Interludio: Nerea

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—Bueno, así es la vida. Los amigos vienen y van... pierdes y ganas. Realmente la que ha salido perdiendo ha sido Sandra por no saber apreciar lo que eres y ni quedarse contigo. Si ella no ha merecido la pena, no te preocupes por que siempre habrá alguien mejor esperándote —sonríe Rodrigo.

Alba se vuelve hacia él, siempre consigue hacerla sentir mejor, con sus reflexiones y actitudes, siempre tan maduro... Sin duda, su nombre ha quedado gravado para siempre en su corazón. Nunca olvidará a ese niño gordito que lloraba por que se burlaban de él. Pero Alba tenía una cosa clara: siempre lucharía por mantener la sonrisa de su amigo. A toda costa.

—Gracias, Rodri —y, sin previo aviso, Alba se abalanza sobre él y le estampa un beso en la mejilla—. Espero que eso no pase con nosotros. No quiero perdete nunca. Pase lo que pase, siempre estaremos juntos, ¿verdad?

Sin poder evitarlo, Rodrigo siente cómo se acelera su pulso con solo el tacto de Alba. ¿Ha escuchado bien? Quiere que estén juntos. Para siempre...

"Si,  Alba. Siempre estaremos juntos. Siempre estaré suspirando por ti, mi princesa..."

Casi titubeando, Rodrigo consigue mover los brazos y devolverle el abrazo. Arropa su espalda con las manos y suavemente se desliza por su mejilla hasta enterrar la cabeza entre los oscuros mechones de Alba. Suspira.

—Claro que sí, pequeñaja. No puedo dejarte sola ni un segundo. Para lo que sea, aquí me tendrás.

Alba se separa un poco de su amigo para mirarle a la cara. Frunce el ceño.

—¿Sólo dices eso? Ya podrías ser un poco más emotivo, ¿no? ¡Que yo me he sincerado! Anda que... y después dices que soy yo la insensible —se separa de Rodrigo, aunque a él no se le borra del todo la sonrisa.

—Pequeñaja... —dice mientras le da toquecitos en la barriga para hacerla reír. Alba no aguanta más y rompe a carcajadas ante las cosquillas.

Cuando se calman, vuelven a reposar sus cuerpos en el banco. Ambos miran al cielo, observan las nubes que navegan sobre sus cabezas. Alba cierra los ojos.

—Desde luego... siempre lo arreglas todo con cosquillas. Nunca cambiarás, ¿verdad? Quiera o no, siempre serás un misterio para mí...

Rodrigo también cierra los ojos. 

"A veces hay cosas que es mejor no saberlas...", piensa

Aunque Alba no lo sabe, Rodrigo lleva encima una carta cuya destinataria es ella. Sin embargo, Rodrigo duda en entregársela en ese momento. No escribe poesía ni es un gran escritor, pero las palabras que contiene esa carta son todos sus sentimientos plasmados en papel. Aprieta más los párpados y agarra fuerte la carta dentro de su sudadera. Su corazón late. Quizás sea el momento de...

—Perdona. Tú eres Alba, ¿verdad?

Tanto Rodrigo como Alba abren los ojos al unísono sorprendidos por aquella aguda voz. Un trío de muchachas se encuentran ante ellos. Las tres visten de una forma muy adelantada para su edad de trece años. Escotes, bolsos, maquillaje... La del centro parece llevar la voz cantante a pesar de ser la más bajita. Tiene los ojos azules y un rubio rematado con mechas californianas. Sonríe abiertamente a Alba. Sin embargo, a Rodrigo no le ha hecho mucha gracia que aquella choni poligonera estropease su momento a solas.

—Sí... sí, soy yo. ¿Por? —titubea Alba.

—Uff... menos mal. Yo soy Nerea y estas son María y Carmen —dice la del medio refiriéndose a sus dos amigas—. Nos hemos enterado de lo de Sandra. Qué putada, ¿verdad? 

—¿Tú eres la que repitió tercero? —pregunta Alba, ya que cree haberla visto en el instituto.

Nerea suelta una carcajada y asiente con la cabeza.

—Sí, la misma —responde—. El caso es que conocíamos a Sandra pero a ti no. Así que queríamos saber qué os había pasado para que dejaseis de ser amigas —añade con cierta tristeza.

—Las noticias vuelan... —susurra Alba.

—¿Querrías venirte con nosotras y nos cuentas? —halaga María.

Alba duda. Por fin unas nuevas amigas. Mira a Rodrigo esperando su opinión. Él no quiere que se vaya, lo gritaría a los cuatro vientos; que se quedase, que se quedase junto a él toda la tarde y toda la vida. Pero se limita a encogerse de hombros y responder:

—Por mí puedes ir.

—¿En serio? ¿No te importa, Rodri?

"Sí, me importa y mucho. Por favor. No te vayas. Quédate conmigo, Alba..."

—Nada, no te preocupes. Iré a casa a echar una Play si eso... Tú pásalo bien —sonríe con todas sus fuerzas.

—¡Gracias, Rodri!

Alba le da un gran abrazo antes de levantarse y ponerse a la altura de las recién llegadas. Las tres se miran entre sí al ver el cariño entre aquellos dos.

—Bueno, ¿nos vamos?

Alba asiente y, junto con el trío, se aleja del banco en el que estaba sentada con Rodrigo. Ésta se va despidiéndose con la mano, feliz de haber encontrado unas nuevas amigas. Rodrigo se limita a alzar la suya débilmente mientras ve, cómo su mejor amiga se aleja de él y de su corazón. Cierra los puños con furia y, sin darse cuenta, comprime la carta hasta convertirla en una bola de papel. Suspira.

"Otra vez será..."

De lo que no son conscientes ninguno de los dos, es de que Alba no solo ha encontrado la puerta hacia una nueva amistad sino, la entrada hacia un mundo que la revolucionará por completo hasta convertirla en otra persona completamente diferente.

Si Rodrigo hubiese sabido en ese momento que esa sería la ultima vez en la que vería a la Alba de siempre, a su mejor amiga, a su compañera desde la infancia, a su único amor, a su princesa... hasta dos años después en el que un fatídico día, un accidente de coche le provocase un coma y perdiese la memoria; tal vez y sólo tal vez, la hubiese detenido en medio del parque y entregado aquella carta que simbolizaba sus sentimientos. Para así, no haberla dejado escapar, quizás para siempre.


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