Tras un verano de silencio, Celia Diggory regresa a Hogwarts con el corazón cargado de preguntas. Ni una sola carta, ni una señal... como si Mattheo Riddle hubiera desaparecido de su vida sin dejar rastro.
Pero en su sexto año, el reencuentro es ine...
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Al día siguiente, mientras leía un libro sobre medicina y saboreaba mi taza de té, un fuerte golpe sobre la mesa me sacó del momento. El líquido se tambaleó en el borde de la porcelana, a punto de derramarse.
Mattheo me sonrió con ese descaro tan suyo, rodeó la mesa sin decir palabra y, sin pedir permiso, me tomó de la nuca para besarme.
—Qué asco. Basta. —gruñó Lorenzo desde el asiento a mi lado, apartando la vista como si acabara de presenciar un crimen.
—Ya veo que alguien amaneció drogado. —murmuré sin mirarlo, dejando que mi voz cayera como un cuchillo entre nosotros.
Volví a bajar la mirada al libro, aunque no podía concentrarme en una sola palabra. Desde que supe que Mattheo había estado involucrado —directa o indirectamente— en lo de Katie Bell, algo se quebró dentro de mí. ¿De verdad sería capaz de casi matar a una chica solo para salirse con la suya? ¿Y si él ya lo sabía? ¿Y si lo encubría con la misma sonrisa con la que ahora me besaba como si nada?
Sabía que sonaba infantil. Que tal vez estaba exagerando. Ni siquiera era cercana a Katie Bell. Apenas habíamos cruzado un par de palabras en clases y, sin embargo, no podía dejar de pensar en ella. En lo que le pasó. Ese hecho... me atormentaba. No solo por lo que implicaba, sino por lo que decía de Mattheo. Porque si él lo sabía... si lo permitió... entonces ¿qué tan ciega había estado yo todo este tiempo?
—No estoy drogado, Cece —dijo Mattheo, con ese tono despreocupado que solía derretirme... pero que hoy me dio asco.
—No me llames Cece. Sabes que odio ese apodo —respondí, dejando la taza de té con fuerza sobre la mesa. El sonido seco del golpe resonó más de lo que esperaba
—Okay —susurró Mattheo, frunciendo el ceño, claramente confundido por mi reacción.
Yo respiré hondo. Bajé la mirada y cerré los ojos con fuerza, como si así pudiera apagar todo lo que sentía.
—Perdóname por levantarte la voz... Ayer fue un día duro.
—¿Qué? —dijo, alzando un poco la voz—. ¿Qué te hizo Potter? Escuché que salieron ayer.
El cambio en su tono fue inmediato. Estaba alerta, casi a la defensiva, como si solo escuchar el nombre de Harry lo sacara de sí.
—No... no es eso. Es otra cosa, no te preocupes —dije forzando una sonrisa que ni yo misma me creía.
Mattheo me sostuvo la mirada. Esa forma suya de observar... como si intentara leer mi alma entera. Su mandíbula se tensó.