Memorias.

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Narra Emily:


Una anécdota que jamás podre dejar de contar, es el día en que conocí a Thomas:

Ocho meses de embarazo, diablos Darcy, que ya estás pataleando fuerte y, haciéndole honor a tu padre, se te antojan comer las cosas más extrañas y en los peores momentos. Ahora mismo necesito con urgencia un plato de papas fritas con pollo y queso parmesano.

Ansiosamente busqué a alguien a quien preguntarle sobre la dirección a la cafetería del lugar, obviamente aquí no está Sally ni Marcos para asistirme en este momento de crisis, solo un montón de trabajadores de la empresa de aquí a allá, todos tienen cara de ser agradables, pero me asusta tener que interrumpir sus labores.

Justo cuando estaba decidida a preguntarle a una mujer de melena negra, apareció un chico con caminar despreocupado. Era alto, rubio, ejercitado y estiloso ¿Qué más se puede pedir? Tomando el toro por los cuernos, tomé ventaja de la situación y a un paso decidido de embarazada me dirigí directo a él.

Le toqué el hombro con un poco más de fuerza de la que esperaba. Giró con su rostro angelical y su azulada mirada se dirigió directo a mi abultado estómago. Levantó su mirada hacia mí, con espanto; dio un paso para atrás y llevó sus manos a su cabeza, tironeando su dorado cabello. Sus ojos estaban desmesuradamente abiertos mientras negaba con la cabeza y yo lo miraba con el ceño fuertemente fruncido ¡Sabia que estaba gorda, pero no era para tanto!

-¡No! ¡Puedo asegurarlo! ¡Esta vez no he sido yo! –Gritó atrayendo la atención de todos los demás trabajadores alrededor, que comenzaron a reír- ¡Lo juro!

El chico estaba histérico, prácticamente dejándose calvo y con terror examinaba mi cara y luego mi panza de embarazada. Mientras todo esto ocurría, Darcy me dio una patada considerablemente dolorosa por no recibir su antojo a tiempo. Con rabia y aun dolor por esa pataleta de mi bebé que me había dejado con los ojos cristalinos, le grité.

-¡Todo esto es tu culpa! –abracé mi estomago mientras lo miraba indignada ¡Tengo hambre!

-¡No! Quiero decir ¡No lo recuerdo! ¡No puede ser! –Este chico estaba palidísimo- ¡Maldición! ¡Esta vez no fui yo! –giró la cabeza a las personas alrededor como si quisiera dejar en claro algo.

En ese momento apareció Sally a mi lado, con un ataque de risa.

-Thomas ¿Te hemos presentado a la nueva maquilladora? –dijo ella, conteniendo la risa.

-Osea, yo no...-el chico me miró con confusión.

-Emily, te presento a Thomas –Sally me miró divertida- Él suele ser un rompecorazones, si es que me entiendes. Le has dado un buen susto.

Ahora comprendía todo, este guapo prostituto había pensado que le venía a reclamar su paternidad. Pobre chico.

-Es todo mío, tranquilo –le sonreí mientras veía como el color regresaba a su cara e incluso sus mejillas se teñían de rojo.

Todos alrededor reían descontroladamente, de hecho, la chica de cabello negro anterior, parecía que se fuera a hacer pipí encima, estaba en cuclillas mientras se afirmaba a una mesa y reía casi ahogándose, creo que lloraba.

-Lo siento tanto...yo realmente pensé...dios, perdón –Thomas estaba ruborizado hasta la médula.

-Tranquilo –le dediqué otra sonrisa para después voltearme a ver a Sally- ¿Me dirías donde está la cafetería? Tengo un antojo terrible.

¡Eh, Papá! »Harry Styles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora