Taehyung fue enviado a una boda por su amigo, a base de engaños. En la que resulta ser el esposo de Jeon Jungkook, el alfa que estaba en el altar a punto de casarse.
¿Será verdad lo que Taehyung enfrenta, o solo se trata de una simple confusión por...
Apartó la mirada, sus nervios eran evidentes en cada línea de su cuerpo. En realidad, ese amigo sí era Hyunseo, pero la persona que venía en camino era un completo desconocido, un supuesto mejor amigo de Hyunseo. Seokjin había estado tan emocionado por la presencia de su crush de secundaria que no había querido regresar por los anillos, y cuando finalmente recordó su olvido, ya estaba demasiado ocupado corriendo para alcanzar a Hoseok cuando este mencionó que traería a Kim Namjoon.
—Mejor ve esperando en el altar —sugirió lo primero que se le ocurrió—. Minjae ya está por llegar.
Jungkook asintió, reconociendo que esa era la mejor manera de distraerse de todo lo que había sucedido. En compañía de su amigo, se dirigió hacia el altar que se alzaba hermoso bajo el resplandor dorado del sol del atardecer.
Los invitados ya ocupaban sus asientos designados, conversando en murmullos expectantes. El juez se encontraba en su posición, esperando pacientemente por los novios, mientras los reporteros se mantenían en su área asignada, cámaras listas para capturar cada momento histórico.
Cuando Jungkook llegó al inicio del camino que llevaba al altar, la música comenzó a sonar: una melodía clásica y elegante que llenó el aire con notas de esperanza y nuevos comienzos. Caminó solo por el pasillo central, sintiendo los nervios correr por su piel como electricidad estática.
Al llegar al frente del altar se detuvo, girándose hacia atrás en espera de su futuro esposo. El corazón le latía con fuerza contra las costillas, no por emoción, sino por una ansiedad que no podía identificar completamente.
No pasaron más de diez minutos cuando la música cambió, anunciando la llegada del novio con una melodía más grandiosa y emotiva.
Los flashes de las cámaras comenzaron a disparar como fuegos artificiales silenciosos.
Un joven castaño apareció en la entrada, tomado del brazo de su padre. Minjae lucía radiante en un hermoso traje blanco de alta costura, sonriendo con una ternura e ilusión que iluminaba todo su rostro mientras mantenía los ojos fijos en Jungkook, quien tenía el rostro inexpresivo y casi pálido.
Cuando Jungkook vio el traje de novio de Minjae, algo se rompió dentro de él. Su respiración se volvió errática y superficial, porque era exactamente el mismo traje que había visto en aquella fotografía supuestamente editada por inteligencia artificial.
Pero ahora estaba seguro de que ese cuadro no era un fotomontaje. Era demasiado real, demasiado preciso. Conocía cada figura, cada postura, cada expresión de su omega. Lo único que lo había hecho dudar inicialmente había sido el cambio de color de cabello.
Cuando Minjae llegó a su lado, Jungkook extendió la mano mecánicamente, aún perdido en sus pensamientos torturados, forzó una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Estás bonito... —se obligó a pronunciar esas palabras, tomando la otra mano de su prometido.
—Gracias —respondió Minjae con un sonrojo adorable, mirándolo con tanto amor e ilusión. Sin tener idea de que ese día marcaría su vida para siempre, y no necesariamente de la manera que esperaba
Para ese momento, las cámaras habían dejado de fotografiar frenéticamente, contentándose con grabar la ceremonia en un silencio respetuoso.
El juez sonrió a la pareja con benevolencia y abrió su libro ceremonial, dispuesto a pronunciar las palabras sagradas que los unirían en matrimonio. Pero antes de que pudiera comenzar, algo en la entrada captó su atención y lo hizo palidecer hasta volverse casi traslúcido.
—No puede ser... —susurró el hombre, con la voz apenas audible. Años atrás, él también había casado a Jungkook con su anterior esposo.
Los flashes de las cámaras se volvieron exagerados nuevamente, acompañados de voces ahogadas y jadeos de sorpresa que brotaron de los invitados en shock. El lugar se transformó en un caos de asombro e intriga. Nadie podía creer que lo que estaban viendo fuera real.
Una figura desconocida caminaba por el mismo sendero que habían recorrido los novios minutos antes. Tenía el rostro confundido y visiblemente molesto, como si estuviera perdido y frustrado por encontrarse en una situación que no comprendía.
Jungkook, irritado por la interrupción y los flashes exagerados que lastimaban sus ojos, giró la cabeza junto con su prometido y las familias que se encontraban cerca del altar.
Y entonces lo vió.
Ahí estaba él.
El rubio del cuadro, vestido exactamente con el mismo traje de novio que su pareja actual. Pero no era cualquier rubio, no era un desconocido cualquiera.
Para Jungkook, era su esposo, en su mente fracturada, era su Taehyung.
La respiración abandonó su cuerpo como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Sus manos se soltaron de las de Minjae como si hubieran perdido toda la fuerza. Todo su cuerpo comenzó a temblar incontrolablemente, y la voz se le desvaneció hasta convertirse en nada, no sabía cómo reaccionar, no sabía si eso era real o si finalmente había perdido la cordura.
Lentamente, como si estuviera caminando a través de melaza espesa, bajó los pequeños escalones del altar, como si estuviera en un sueño lúcido, flotando entre las nubes de la irrealidad, caminó unos pasos y se detuvo frente a aquel joven.
Lo observó de pies a cabeza con la intensidad de un hombre que ve un milagro, lo reconoció con cada fibra de su ser, tenía todo en su lugar, era su amor, el amor de su vida, luciendo tierno y angelical como siempre. El traje marcaba a la perfección su hermosa figura, ahora más desarrollada y madura. Lo único que faltaba era su hermoso cabello castaño, reemplazado por un rubio que de alguna manera no disminuía su belleza.
—Cachorro... —pronunció Jungkook en un susurro quebrado, con los ojos ya inundados de lágrimas y los labios temblando sin control.
No quería despertar de ese sueño, si eso era una alucinación, era lo más hermoso que le había pasado en cinco años de infierno. Ver a ese joven que se había ido llevándose todo de él, tenerlo a solo centímetros de distancia.
—¿Kim Taehyung...? ¿Por qué...? —preguntó con la voz completamente rota—. ¿Cachorro... por qué me haces esto?
Y comenzó a llorar.
Pero las lágrimas no importaban, lo único que importaba era comprobar si esto era real o si finalmente se había vuelto loco de dolor. Sin perder un segundo más, lo tomó de la cintura con manos desesperadas y lo estrechó contra su pecho con una fuerza que hablaba de años de anhelo reprimido.
Hundió su rostro en el cuello del rubio, buscando desesperadamente aquel aroma que una vez había sido su hogar, fresas, crema de vainilla y caramelo.
Pero no había nada ahí. Solo la piel tibia y el aroma neutral de un desconocido.
Entonces su mundo se desmoronó por segunda vez.
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