—Ya mujer. Cálmate.

Abro la puerta y siento que se tensa.

—Christian. —Su voz tiembla y reprimo una risa—. CHRISTIAAAANNN. Bájame. No me dejes aquí.

—No lo haré. No quiero que te pase algo malo.

Suspira y empieza a mirar toda la habitación con algo de interés. Hace mucho tiempo no entraba a éste lugar, todavía conserva el mismo olor a madera y cuero de siempre. Se nota que Gail lo mantiene tal cual como siempre. Nunca le di órdenes de dejar este cuarto de lado.


Anastasia

No sé por qué Christian nunca quiso traerme a éste lugar otra vez. La primera vez que estuve aquí me asusté o más bien me sorprendí, pero al saber y sentir lo que Christian hacía aquí, fue genial. Lástima que no lo pude convencer de volver a entrar. Pero, ya estamos aquí.

No ha apartado sus ojos de mí desde que empecé a recorrer la habitación. Realmente me intriga este lugar. Podría convencerlo para jugar un rato, ya que no me va a dejar salir de aquí. Así me olvido por un momento de lo que está pasando afuera y del peligro al que se están exponiendo mis amigos, sólo para defenderme.

Me siento en la cama y saco mis botas, mi pantalón y remera, quedando sólo en bragas y sujetador. En ningún momento aparta sus ojos de mí y eso me gusta. Tiene sus piernas cruzadas inclinado un poco de lado y roza su dedo índice por sus deliciosos labios, muerdo mi labio a propósito y frunce el ceño, su respiración ahora es más pesada y estoy más que complacida.

—¿Qué haces, Anastasia? —su voz es ronca y eso mueve todo dentro de mí.

No parece tener ganas de detener el juego.

—Parece que me vas a tener aquí encerrada por un largo rato, así que simplemente me estoy poniendo cómoda.

Me encojo de hombros como si fuera muy normal lo que hago. Y no es normal, porque estoy incitando a mi novio para que me azote y me folle duro como lo hacía con sus sumisas.

—Como quieras.

Su sonrisa es lasciva y la mía es como la del gato Cheshire, bueno, no tan fea, o eso espero.

Le guiño el ojo y termino de desnudarme, me deslizo sobre la cama cubierta con la suave tela de seda roja y me remuevo como gato buscando comodidad. Christian se resiste, pero se nota que tiene cierto problema que le incomoda dentro de sus pantalones.

—No juegues conmigo, Anastasia.

Su mirada es amenazante, pero no me importa, no me intimida.

—¿O que, amor?

Ladeo un poco la cabeza mientras me acuesto de lado y me apoyo sobre el codo derecho, mirándolo fijamente. Mientras él recorre con su mirada mi cuerpo desnudo.

Se levanta y rodea la cama, ubicándose a mis pies. Se desliza sobre mí y abre mis piernas con las suyas.

—Voy a tener que encerrarte en nuestra habitación. Será lo mejor.

Roza mi sexo con sus dedos y me muerde un pezón.

—¿Eso quieres? —pregunto entre jadeos mientras juega con mi entrepierna.

—¿Y tú?

Niego y él ríe fuerte mientras se levanta y dejándome muy excitada y frustrada. Se va de la habitación cerrando con llave y bufo.

Maldigo para mis adentros al no poder lograr lo que quería. Suspiro resignada y me levanto para colocar mi ropa interior. Cuando estoy asegurando mi sujetador, la puerta se abre y sé que ha vuelto.

—¿Qué estás haciendo? —su voz es algo dura y aspiro tomando fuerza para verlo.

Me doy vuelta para mirarlo a los ojos. Y joder, me ha dejado con la boca seca.

Solo lleva puesto un pantalón de jean rasgado y desgastado, con el botón suelto dejando ver algo de bello que me encantaría tocar, sus pies descalzos que dan ganas de besarlos, y su perfecto torso desnudo. Cuando mis ojos llegan a los suyos, no hay pizca de diversión en ellos. Si ya estoy acostumbrada a verlo desnudo cada noche, ¿por qué lo estoy viendo de manera diferente ahora?

—Quita el sujetador nuevamente y ven aquí. —Su voz tampoco muestra emoción alguna y eso me intimida aún más—. Obedece —gruñe y me hace dar un respingo.

Eso dio miedo.

Hago lo que dice inmediatamente. Yo empecé este juego y quiero terminarlo. Deseo hacerlo.

—A partir de ahora, no me puedes ver a los ojos, a menos que te dé permiso de hacerlo, no hablarás a menos que te autorice y a todo me contestarás, Si Señor o Amo. ¿Entendido?

Mientras habla suelta mi coleta y trenza mi cabello con mucha calma.

—Si.

—¿Sí que, Anastasia?

Jala mi cabello hacia atrás haciéndome quejar del dolor que me causa.

—Sí, señor —digo con un hilo de voz.

—Buena niña. Te amo, nena —susurra a mi oído eso último y se aleja.

Mi "Hermana" AnastasiaWhere stories live. Discover now