Y en ese momento, el vacío desapareció.

Sintió su cuerpo caer en picada, la gravedad reclamando su ser. Gritó, buscando una mano, un objeto, cualquier cosa que lo salvara del impacto. Pero el golpe nunca llegó.

Despertó de golpe, jadeando.

—Carajo… —susurró mientras giraba la cabeza, buscando las pantallas o cualquier señal del lugar anterior.

Pero ya no estaba en el vacío. Estaba en una habitación. Desconocida, aunque no amenazante. Frascos con pociones colgaban de soportes en las paredes. Suponía que alguien lo había atendido. Pero… ¿quién? ¿Y dónde?

Antes de que pudiera levantarse, una voz familiar entró por la puerta.

—¡Aquino! Menos mal despertaste —dijo Conterstine, con una mezcla de alivio y nerviosismo—. Estábamos… digo, estaba preocupado por ti. Te desplomaste de repente, por suerte logramos evitar que te golpearas la cabeza.

—Conter… ¿Dónde estoy?

—¿De verdad es lo primero que preguntas? Estás en la habitación de Shadoune. Es la más equipada, servía mejor para monitorearte.

Shadoune… el chico de múltiples caras. Lo recordaba vagamente de las presentaciones. No había llamado su atención, al menos hasta que mencionaron que era uno de los más capacitados del grupo.

Conter lo observaba en silencio, esperando alguna reacción. Aquino solo le dedicó una sonrisa incómoda.

—Es… es por los nervios. Tuve un sueño raro. Muy vívido.

Antes de que Conter respondiera, apareció Shadoune, con una sonrisa ligera y un extraño acento.

—Menos mal que despertó el novio de Farfa. Ya estaba pensando en buscar a los dioses.

—No soy su novio —dijo Aquino, frotándose la nuca—. Pero gracias por dejarme quedarme.

—No te apresures. Estuviste mucho tiempo inconsciente, puede que tu cuerpo no reaccione tan rápido.

Tenía razón. Al intentar levantarse, un mareo lo obligó a apoyarse de nuevo. Conter lo ayudó con suavidad, guiándolo fuera de la habitación. Mientras caminaban por los pasillos, Aquino no pudo evitar recordar las pantallas. Las preguntas regresaron.

—Conter, ¿me conoces de algún otro lado?

—¿De mi dimensión, dices?

—Sí… eso.

—Me encantaría decir que sí —rió—. No olvidaría a un chico tan lindo como tú. Pero no, no te recuerdo.

Entonces, ¿por qué lo había visto en esas visiones? ¿Una versión diferente? ¿Otro Conterstine? No parecía tener sentido.

—¿Y tú me conoces a mí? —preguntó Conter con genuina curiosidad.

—No… solo curiosidad. Escuché que varios en la mafia vienen de mundos donde ya se conocían.

—Algunos sí, pero no todos. Muchos fueron elegidos por Farfadox directamente. Es como nuestro jefe no oficial. Como Spreen: en mi mundo también era un amargado competitivo, por eso lo recomendé.

Todo encajaba mejor ahora. A veces, las coincidencias no eran más que eso.

Ya frente a su habitación, Conter le dedicó una última advertencia:

—Descansa. Aún estás a prueba, y no querrás que el oso se enfade.

 Aún estás a prueba, y no querrás que el oso se enfade

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