~♡ TE QUIERO A TI ♡~ [Taejin]

XII

La señora Kim puso una mano en la frente.
—Esto es un desastre.

Jin, aunque molesto, no pudo evitar que una sonrisa se le escapara al ver lo torpe que lucía Taehyung, atrapado en sus propias mentiras.

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Mientras en la casa Kim la tensión se podía cortar con un cuchillo, Jungkook ya estaba en la ciudad, como si nada hubiera pasado. El aire fresco y las luces de las calles lo hacían sentir libre, ligero… casi eufórico.

Con una mochila al hombro y auriculares puestos, caminaba tarareando una canción, feliz de haber logrado escabullirse sin que lo atraparan.

—¡Por fin un poco de libertad! —dijo en voz alta, sacando un paquete de galletas de su mochila y comiéndolas como si fueran un manjar robado.

Al pasar frente a una tienda de videojuegos, se detuvo con los ojos brillando. Ni un segundo de duda: entró y pasó más de una hora probando consolas, riéndose con otros chicos que conoció allí. Nadie lo llamaba "el hijo del señor Kim", nadie lo vigilaba, y eso era lo que más disfrutaba.

Mientras tanto, en la casa de campo, la señora Kim estaba al borde de un colapso nervioso.

—¿Y si lo secuestraron? ¿Y si se perdió en el bosque? ¡Ay, JungSoo, nuestro hijo podría estar en peligro!

—Lo que está es de parranda —bufó el señor Kim, furioso.

Taehyung solo se removía incómodo en la silla, deseando que alguien lo sacara de allí. Jin lo miraba fijamente, disfrutando del espectáculo, y en su cabeza pensaba: esto te pasa por meterte donde no te llaman.

De vuelta en la ciudad, Jungkook había encontrado a unos amigos de la universidad. Lo recibieron con un abrazo y una cerveza fría en la mano.

—¡Kookie! ¿Qué haces aquí? Pensamos que estabas encerrado con tu familia.

—Digamos que me escapé del paraíso —respondió con picardía, alzando la botella—. Tenía que respirar un poco.

Las risas no tardaron, y pronto Jungkook se encontraba en un karaoke, gritando canciones a todo pulmón, mientras sus amigos lo animaban.

En contraste, la señora Kim seguía rondando por la casa, hablando de llamar a la policía, mientras el señor Kim insistía en que aparecería tarde o temprano.

Jin, ya cansado, fue a su cuarto a descansar. Pero antes de cerrar la puerta, alcanzó a ver a Taehyung recargado en una ventana, mirando hacia afuera con cara de culpable. Seguro sabe más de lo que dijo, pensó Jin, y aunque no lo diría en voz alta, esa idea lo hizo sentir una extraña mezcla de enojo… y curiosidad.

La noche cayó, y mientras en la casa todos se debatían entre la preocupación y el enojo, Jungkook estaba riendo a carcajadas en una mesa de restaurante, probando ramen picante y sacándose selfies con sus amigos.

—Esto sí es vida —dijo con la boca llena.

No imaginaba que, a la mañana siguiente, el verdadero problema sería volver sin que lo descubrieran.

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En la casa de descanso, el ambiente estaba enrarecido. La señora Kim ya no podía dormir, dando vueltas de un lado a otro con un rosario en las manos, mientras su esposo se servía otra copa de vino para calmar la tensión. Jin, por su parte, se había encerrado en su habitación, convencido de que algo no cuadraba en todo lo ocurrido con Taehyung.

Y hablando de Taehyung… él se mantenía en silencio, con el ceño fruncido y la mirada fija en la ventana. Por más que intentara aparentar calma, el sudor en su cuello lo delataba: sabía perfectamente dónde estaba Jungkook.

Muy lejos de allí, Jungkook soltaba una carcajada tan fuerte que casi tiraba al suelo el micrófono del karaoke. Rodeado de amigos, con la cara encendida por las luces de neón y la euforia del momento, levantó su copa y gritó:

—¡Por la libertad!

La música subió, los vítores lo acompañaron y él se sintió invencible, sin saber que, en la casa, cada minuto que pasaba hacía crecer la sospecha, la rabia y la tensión.

Una llamada perdida brilló en la pantalla de su celular, olvidado en el bolsillo de su chaqueta. No la escuchó. No le importó.

Mientras tanto, la señora Kim rezaba con lágrimas en los ojos, y Jin, desde su cama, murmuraba con un dejo de amargura:

—Todo esto es un desastre…

La cámara invisible de la historia se aleja: por un lado, el desorden de una familia en vilo. Por el otro, un joven disfrutando como nunca.
El choque entre ambos mundos era inevitable.

Y cuando llegara el amanecer… alguien iba a pagar las consecuencias.

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