1. Una horrible pesadilla.

9.2K 649 49
                                    

I

Una horrible pesadilla.

Una horrible pesadilla

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No recordaba nada. No sabía dónde estaba, o por qué estaba allí, sola. Lo único que había logrado permanecer en mi memoria eran recuerdos fugaces sobre mi familia: sus caras, sus nombres, y detalles efímeros sobre cómo eran. También había podido salvar imágenes borrosas del pueblo donde crecí y los juegos a los que solía jugar cuando era una niña. Más allá de aquello, el resto de mis días vividos eran la mayor incógnita y mi única preocupación. Mis recuerdos olvidados eran aquellos que debían darle sentido a la situación actual.

Todo aquello era demasiado bizarro para ser real, pues no recordaba haber tenido una pesadilla tan larga y vívida nunca, lo cual era casi cómico teniendo en cuenta mi desafortunada condición.  La inquietud que sentía se transformó con el paso de los días en una obsesión por recordar absolutamente todo lo que hacía, como si aquello fuera a hacer que el resto de mis recuerdos volviera.

Paré unos minutos para descansar y rellenar mi cantimplora en la orilla de un río de poca profundidad. Llevaba siete días exactos vagando sola por calles y caminos, atravesando pueblo tras pueblo, todos ellos deshabitados. El único vestigio siniestro de presencia humana aparte de los edificios eran las grandes manchas de sangre que teñían el suelo y las paredes por todos lados, lo que hacía que un centenar de escalofríos recorrieran todo mi cuerpo a cada instante. Quizá tiempo atrás, aquellos sitios hubieran resultado acogedores y llenos de vida, pero ahora eran tan tétricos y lúgubres como un cementerio viejo, lleno de lápidas desordenadas, mugrientas y rotas. Yo caminaba, corría hacia delante dejándolos atrás sin detenerme. Sin aliento, sin descanso. Y en todo ese tiempo yo solo anhelaba despertar arropada en mi cama, y tomar un desayuno caliente después de aquel fatigoso mal sueño.

El sol había salido hace unas horas y se alzaba radiante y cálido en lo alto del cielo. El viento soplaba con suavidad. Era una brisa fresca que contrarrestaba el calor que emitía el gigante astro de fuego, y hacía que las blancas e impolutas nubes que flotaban sobre las copas de los árboles y los tejados de las casas  se movieran lentamente sobre mi cabeza. Me habría quedado para siempre observando el cielo, tan hermoso e inmenso, pero debía continuar viajando. No conocía el motivo, pero algo dentro de mí guiaba mis pasos en la dirección correcta. Era como una especie de intuición o presentimiento, solo que de alguna manera sabía que me dirigía al sitio adecuado.

Durante mi travesía yo trataba de ocultar mi presencia en todo momento debido a un extraño instinto humano llamado miedo. Impulsada por la precaución, permanecía siempre junto a las paredes tanto como podía. Mantener la atención sobre todo lo que había a mi alrededor, incluida mi espalda, se había vuelto agotador, pero era una imperiosa necesidad impuesta por aquel peculiar instinto.

No recuerdo quién me dijo lo siguiente, pero, las palabras que me fueron dichas quedaron grabadas a fuego en mi mente, tan profundas que ni esa maldita amnesia había conseguido borrarlas. El miedo te hace poderoso. Agudiza nuestros sentidos y nos pone en alerta, nos protege del peligro. Y tan cierto era, que aun a sabiendas de que era bastante improbable que me topara con alguien que pudiera hacerme daño, yo habría sido más rápida que un gato si hubiera tenido que emprender una huida. 

Reluctant Heroes |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora