de lo que había hecho hasta que él pareció ponerle atención.

–Perdí contacto con ella. Me dijo que robaría una joyería en los alrededores de esta ciudad. Me dijo que uno de sus contactos le aseguró que sería un golpe rápido y fácil, justo como a ella le gustan. Siempre que cumple con éxito algún saqueo me lo hace saber: me regala una parte, siempre dejándome algo en mis guaridas. Han pasado días desde el supuesto robo y no he sabido nada de ella. La prensa y la policía no tienen nada sobre ella. Supe lo de tu escape de prisión. No fue difícil dar contigo: evidentemente recorrerías la zona más lujosa de por aquí. Y henos aquí, solos en la oscuridad, como en los viejos tiempos.

Cuando terminó de hablar se tornó el silencio. Ambos pudieron escuchar sus intranquilas respiraciones. Ella miró hacia el cielo estrellado, él hacia el suelo gris.

–Estoy entrenando a alguien.

Aquellas palabras sorprendieron a la mujer de traje entallado. Antes de que pudiera decir algo el también reveló su pesar.

–Y creo que fue secuestrada. Tengo un extraño presentimiento de quien lo hizo. Me parece que lo de Alice no es una simple coincidencia. Hay alguien detrás de esto, alguien que nos conoce muy bien y a la Sociedad. Alguien que se nos está adelantando.

La miró fríamente y ella se mostró turbada. Había algo que no encajaba.

– ¿Por qué estás aquí? Tú eres perfectamente capaz de rastrear a quien sea.

Ella sonrío. Por un segundo creyó que sus acciones estaban siendo mal interpretadas.

–Supongo que dos son mejores que uno. Debemos pensar sobre esto. ¿Tienes un refugio cercano? –preguntó ella con mirada pícara.

–La casa de mi aprendiz está a las afueras. Tardaremos en llegar. Y el tiempo no es algo que tengamos de nuestro lado.

–Entiendo. Yo tengo acceso a una suite de lujo en un hotel cercano. Cinco estrellas, ciertamente humilde, ¿no crees? Los tontos de la recepción piensan que está embrujada. Vamos, te contaré lo que sé allá.

Los minutos transcurrieron mientras los dos seguían corriendo sobre techos y azoteas, bajo la agonizante luz de la luna plateada que les iluminaba el sendero. Pasó mucho tiempo desde la última vez que se habían visto. La ladrona, al parecer, seguía siendo la misma belleza llena de talento: continuaba portando ese traje entallado con una luna menguante estampada en color plateado a la altura del vientre.

Lauri Skold, apodada "La Luna". En el mundo existen pocas cosas tan bien relacionadas. Varios años atrás, antes de que "El Lobo" pensara siquiera en volverse un ladrón, fue que la conoció. El instante se desarrolló entre el sueño y la realidad, casi como parte de paisaje onírico: Lauri entró a robar su casa. Para él, que seguía creyendo que eso podía ser un sueño extraño y hermoso, significó un cambio repentino en su vida: la hermosa ladrona, su mítico traje entallado, la ventana abierta, el frio aire nocturno entrando y la luz de la luna reflejando su esbelta silueta. El joven Fathe, armado con un bate, en ropa interior y con las piernas temblándole le salió al encuentro, decidido a defender sus bienes. Fueron sólo segundos en los que ninguno de los dos se movió, pero les pareció una congelada eternidad. No podía creer el verse descubierta por un infante. Entonces, susurrando sonriente, únicamente le pregunto una cosa:

La Princesa y El LoboWhere stories live. Discover now