recuerda

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Parque de Diversiones – 6:50 p.m.

Las luces parpadeaban con fuerza a medida que la noche caía sobre el parque. Risas, música, el crujido del algodón de azúcar y los gritos de la montaña rusa llenaban el ambiente. Dominik caminaba al lado de Becky, una mano sostenía una bolsa de palomitas que ella le había insistido en comprar. La otra… colgaba, tensa, libre, sin intención de buscar la de ella.

—¿Te acuerdas la primera vez que vinimos todos juntos aquí? —preguntó Becky, con una sonrisa nostálgica mientras observaba la rueda de la fortuna.

Dominik apretó la mandíbula, disimulando.

—Sí… claro que me acuerdo —dijo, sin emoción.

Y cómo maldecía ese día. Desde entonces, todo había comenzado a girar de forma equivocada. Liv se había acercado por primera vez con esa sonrisa radiante, y él había sentido algo tan fuerte que aún hoy lo aterraba.

Becky lo miró de reojo, buscando una chispa, algo.

—Fue un día raro, pero especial. Yo no paraba de verte, aunque tú nunca lo notaste.

Dominik desvió la mirada.

—Becky…

—¿Qué haremos si Liv despierta? —lo interrumpió, bajando el tono de voz—. ¿Se lo diremos? ¿Le diremos que estamos juntos?

Hubo un silencio. El sonido de la gente, las ruedas girando, los juegos mecánicos… todo se volvió lejano por un segundo.

—No lo sé —dijo él finalmente—. No estoy seguro de que sea el momento.

Becky asintió lentamente, pero no se rindió.

—Dom… yo solo quiero que entiendas algo. Lo que siento por ti no empezó hace unas semanas. Es algo que llevo dentro desde hace años.

Él se quedó quieto. Ella aprovechó.

—Te conocí en secundaria. Siempre me fijé en ti. Siempre te miraba. Pero nunca fui lo suficientemente valiente para acercarme. Solo hablamos tres veces. Y en todas tú fuiste el que se acercó.

Él la miró con sorpresa. Becky sonrió, triste.

—La primera vez fue cuando me caí en el gimnasio. Me ayudaste a levantarme y dijiste: “¿Estás bien? Eso fue una caída de película”. Recuerdo hasta tu voz.

Una imagen fugaz cruzó la mente de Dominik. Sí, lo recordaba. Ella había sangrado un poco de la rodilla.

—La segunda fue cuando te perdiste en los pasillos del edificio nuevo —continuó—. Me pediste indicaciones para llegar a los laboratorios.

Dominik bajó la mirada. También lo recordaba. Estaba buscando el laboratorio de química y se había topado con ella. Le había agradecido, y ella solo asintió, visiblemente nerviosa.

—Y la tercera —susurró Becky— fue cuando te presté un marcador en clase de historia porque el tuyo se había secado.

Él parpadeó. Esa escena también estaba clara. La clase había sido aburrida. Había dibujado una calavera en la esquina del cuaderno con ese marcador.

—Después de eso… con el tiempo, me olvidaste —dijo ella, con una risa triste—. No te culpo. Yo no era nadie. Pero yo… nunca dejé de mirarte.

El silencio volvió a instalarse. La música de fondo sonaba lejana, como si estuvieran dentro de una burbuja.

Becky dio un paso más cerca.

—Pero ya no importa, ¿sabes por qué? Porque ahora estamos aquí. Juntos. Después de todo este tiempo.

Dominik tragó saliva. Su mente giraba. ¿Cómo responder a algo tan lleno de peso? Sí, recordaba cada momento. Pero en ninguno había sentido una conexión. Para él, habían sido solo instantes. Gentilezas. Casualidades.

Becky tomó su mano sin pedir permiso. Él dejó que lo hiciera. Era más fácil que soltarla.

—Tal vez… —dijo él, casi para sí mismo—. Tal vez hay cosas que no se ven venir.

Becky sonrió con los ojos brillando.

—Tal vez siempre estuviste destinado a ser mío —susurró.

Pero dentro de Dominik… algo se resistía. Algo que ni siquiera la dulzura de Becky podía tocar. Su mente, por más que ella intentara reescribir el pasado, seguía volviendo a Liv. A su sonrisa. A la primera vez que la vio frente a la rueda de la fortuna aquel día.

A la chica que sí lo miró como si lo conociera de toda la vida, sin haberle dicho aún una sola palabra.

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