4. Mi obsesión, amigo

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A veces esconderse del mundo es algo bueno.

No esperaba que fuese en esta situación, pero a veces las cosas simplemente pasan porque sí. En verdad, fue un poco de mala suerte el toparse con las mismas personas que tiempo atrás hicieron que su muñeca se fracturase y casi acabase su relación con su mejor amigo debido al impacto que llegó a causar por primera y única vez. Tampoco esperaba que, efectivamente, los viesen tomados de la mano a punto de escabullirse por uno de los pasillos del cine.

Lo que, sinceramente, no creía que pasara, es que comenzasen a seguirlos disimuladamente en un principio y luego sin preocupación alguna cuando estuvieron fuera de la vista de los empleados del lugar.

La suerte estuvo, sin embargo, y si es que se le puede llamar así, de parte de ellos; cuando vieron la sala con utensilios de aseo estrecha y con la puerta abierta en la que se apresuraron a entrar para esconderse.

Es por eso que, en algunas ocasiones, el desaparecer un rato no hace mal a nadie.

El olor dentro era divertido, era a limpieza, pero además un poco de lavanda. No olía mal. Jongin rió—rió de la estupidez humana, y esta vez no lo hizo solo. Kyungsoo rió con él. Risas tapadas por manos para no hacer ruido.

"¿Crees que nos metamos en problemas si nos pillan aquí?"

"Sinceramente, no me importaría pasar el resto de la noche aquí contigo."

Kyungsoo vuelve a reír; no le importaría ser un saco de golpear si es capaz de escuchar esa risa una y otra vez así de clara.

"No seas tonto."

El chico se sonroja, y en menos de un respiro Jongin recupera todas las cosas que ha escrito con anterioridad acerca de ese perfecto tono avergonzado.

"No puedo dejar de serlo, mi cabeza tiene un daño permanente."

Jongin no miente. Es culpa de Kyungsoo que su cerebro deje de funcionar el 90% de las veces.

"Creo que estoy enamorado."

"¿Eh?"

El chico más bajo voltea su cabeza hacia él y está oscuro, pero aun así distingue cada rasgo de su cara y el espacio es pequeño, pero justo para que los dos estén apegados lo suficiente.

"Estoy enamorado, Kyungsoo," repite subiendo su mano a la mejilla del chico, sosteniendo su mirada como si fuese una galaxia inmensa llena de los colores, las luces y las estrellas más sorprendentes que puedan existir. A pesar de la situación en la que están, en la que estuvieron y en las que estarán; a pesar de las noches sin sueño que los hacen ver más cansados—los ojos de Kyungsoo siguen sosteniendo la luna, guardando el cielo y siendo un arma letal para el órgano en su pecho.

"Enamorado de una hermosa persona."

Se inclina hacia Kyungsoo, con sigilo que no es necesario, como ha querido hacerlo desde hace años, desde la primera vez que Kyungsoo le mostró su oh, tan especial sonrisa. Labios que hacen a su corazón de papel débil arrugarse en emoción, mientras que se acelera y ralla frenéticamente de arriba a abajo marcando su pulso cardíaco acelerado.

"Y nunca dejé de estarlo," murmura antes de electrizarse y romper finalmente la ilusión utópica del primer beso.

Ha llegado a su paraíso, y no importa el lugar o tiempo en el que estén—su mundo ideal es con Kyungsoo.

Ese tope de labios acompañado de ese pulso peligroso, es el gozo del primer amor.

♥♥♥


"Ten."

Kyungsoo recibe un trozo de papel doblado, que parece gastado y tiene una mancha roja en un costado. Está un poco sucio, también, pero eso no quita su natural encanto de haber sido hecho con paciencia y dedicación.

"Te lo debí entregar hace mucho," dice Jongin a modo de explicación. "Es el único que sobrevivió, los otros noventa y nueve lamento decir que pasaron a mejor vida."

Kyungsoo le sonríe. Mira con ojos curiosos el trozo de papel en sus manos y lo abre con cuidado.

El cielo nocturno es sublime desde el techo de la casa de Kyungsoo. Un bolso con ropa para la mitad de las vacaciones de verano descansa dentro de la habitación del chico, y la otra mitad será en su propio hogar. La vida le está dando su lado bueno, piensa.

Pero ya era hora.

Jongin aún tiene unos cardenales que lo acompañarán por un buen tiempo y una fisura nueva en su labio, cortesía de ciertas personas que no quisieron dejarlo sin un buen regalo antes de que se cambiase de colegio. Kyungsoo continúa abriendo y cerrando sus manos nerviosamente cuando salen a dar vueltas por su lado de la ciudad, y le cuesta tragar la comida por la simple costumbre de no alimentarse por todas las horas que permanecía en la escuela.

Pero este es definitivamente el lado bueno de la vida.

Jongin observa el corazón en las manos del chico—el suyo también es de papel. De esos con bordes y colores definidos a medias, como cortado con manos torpes y temblorosas. Tiene un vacío muy ligero por dentro, esperando ser llenado con algo, o al menos abierto por alguien; como lo está haciendo Kyungsoo ahora. Simula ser fuerte, pero puede ser soplado por el viento, o simplemente ser aplastado y arrugado cuando ya va a ser desechado. Su corazón no pesa nada. Con el agua salina que sale de sus ojos se moja y vuelve cada vez más débil; con el ardor de sus músculos luego de ser maltratado físicamente se quema, y de a poco los trozos se vuelven ceniza. Si se deja demasiado al sol de la incertidumbre todos los días, pierde su color; y si se deja a las sombras de la humedad solitaria, se estropea con una marca que a pesar de intentar mejorar, ya es permanente. Los corazones de papel graban todo lo que llega a ellos, con lápiz mina cuando pueden ser borrados, pero la marca de que una vez hubo algo escrito allí queda en líneas casi invisibles. A final de cuentas, nada se borra. Con lápiz de tinta solo algunas cosas, las especiales. Hay manchas, hay trozos rotos, hay muchas cosas que le pueden afectar.

Kyungsoo está escrito en tinta; cada una de sus palabras que le hicieron acelerar, cada uno de los gestos, cada uno de los paisajes y sonidos y vestuarios, comidas, discusiones, reencuentros, frases y cielos.

La persona a su lado lee el mensaje; tan solo una de las 100 confesiones de amor, de esos versos que salieron desde lo que está más recóndito y oculto; libres, sin preocuparse siquiera de una sola rima. Pero al parecer, para él, es perfecta. Y lo guarda. Aprieta el papel contra su pecho, mientras no sabe si reír o llorar, pero opta por lo primero.


Estoy enamorado, oh, tan enamorado, amor

Es tu sonrisa, amor, es tu sonrisa

Eres culpable, sí, tan culpable

Mi obsesión, amigo, mi obsesión eres tú


Corazones de Papel; KaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora